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Deborah García Bello: "La industria es bienestar y progreso. Si la eliminamos tendremos un futuro negro"

  • La divulgadora científica pide una mejor educación de la población para valorar el impacto de la actividad industrial en nuestra vida diaria

La Deborah García Bello en el Día de la Industria de la Aiqbe.

La Deborah García Bello en el Día de la Industria de la Aiqbe. / Rafa del Barrio (Huelva)

Saber para entender, conocer para opinar, comprender para valorar. Es la batalla que libra la divulgadora científica Deborah García Bello en cada una de sus intervenciones. Rostro popular en los medios por su participación en Órbita Laika y La Hora de la 1, esta química, investigadora –actualmente en el Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA) de la Universidad de La Coruña– y divulgadora científica, suma más de 300.000 seguidores en su cuenta en redes sociales, a través de los cuales plantea la necesidad de una mayor educación científica de la sociedad. Su planteamiento es sencillo. Durante el pasado Día de la Industria de de Huelva organizado por Aiqbe defendió con claridad que el bienestar actual sería inviable sin la actividad industrial. Sin embargo la percepción de la sociedad no siempre reconoce su valor.

-¿Por qué tiene tan mala prensa la industria?

-Es algo que viene de muy atrás. Uno de ellos tiene que ver con la incultura en ciencia. Se hacen encuestas una vez al año sobre el nivel cultural de la población y la percepción social de la ciencia. Más de la mitad de la población reconoce que no entiende las noticias de ciencias. Desde esa base es complicado que la gente comprenda los procesos de la industria sin conocer los conceptos básicos. Cuando algo no se entiende o pensamos que es cuestión de una élite o nos da miedo, que es lo que ocurre de la industria. Contra lo que da miedo se intenta luchar. Lo hemos comprobado en la pandemia y la desconfianza en las vacunas. Por otro lado, está el efecto Frankestein que es entender la ciencia como amenaza más que como una fuente de bienestar. Los fallos son la excepción, pero son los hechos noticiables. No interesa tanto lo que sale bien a diario como cuando hay un accidente.

-¿Penaliza mucho la información que llega?

-Le tenemos mucho miedo a la energía nuclear por Chernobil, cuando es imposible hoy en día que vuelva a suceder. Se crea un rechazo a esa fuente de energía que limpia y segura. Hay también unos miedos que tienen que ver con la realidad socioeconómica. En nuestro primer mundo rechazamos las vacunas porque no morimos por esas enfermedades mientras que en el tercer mundo darían cualquier cosa por tener acceso a nuestra red de vacunación.

-¿Qué parte de responsabilidad tienen la propia industria y la ciencia por no haber sabido comunicar todo lo ha aportado?

-Echo en falta más periodismo especializado, más profesionales con conocimientos porque a veces se trabaja sin tiempo o se publican cosas no del todo ciertas. Acabamos gastando más energía en desmentir algo contado mal del que habríamos necesitado para hacerlo bien al principio. Hace falta un periodismo más formado que sirva de brújula. Atravesamos una crisis de credibilidad. Un estudio del CSIC afirmó que tenía más credibilidad una ONG que una autoridad sanitaria. Se le da más valor a un reportaje de Greenpeace que muy cerca de la evidencia científica no está desde hace años. Se les otorga un poder que llega a provocar el cierre de industria por la alarma social que provocan.

-Y ahora encima se le añaden las redes sociales.

-Ahí no hay filtro. En un medio de comunicación hay un filtro profesional. En las redes cualquiera se hace pasar por cualquier cosa para soltar burradas. Si no hay cultura científica en la población para poder identificar la información de los bulos es fácil que los cuelen.

-Es un problema de la base, ¿cómo se podría trabajar para que exista unos fundamentos en las nuevas generaciones?

-Fui profesora durante ocho años en la bachillerato y la ESO. Llevamos décadas dando las asignaturas en contra de cómo defendemos los profesores. Lo primero que se enseña a los chavales es la tabla periódica y formulación, que hacen como si fueran sudokus en los que cambian las letras sin entender sus fundamentos. Al final parece que la química es algo ajeno a su día a día, que no está en su piel, el aire o cualquier elemento que nos rodea. Se le da poca importancia a la cloración del agua, la conservación de alimentos o las vacunas que son avances clave en nuestro bienestar fruto de la química. En los propios libros de texto hay pocos ejemplos positivos.

-¿Hubiésemos podido superar la pandemia sin la ciencia?

