Los enigmas de la ciudad romana sumergida en la ría del Carreras de Isla Cristina
Patrimonio
La desembocadura del río que separa Isla Cristina de Ayamonte esconde los restos de una villa desaparecida en el siglo IV
Dice la tradición que todos los caminos conducían a Roma, pero en realidad, todos, lo que se dice todos, no. Más allá de la leyenda, la verdad es que hay muchos, la mayoría, que nunca llevaron directamente a la capital imperial, sino que se unían con otros que a su vez se unían con otros, y estos con otros, formando una extensa y asombrosa red viaria, conectada por centenares de puntos que, sí es verdad, podían empezar o terminar en la mismísima Roma. El Itinerario Antonino es uno de los textos fundamentales para el estudio de las vías romanas. Se trata de una recopilación de caminos del Imperio redactada en época de Caracalla (197-217 d.C.) en el que se recogen algunas de las más importantes rutas imperiales. En la obra se mencionan 372 vías, de las cuales 34 corresponden a Hispania, y sus indicaciones han permitido localizar a lo largo de la Historia muchos emplazamientos desaparecidos o que no estaban documentados por otras fuentes. Sin embargo, en el Antonino hay un camino que no lleva a ninguna parte. Bueno, para no exagerar: hay una ruta de la que hace mucho tiempo se perdieron algunas referencias esenciales, en concreto la ubicación de dos poblaciones de las que solo se saben sus nombres. Praesidium y Ad Rubras son las dos primeras paradas (o mansio, en latín) de la Vía XXIII del Itinerario Antonino, que indica el trayecto ab ostio fluminis Anae Emeritam (que en castellano sería algo así como ‘de la desembocadura del río Guadiana -el Ana- hasta Mérida’, pasando por Itálica), y su recorrido sigue siendo hoy objeto de debate entre los historiadores. Hay quienes se decantan por un trayecto próximo a la costa, más o similar al de la actual carretera de Ayamonte a Huelva, por lo que ambas mansio estarían en el litoral, y quienes ubican estas poblaciones en el interior, hacia el Andévalo. Desde la mansio siguiente, Onoba (la actual ciudad de Huelva), el trazado de la vía se sigue sin dificultad por Ilipla (Niebla), Tiicci (Tejada, Escacena), hasta Itálica, desde donde sube para dirigirse a Mérida, pero el primer tramo del mismo (del Guadiana hasta Onoba) sigue siendo un misterio, como lo es el hecho de que sea la única ruta de todo el Itinerario, la única de toda la Hispania romana, que parte de un lugar que no es una ciudad importante. Quizás el problema es que sí que lo fue, pero no se sabe dónde está. O puede que sí.
En julio de 2011, un grupo de arqueólogos intervino en las labores previas al dragado del acceso marítimo del puerto de Isla Cristina, en la ría del Carreras. Una evaluación rutinaria que desveló más de una sorpresa. Para empezar, una enorme cantidad de restos subacuáticos, muchos más de lo esperado. No era la primera vez. El entorno del Guadiana en general, y el estuario del Carreras en particular, cuenta con un buen número de evidencias arqueológicas que indican que hubo una intensa ocupación de la zona en época romana. El mausoleo de Punta del Moral o el yacimiento romano de La Viña demuestran que hubo pequeños asentamientos costeros vinculados a la pesa y los salazones. Pero aquello era distinto. El yacimiento descubierto en 2011, situado a entre ocho y diez metros de profundidad, vendría a ocupar una extensión cercana a las cinco hectáreas -mucho más grande de lo que se imaginaba-, aunque lo más destacado es el hallazgo de numerosos restos que van desde los materiales constructivos (tégulas, mármoles y fragmentos de columnas) hasta ánforas de distintos tamaños, vajilla de mesa, jarras o cerámica fina, además de restos humanos.
Fueron precisamente los restos de columnas los que llamaron la atención de los investigadores. En primer lugar, porque su sola presencia demuestra la existencia de al menos alguna gran estructura, bastante mayor que simples chozas o casas de pescadores. Segundo, porque los análisis geológicos señalaban que estaban construidas con un tipo de piedra que se localiza en el entorno de la ciudad portuguesa de Faro. También se constató la presencia de ánforas lusitanas y otras cerámicas que podrían haber llegado desde zonas tan remotas como Siria y Palestina, lo que hace pensar en la hipótesis de que se trató de un lugar vinculado al comercio internacional de salazones y productos de la minería. Un gran puerto desde el que se embarcaban y desembarcaban mercancías procedentes del resto del mundo.
