Dunna: música para levitar con los pies en la tierra
Trinchera Sonora
La banda onubense explora la psicodelia, el fuzz y las emociones sin prisa, con un sonido que se mueve entre la raíz y el cosmos
Escuchar a Dunna es como asistir al movimiento secreto de las placas tectónicas: algo se desplaza bajo tus pies, lento pero inevitable, hasta que de pronto estás en otro sitio sin saber en qué momento se produjo el viaje. Su música avanza así, entre el subsuelo y las estrellas, invitando a perder la noción del tiempo mientras el cuerpo sigue aquí, obedeciendo a la gravedad. Y es que Dunna no propone una escucha, sino una travesía. Nace de una jam, se expande en espiral y, cuando menos te lo esperas, estás levitando sin dejar de pisar tierra firme.
Dunna ve la luz en 2017, pero su historia empieza mucho antes, cuando dos amigos, Rafa Rosado (guitarra y voz) y Ale Ladrero (batería), ya habían compartido riffs y escenarios en aventuras intermitentes. Cuando invitaron a Jorge Bravo a unir su bajo a la ecuación, la geometría se cerró: un triángulo perfecto, un power trío con vocación de fuga hacia los confines del rock más expansivo.
A partir de ahí, las jams fueron marcando el camino, los ensayos se convirtieron en viajes y el sonido fue mutando hacia un stoner que abraza la psicodelia, el metal, el grunge, las atmosferas lentas y densas en las que lo importante no es llegar a ningún sitio, sino permanecer en movimiento. Esa esencia se plasmó en 2020 con su primer EP, Lur —tierra, en euskera—, una obra que planteaba el origen: lo sólido, lo que se pisa, lo que da soporte. Dos años después, en 2022, lanzaron Zerua —cielo—, la otra fuerza que los define: lo que se eleva, lo que fluye, lo que se expande sin barreras.
Ambos trabajos funcionan como un díptico conceptual que, más que contar una historia, revela una filosofía: toda música necesita suelo para impulsarse… pero también aire para volar. Los singles que siguieron fueron abriendo brechas nuevas. Mil razones y Buen viaje dibujaron un lado emocional más luminoso. Tíndalos profundizó en esa oscuridad mítica tan cercana al imaginario de Lovecraft, en una línea literaria que conecta con mundos que escapan a la comprensión lógica.
Hace solo unos días ha llegado Humo, su último lanzamiento. Una pieza instrumental cercana a los ocho minutos, donde el bajo abre un corredor hacia otra dimensión, generando una especie de trance cósmico que lo mismo sugiere un western suspendido en el espacio que una psicodelia de colores líquidos o el eco de una tormenta que sucede lejos, muy lejos. No hay palabras, porque tampoco las necesita: es un tema que se piensa con el cuerpo, que se siente con la respiración. Ocho minutos que son un viaje entero, y que anticipan lo que está por venir: un primer LP que se está gestando sin prisas, como esos fenómenos naturales que ocurren invisibles durante años hasta que emergen con la fuerza de lo inevitable.
Si algo distingue a Dunna es su honestidad. Su música no nace de la urgencia por estar en todas partes, sino del placer —casi espiritual— de tocar juntos. Son amigos haciendo ruido del bueno; ruido que ordena por dentro. Su filosofía los define mejor que cualquier etiqueta: seguirán para toda la vida, como excusa para juntarse, para liberar fuzz, trance, crudeza y fraternidad allí donde haya un escenario dispuesto a recibirlos. Quizás sea eso lo que más me ha atrapado de ellos. No los conocía en persona hasta hace unos días. Solo tenía referencias, escuchas y comentarios de amigos y compañeros. Pero profundizar en su música y hablar con algunos de ellos ha sido confirmar lo que ya intuía: que detrás de su sonido hay músicos de primer nivel —muy buenos de verdad— y personas que entienden la música como una aventura compartida.
Porque hay grupos que ensayan para gustar; Dunna ensaya para sentir. Dunna no quiere ser más que ellos mismos, y eso, en un mundo obsesionado con el escaparate, resulta revolucionario. No han construido su identidad desde el exceso, ni buscan sorprender con artificios; su grandeza está en la elección de la contención, en el mimo por el detalle, en dejar que la música sea la que hable, sin carreras ni postureo.
Y aun así —o precisamente por eso— su propuesta es una de las más valiosas y singulares que tenemos en Huelva. Lo suyo es música para quedarse dentro. Música que desmonta la prisa y reivindica la escucha profunda. Música que levita, que brota desde la corteza terrestre hasta rozar la estratosfera, trazando puentes entre la tierra que pisamos y ese cielo al que siempre buscamos escapar.
Ellos siguen creando sin presión, componiendo un disco que llegará cuando tenga que llegar. Y cuando llegue, no será solo un álbum: será un lugar. Porque Dunna no busca likes, busca mover placas tectónicas en el alma de quien escucha. Y eso, créanme, se les da de maravilla.
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