El edificio encantado del Instituto Andaluz de la Juventud en Huelva: Ecos, apariciones y misterios
Huelva Paranormal
Antigua clínica y conservatorio, la actual sede del Instituto Andaluz de la Juventud guarda entre sus muros historias de presencias inexplicables, sonidos fantasmales y una leyenda que sigue viva entre quienes lo habitan
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En Huelva, el actual edificio que alberga la sede del Instituto Andaluz de la Juventud (IAJ), no solo destaca por su valor institucional, sino también por las presencias que parecen habitar en sus pasillos.
Lo que hoy es un centro de la Administración, antes fue un lugar dedicado a la música y la medicina. En sus antiguos pasillos algunos aseguran que siguen escuchándose sonidos inexplicables… y presencias que hielan la sangre.
Este emblemático inmueble onubense, ubicado en una de las zonas más concurridas del centro, fue durante muchos años sede del Conservatorio de Música, y previamente, clínica del prestigioso doctor Sanz de Frutos. Esa secuencia de usos tan diversos ha generado una carga histórica que muchos relacionan directamente con los fenómenos extraños que se siguen reportando hasta el día de hoy.
Un anciano imposible
Uno de los testimonios más escalofriantes se hizo público mediante un testigo que él me contaba como un trabajador de la sede, al acudir al baño de la planta baja en horario laboral, vivió una experiencia para la que aún no encuentra explicación.
"Salía del aseo y de pronto lo vi. Un hombre mayor, como de otra época, cruzó literalmente la vidriera que conecta con el pasillo. Fue como si el cristal no existiera. Pero lo peor fue cuando, antes, se detuvo, giró la cabeza y me miró fijamente. No podía moverme, era como si estuviera paralizado", explicó el testigo, cuya identidad no ha sido revelada por motivos de privacidad.
Acostumbrado al trato con las personas me dice que es algo constante en cuanto a testimonios recogidos durante los últimos años. “Muchos de los que han trabajado aquí relatan cosas similares. Algunos hablan de ver figuras. Otros, de sonidos inexplicables. Incluso hay quien asegura haber sentido cambios bruscos de temperatura en pasillos cerrados”, comentó.
Ecos del conservatorio
Más allá de las apariciones, existe un conjunto de fenómenos acústicos que también ha alimentado la fama misteriosa del edificio. En su época como Conservatorio de Música, diversas personas —entre ellas estudiantes y profesores— aseguraron haber escuchado pianos que sonaban solos en salas vacías.
Uno de los más recordados fue el que protagonizó un vigilante nocturno: "Escuché cómo tocaban una pieza de Bach. Subí corriendo pensando que algún alumno se había quedado encerrado. Pero al llegar, no había nadie. La sala estaba a oscuras. Solo el piano, con la tapa aún oscilando", relató, según el testimonio.
En más de una ocasión, incluso se escucharon las tapas de los pianos cerrarse de golpe, sin presencia humana cercana. Muchos pensaron en corrientes de aire o problemas estructurales, pero nunca se hallaron causas técnicas que lo explicaran.
De la medicina al misterio
Antes del conservatorio, el edificio fue conocido por albergar la clínica del doctor Sanz de Frutos, un profesional muy respetado en Huelva, cuyo nombre aún despierta respeto entre los más mayores de la ciudad.
La consulta se especializaba en medicina general y cirugía menor. Según los registros del Colegio de Médicos de Huelva, la clínica operó allí entre los años 1947 y 1965.
Algunos apuntan que los fenómenos podrían tener su origen en esta etapa médica. Una antigua enfermera, que trabajó en la clínica en sus últimos años, relató: “Recuerdo una paciente que falleció tras una operación complicada. Desde entonces, algunas noches escuchábamos pasos en la sala de curas, aunque sabíamos que estaba cerrada. Siempre atribuimos todo al cansancio o a la sugestión”.
¿Un lugar encantado?
La combinación de todas estas historias ha dado forma a una reputación difícil de ignorar. En círculos onubenses ya se habla abiertamente del edificio del IAJ como un enclave encantado.
Aunque no existe ningún informe oficial sobre estos fenómenos, lo cierto es que el boca a boca, y la continuidad de experiencias similares, mantienen viva la leyenda del edificio. Algunos trabajadores del IAJ, aunque prefieren no dar sus nombres, reconocen sentir cierta inquietud en determinadas zonas del inmueble. “Hay estancias a las que prefiero no entrar si estoy solo. Y no soy el único. Hay algo raro ahí”, comenta uno de ellos.
Resulta fundamental que este tipo de relatos no caigan en la caricatura o el sensacionalismo, que sean vistas con una mirada crítica, pero abierta. La coexistencia entre los hechos documentados y los testimonios personales permite construir una historia que, sin renunciar al rigor, dé espacio también a lo inexplicado.
Los edificios guardan más que ladrillos. Acumulan vivencias, energías, recuerdos. A veces, algunas de esas huellas se nos manifiestan sin una explicación clara, y ahí es donde la divulgación tiene un papel: visibilizar sin ridiculizar.
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