El yacimiento, que tien
e su fase más antigua documentada eneste asentamiento romano (que estuvo poblado entre los siglos I y IV después de Cristo, con una ocupación especialmente intensa al final de ese periodo), viene a demostrar que allí, sumergido en la ría delCarreras, yace algo más importante que lo que se pensaba. Que bajo sus aguas realmente duerme una ciudad romana, un asentamiento de tanta relevancia que además podría ser la solución a uno de los enigmas de la Vía XXIII: Parece difícil de creer que una conexión que aparece en el mismísimo viario imperial fuese una calzada marginal sin destino, así que es muy probable que aquello de lo que hoy solo quedan unos restos ahogados fuera una ciudad de paso, un cruce de caminos desde el que los viajeros sorteaban el río Guadiana desde o hacia la Vía XXIII, que sería la autopista que conectaba el occidente andaluz con Portugal. La Baetica con la Lusitania.
El hallazgo de 2011 y las posteriores investigaciones convierten el del Carreras en uno de los yacimientos subacuáticos más relevantes de toda Andalucía, por sí mismo y por lo que podría explicar. Tras las recomendaciones de los científicos, la Consejería de Cultura de la Junta ordenó su protección frente a los dragados y los posibles expolios, dada su escasa profundidad. La ciudad permanece allí, dormida en el fondo del río, sometida a las corrientes y la erosión, víctima de la misma maldición que acabó con ella misma y con otras poblaciones de la prehistoria y la antigüedad en la costa onubense. Del mismo destino: el cambio. Porque, aunque se tiende a pensar en la superficie de Tierra como algo completo, terminado, en realidad está sujeta a una transformación permanente a través de la destrucción y la construcción. Los eventos marinos de alta energía han destruido y creado islas y canales en Huelva a lo largo de toda su Historia, tanto en forma de grandes temporales como, especialmente, de tsunamis.
El que siguió al terremoto de Lisboa en 1755, por ejemplo, creó la Punta del Caimán de Isla Cristina, y se sospecha de la destrucción de una isla prerromana y la creación del Caño de la Mojarra a partir de la división de un banco arenoso que existió en Isla del Moral antes del maremoto histórico documentado hacia finales del siglo IV, el mismo que, muy probablemente, se llevó por delante a la ciudad protagonista de esta historia. ¿Cuál era su nombre? ¿Por cuánto tiempo estuvo allí y hasta qué punto fue relevante? ¿Qué extensión tenía? ¿Cuántas ciudades parecidas siguen escondidas ahí al lado, bajo el océano? Quedan muchas preguntas por responder, fundamentalmente porque hay aún mucho que investigar. Explica Claudio Lozano Guerra-Librero, especialista en Arqueología subacuática y uno de los arqueólogos que participó en las prospecciones de 2011, que sin duda se trató de “un asentamiento relevante”, dado el material encontrado, pero “no se puede inferir mucho más todavía”. Haría falta “un estudio en profundidad del territorio adyacente y reconstruir el paisaje y su evolución en esos siglos”, precisamente porque hace dos mil años no era el mismo que vemos ahora. La ausencia de más referencias escritas (o de cualquier otro tipo) impiden medir, más allá de la teoría, la importancia del yacimiento romano del Carreras y además facilita que “algunos autores presupongan que no la tiene”. Puede que, como dice Lozano, sea necesario “estudiar y profundizar más y mejor lo que tenemos en Huelva”, para que otros “no nos categoricen por falta de datos”, como ha ocurrido tanto, tantas veces.
La lógica decía que la Vía XXIII no podía ser un camino a ninguna parte, o a un simple fondeadero costero, y a pesar de ello esa fue la idea generalizada que los investigadores han mantenido durante décadas. El yacimiento sumergido de Isla Cristina es una pieza más del puzzle que conforma la Historia de la provincia, probablemente de esas sin las que no podría completarse nunca, pero hay otras muchas que siguen escondidas bajo la tierra o bajo el mar. Quizás el próximo dragado, el siguiente temporal o alguna gran marea traigan a este lado nuevas respuestas sobre el enigmático pasado de Huelva.
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