Los pasos acelerados apuntan a una sinergia industrial entre los productores y consumidores de este hidrógeno verde onubense. En ese escenario, cada uno de los integrantes del anillo será clave en el proceso de aprovechamiento de todas sus posibilidades. El balance de la cantidad de H2 de ese anillo se mantendrá gracias a los sistemas de almacenamiento disponibles entre los integrantes de la red. El hidrogeno como vector energético, no es una fuente en sí misma. Por lo tanto, corresponde a cada una de las empresas su transformación en los combustibles finales. De este modo, su uso por parte de los miembros del anillo permitirá que al usar biocombustibles, amoniaco verde o biogás se transforme la energía procedente de fuentes limpias como la solar o la eólica, en energía primaria y que podrá ser consumida cuando sea preciso, y para eso es clave el almacenamiento de hidrógeno verde.
El futuro de la energía, sobre todo durante la transición energética, va a ser de las empresas que tengan una mayor capacidad de adaptación al nuevo escenario. Para ello es fundamental usar hidrógeno, producir biocombustibles, fabricar combustibles fósiles reduciendo la huella de carbono en el proceso (al eliminar el hidrógeno proveniente del gas natural, que genera CO2), aprovechar unidades antiguas para productos nuevos o vender energía eléctrica proveniente de solar o eólica.
El hidrógeno verde ofrece muchas posibilidades en este sentido. Además, favorece la retirada de residuos del medio y su revalorización mediante su aplicación práctica a la economía circular. Gracias al H2 se pueden utilizar residuos vegetales y animales para la producción de combustibles, cuya aportación neta de CO2 es un 90% menor que la de los combustibles actuales, y que ya se pueden usar en los motores. Un claro ejemplo de esto el biocombustible presentado hace unos meses por Cepsa para aviación generado a base de residuos vegetales como huesos de aceitunas. El biogás por su parte se produce por descomposición de materia orgánica residual, en los procesos de depuración de aguas, entre otros. Las posibilidades son muy diversas.
Un elemento clave en la producción de hidrógeno verde es el agua. La creación de una gran red de consumo y suministro podría permitir enlazar todas las fases del proceso, de forma que se pueda reducir al máximo la huella hídrica de estos sistemas. Si la transición energética pretende disminuir las emisiones de CO2 hasta alcanzar la neutralidad, el agua es un elemento capital del futuro. La optimización de su consumo es clave en la sostenibilidad industrial. La tecnología actual y los proyectos en marcha garantizan aumentar la producción de energía sin que aumente la huella hídrica.
El futuro pasa por la reutilización de gran parte del agua que en estos momentos queda disponible después de otros usos y que se pierde. Sirva como ejemplo de este modelo de producción la experiencia que la propia Cepsa mantiene en San Roque (Cádiz), donde un acuerdo con las autoridades locales le permite aprovechar las aguas residuales de las depuradoras urbanas, que en la mayoría de los casos se vierten al mar, para sus procesos de producción. La aplicación de sistemas similares se integraría en el anillo del hidrógeno verde onubense.
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