'WAR ROOM'

Las encuestas tienen efectos también en los votantes

  • El valor de los sondeos para los partidos no es otro que ser una herramienta que permita comprender la realidad, advertir de las tendencias del debate y marcar las agendas

Las encuestas tienen efectos también en los votantes

Las encuestas tienen efectos también en los votantes

La portada del famoso periódico de tendencia republicana Chicago Tribune tituló erróneamente en la portada de su primera edición del 3 de noviembre de 1948 "Dewey defeats Truman" ("Dewey derrota a Truman"). Esta metedura de pata ocurrió un día después de que Harry S. Truman venciera al exgobernador de Nueva York, el republicano Thomas E. Dewey.

Parece increíble que un periódico impreso pueda equivocar al ganador de las presidenciales de un país como Estados Unidos. Pues Chicago Tribune lo hizo, aunque tiene una explicación que va más allá de la animadversión que el rotativo sentía por el candidato demócrata, quien en calidad de vicepresidente ya había asumido la Presidencia del país tras la muerte de Franklin D. Roosevelt en abril de 1945.

Actualmente las consultas y los institutos que las realizan están en crisis de credibilidad

Y es que el presidente Truman perdía en todos los sondeos por abrumadora mayoría con respecto a su adversario, tanto que el Instituto Gallup dejó de realizar encuestas tres semanas antes de la jornada electoral. Tan segura era la victoria de Dewey, que el reputado analista político de amplio y exitoso bagaje Arthur Sears Henning, firmó una crónica en la que afirmaba que los republicanos recuperaban el control de las cámaras de senadores y de representantes. Conforme las horas fueron inclinando la balanza a favor de Truman, el rotativo quiso reaccionar pero era demasiado tarde: 150.000 ejemplares de la primera tirada ya se habían vendido.

Ese movimiento de última hora por parte del electorado que siente simpatía por las causas perdidas y decide apoyar al candidato en posición de desventaja es lo que se conoce como efecto Underdog, que significa "perro apaleado". Ésta es una de las dos tendencias en la modificación del voto que se produce cuando los sondeos arrojan una gran desigualdad entre dos candidatos rivales. La otra, que se sitúa en el lado opuesto, es el efecto Bandwagon o "el carro de la banda" (de música).

El efecto Bandwagon viene a ser lo mismo que subirse al carro ganador y se refiere a aquel voto que por miedo a quedarse aislado, termina votando al partido que las encuestas dice que va a ganar. Su origen se remonta al año 1848 cuando el payaso de circo Dan Rice decidió apoyar al candidato Zachary Taylor con su Bandwagon, el carro con una banda musical en el que también se montaba el candidato para atraer la atención del público con música. Conforme más popular se volvía el Bandwagon, más políticos se esforzaban por conseguir un asiento en el carro con la esperanza de sumarse al éxito.

Este efecto es devastador para el resto de los contrincantes, ya que sus electores se retrotraen y no votan, quedando literalmente arrasados. Roosevelt en 1936 y Ronald Reagan en 1980 son dos buenos ejemplos del carro ganador.

Tanto si el votante decide situarse al lado del más débil o por el contrario ve la causa ganadora como la suya propia, ambos efectos son consecuencia de la publicación de encuestas y pueden conseguirse mediante tácticas electorales por parte de los partidos políticos. No obstante, existen diferentes teorías sobre los efectos de la publicación de sondeos y, de hecho, en algunos países como España la publicación de encuestas está prohibida durante la última semana de campaña para que no influyan en la decisión del voto. En otros, sin embargo, se permiten los sondeos hasta el último momento para que el elector esté puntualmente informado de cuanto está ocurriendo.

Actualmente los sondeos y los institutos que los realizan se encuentran sumidos en una crisis de credibilidad. Lo cierto es que, errores metodológicos aparte, preguntar a un elector a qué partido va a votar cuando no hay nada que votar, puede distorsionar el resultado que ofrezca el sondeo que, por otro lado, también depende de si se realiza en medio de la continuidad del ciclo político o tras un acontecimiento de gran impacto, llámese moción de censura. Y a ello se une que detrás de las respuestas hay personas que tienen sentimientos y que no siempre son fáciles de interpretar.

Encuestas como herramientas

El interés de los medios de comunicación y de los partidos políticos por hacer de las encuestas un elemento básico en el debate electoral hace que estemos viviendo en el mundo de las metacampañas: la campaña sobre la campaña. Frente a la sondeomanía, el verdadero valor que tienen las encuestas para los partidos no es otro que ser una herramienta de trabajo que permita comprender la realidad, advertir las tendencias acerca de los temas clave del debate político y marcar las agendas.

No cabe duda de que aspectos de las encuestas como el índice de popularidad, la intención de voto o la proyección de futuros resultados electorales son datos importantes que pueden marcar la estrategia electoral de un partido. El problema surge cuando en esos mismos partidos se acaba pensando que las encuestas son la realidad, o lo que es peor aún, sentencias de vida o muerte.

Realmente ir por detrás en una encuesta no tiene por qué ser una crisis, todo lo contrario, es la información necesaria con la que diseñar la estrategia que dé un vuelco a esos resultados.

Que la planificación resulta esencial en una campaña electoral es un mantra que no puede quedarse sólo en una frase sagrada de la política sino que debe concretarse en acciones y en herramientas que permitan diseñar esa fase inicial de la contienda. Y es ahí donde las encuestas, bien realizadas por supuesto, muestran su verdadero potencial, ayudando a alcanzar al público objetivo con el mensaje adecuado para persuadirlo. Un fino juego de precisión que obliga a los partidos políticos, necesariamente, a conocer el mercado electoral.

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