Gente Inteligente

Cuatro ejercicios de inteligencia emocional para comunicarte contigo

Una chica se mira al espejo.

Una chica se mira al espejo. / M. G.

¿Cuánto tiempo dedicas a hablar contigo? ¿Te paras a observarte y conocerte mejor? La prisa con la que vivimos es incompatible con cultivar el autoconocimiento, la habilidad más importante de la inteligencia emocional. Si quieres mejorar tu autorregulación emocional, o desarrollar tu empatía y tus habilidades sociales, necesitas encontrar momentos para comunicarte contigo y conocerte bien.

El autoconocimiento que emana de tus conversaciones contigo es el que alimenta de verdad el equilibrio emocional o la paz interior que tanto deseamos. Ese equilibrio es el que necesitamos para objetivos tan importantes como evitar que nos afecte tal hecho o tal persona, mantener el equilibrio en tal o cual situación, o vivir con estabilidad emocional…

Aquí te sugiero cuatro ejercicios para empezar el camino del autoconocimiento, que necesita, sí o sí, que te dediques tiempo, aunque solo sea un poco de vez en cuando. Porque, cuanto más sabes de ti mismo o de ti misma, más consciente te vuelves de tus capacidades y tus limitaciones, mejor puedes identificar las aptitudes y actitudes que te acercan o te alejan de lo que quieres. Puedes, por tanto, reforzar lo que te acerca y cambiar o debilitar lo que te aleja. Simple, ¿verdad? Así, escrito, lo es. Otra cosa es conseguirlo.

Ponte manos a la obra

Escribe tu diario emocional. Una vez al día o al menos varias veces a la semana, escribe en algún sitio las situaciones emocionales recientes más intensas que has vivido. No te centres sólo en las agradables o sólo en las desagradables, sino en todas las que de verdad hayan inundado tu cuerpo. De cada situación identifica y registra tres aspectos: qué sensaciones físicas experimentaste, qué pensamientos tuviste y, por último, ponle nombre a la emoción. Con el tiempo serás capaz de identificar tendencias y entenderás mucho mejor los mensajes que te traen tus emociones, haciéndote más hábil para identificarlas, facilitártelas y gestionarlas mejor. ¡Pura inteligencia emocional!

Calcula tu nivel de energía. Para lograrlo, te propongo que hagas una lista con todas las actividades de un día o una semana normal de tu vida. Cuando hayas terminado, con un rotulador rojo señala las actividades que te restan energía, y con uno verde las que te la dan, o sea, las potenciadoras. Después, puntúa cada una de ellas: del 1 al 3 las verdes, y del -1 al -3 las rojas. Por último, suma todo, ¿qué resultado te da? ¿Es coherente con el nivel de energía que tienes en tu día a día? ¿Qué se te ocurre hacer?

Haz un listado con las pequeñas cosas que te gusta hacer. No entres en las grandes motivaciones, no escribas viajar o celebrar tu cumpleaños. Esta lista es para incluir esos pequeños placeres cotidianos como son escuchar música, ir a la naturaleza, oler el pan, tomar un café con tus personas favoritas… Detente y escribe al menos diez. Después, señala en la lista las cosas que te dan tranquilidad y te gustan, pero de las que llegado el caso podrías prescindir, y esas sin las que, si te privaran de ellas, lo pasarías mal. Ahora adivina cuáles te propongo potenciar un poco más.

Desgrana de vez en cuando tus pensamientos. Cuando tengas un ratito que te quieras dedicar, otra vez boli en mano, apunta durante cinco o diez minutos todos los pensamientos que te pasen por la cabeza en ese tiempo. Déjate llevar. Te sugiero que lo hagas escribiendo a mano, porque la conexión con tus pensamientos es mucho más fuerte. Cuando hayas terminado, obsérvalos. ¿Hay más positivos o más negativos? ¿Hay muchas suposiciones? ¿Cómo son de reales? ¿Te los esperabas? ¿Qué conclusiones puedes sacar? ¿Hay alguno que quieras desgranar un poco más? Pues sigue escribiendo.

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