-Deberíamos sacar más pecho de ello. Parece que se nos olvida. Se da por hecho que si hay otra pandemia en el futuro se resolverá en dos días. No se valora el enorme trabajo investigador de aquellos meses o el que había previo sobre virus de este tipo o cuestiones como el ARN mensajero que fueron tan útiles. Todas las investigaciones existentes sobre su posible uso sirvió para tener vacunas antes. Hay que invertir en investigación por su valor en sí.

-La financiación es uno de los grandes problemas de la ciencia y en España más si cabe.

-Para hacer carrera de investigadora, y más si eres mujer, porque tienes que hacer carrera, máster, doctorado… y es encadenar trabajos precarios con ingresos muy bajos hasta los treinta y pico o cuarenta años. Como mujer te obliga a elegir entre tener familia o seguir ese camino. Si no tienes un respaldo económico familiar no es fácil recorrer esa travesía. Hay un dicho entre los investigadores que lo define: ‘Investiga quien se lo puede permitir’.

-¿Cómo valora el compromiso de la industria con el Medio Ambiente?

-Cada vez mayor. Solo hay que ver las cantidades que se invierten en mejorar los procesos o reducir las emisiones. Son un gasto enorme para hacer las cosas cada vez mejor. La industria ha asumido la importancia de este papel. Quizá el problema es que se pone mucho el foto en lo que contamina y poco en el bien que produce.

-¿Es comparable la industria española y la regulación nacional con la de otros países?

-Es importante dar siempre los datos de forma proporcional. Hablamos del problema del plástico, por ejemplo. Ciframos en ocho o diez millones las toneladas que acaban en el mar cada año. Tenemos un problema, de acuerdo. ¿Pero dónde está el foco de ese problema? ¿Es la industria española? Los principales contaminadores son China e Indonesia. Sucede lo mismo con el CO2. En Europa se hacen los mayores esfuerzos, a veces de forma extrema y en plazos muy cortos, sin tener en cuenta el impacto económico en las clases más desfavorecidas y los principales emisores son otros. Terminamos pagando aquí el daño de otros. La información hay que darla de forma proporcional para que todos sepamos quienes hacemos las cosas bien, las seguiremos haciendo bien, pero que si no se resuelve lo que emiten otros países lo que hagamos aquí tendrá un impacto relativo.

-¿Hay un futuro sin industria?

-La industria química es una fuente de progreso y bienestar. Si la eliminamos el futuro será negro. ¿Cómo tendríamos alimentos seguros, materiales cada vez más sostenibles o este nivel bienestar? Damos por hechas muchas cosas que tenemos gracias a la actividad industrial. Ni queremos ni tenemos por qué renunciar a ello. La investigación avanza hacia la optimización de los recursos para reducir su impacto sin que tengamos que perder lo conseguido. Mira por ejemplo los paneles solares. Los primeros aprovechaban un cantidad ridícula de la energía solar. Los actuales absorben casi un 50%. Pues tenemos todavía margen para su desarrollo. Hay que seguir investigando. Hay que poner el foco en todo lo que nos aporta la industria y asumir que si paramos en seco los más perjudicados serán los más desfavorecidos. Los que se oponen al desarrollo es que nunca han tenido necesidades. Pensemos en Huelva. Ahora pongamos que cerramos la industria porque hacemos caso a los que dicen que es muy mala. El impacto económico en la ciudad sería brutal, pero es que no solo afectaría a los onubenses sino a toda España porque perderíamos los bienes que se producen allí. La consecuencia sería una mayor dependencia del extranjero, donde sabemos que se toman los controles que tenemos nosotros.

-¿Hay que considerarla parte de la solución y no un problema?

-Si ponemos en una balanza lo que nos aporta y los problemas la diferencia es una goleada. Un detalle que penaliza es que la industria por todo ello tiende a alejarse incluso estéticamente de la sociedad, no solo las que se parecen en el extranjero sino las que se fabrican en tu propia ciudad queremos que se hagan donde no las veamos. Al final parece que los bienes que consumimos se producen solos. Esa falta de contacto con la actividad industrial provoca una percepción equivocada. Considero fundamental a nivel cultural tener la industria cerca, por valorar donde se fabrican las cosas. En La Coruña tenemos una refinería y una actividad en el puerto que hacen que los coruñeses seamos conscientes.

-Hay una corriente urbanística que tiende a esconder las edificaciones industriales.

-A mi es que me encantan los paisajes industriales. No solo hay estética en los árboles, sino también en las construcciones humanas. Algunas de las estructuras industriales son de las más espectaculares que ha sido capaz de hacer el hombre. Para un chaval de Huelva es normal ver la industria integrada en su paisaje. Para alguien de fuera es algo sorprendente que habría que poner en valor.

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