¿Hasta dónde estamos dispuestos y dispuestas a cambiar?

Respons(H)abilidades

Ningún desarrollo es posible sin cambio, la sostenibilidad del planeta depende de nuestra capacidad para cambiar, el cambio es la única puerta al futuro, pero nos resistimos a cambiar

¿Hasta dónde estamos dispuestos y dispuestas a cambiar?
¿Hasta dónde estamos dispuestos y dispuestas a cambiar?
Lola Pelayo

Huelva, 16 de febrero 2020 - 06:50

Desde que la leí, me encantó la frase de Heráclito, el filósofo presocrático que dijo lo siguiente: “Lo único constante en la vida es el cambio”. Esta aseveración es un axioma, es decir, una verdad irrefutable, incontestable, indiscutible, o dicho coloquialmente: impepinable. Todo cambia constantemente: nuestro organismo y nuestro aspecto mal que nos pese, nuestras ideas, nuestras circunstancias, nuestras relaciones, nuestras formas de entender la vida… Sin embargo, nos caracterizamos por tener una natural resistencia al cambio que nos limita. Y ahora, esa mayor o menor disposición a cambiar empieza a ser un indicador para diferenciar qué sociedades se han tomado en serio esto de la emergencia climática y el futuro sostenible. La pregunta es: ¿será suficiente lo que estamos haciendo? A muchos nos parece que no.

España en el top ten del cambio individual

La consultora de investigación de mercados y tendencias Ipsos ha llevado a cabo un estudio para el Foro Económico Mundial sobre los cambios de conducta ante el cambio climático en 28 países del mundo. En los resultados, presentados hace apenas un par de semanas, España resulta estar entre los diez primeros países porque un 76% de los encuestados han declarado haber cambiado sus hábitos diarios de consumo impulsados por su conciencia ambiental. En el conjunto del estudio, considerando todos los países, la cifra baja al 69%. Sigue siendo mucha gente cada vez más concienciada, podríamos decir que menos mal.

Por otro lado, en cuanto a las cosas que estamos cambiando en general en todos los países encuestados, según el estudio se trata de pequeños gestos diarios encaminados sobre todo al ahorro energético y de agua, y a la reutilización y reciclaje en nuestros hábitos de consumo. Parece que también ha subido la conciencia en cuanto a la importancia de comprar y consumir productos producidos cerca y de forma sostenible.

No sé qué les parece a ustedes, pero a mí me suenan a los mismos cambios que venimos escuchando desde hace ya demasiados años. También me da por recordar problemáticas como la que está viviendo actualmente el campo en España o el pequeño comercio, por ejemplo. Además, me viene a la cabeza la dolorosa sangría que supone la despoblación galopante de nuestros pueblos, o la imagen de muchos contenedores de mi ciudad hasta arriba de basura sin reciclar… Juntándolo todo, que en España lideremos la conciencia ambiental del consumo mundial me inquieta mucho más que me alegra.

¿Cómo de grande debería ser el cambio?

No hay que irse muy atrás para ver que el ser humano está provocando cambios muchísimo mayores en el mundo, más rápidos y con bastante menos esfuerzo. Parece que hemos rebasado la cifra de los 7.600 millones de personas en el planeta, un número que crece cada vez más rápido mientras hay zonas que se despueblan irremediablemente. El 55 por ciento de toda esa gente se agolpa en ciudades.

El desarrollo tecnológico también avanza a un ritmo vertiginoso. Cada nuevo invento o descubrimiento hace más asequible y coloca más cerca el siguiente invento o descubrimiento.

En capacidad transformadora, la palma de los últimos 30 años se la lleva internet. De su mano llegaron las redes sociales, hoy omnipresentes en la forma de relacionarnos. Y paradojas de la vida, cuanto más fácil es conectar con otras personas, cuanto más rápido rompemos las barreras del tiempo o la distancia, más aislados podemos llegar a sentirnos mientras la soledad sigue creciendo como una enfermedad silenciosa de la sociedad moderna.

Coches autónomos, dinero virtual, inteligencia artificial, viajes a Marte… Somos capaces de lo imposible, pero a tenor de cómo crecen las desigualdades sociales, económicas y ambientales, parece que nos hemos olvidado de lo posible.

La fórmula del cambio

Si queremos imprimir velocidad a los cambios necesarios, tanto individuales como colectivos, deberíamos ser más conscientes de cómo funcionan desde el primer factor que los condiciona: la percepción positiva o negativa que tenemos de ese cambio que queremos conseguir. Así, si percibimos el cambio como positivo y lo deseamos, evidentemente será más fácil de integrar que un cambio que nos viene impuesto y además es desagradable para nosotros. Lógica pura.

Esta es la obviedad que hace tan importante conocer cuáles son los elementos que intervienen en un proceso cambio, para saber actuar sobre ellos por separado y flexibilizar nuestra capacidad para integrarlos, especialmente cuando no nos resultan cómodos. A ver si así vamos un poco más rápidos dando respuesta a los desafíos mundiales.

En el Cambio, así con mayúscula, influyen cuatro elementos. El primero es la historia personal de cada cual, nuestras experiencias y nuestras creencias. Es el elemento que más influye en nuestra capacidad de cambio. Para actuar en este elemento necesitamos mucha más inteligencia emocional y menos prejuicios y comparaciones.

Por otro lado está la voluntad más o menos firme que nos caracteriza a cada persona. Trabajar la voluntad es fácil si ponemos los cambios cerca de nuestros valores y de las cosas que realmente nos importan. ¿Por qué o por quién queremos cambiar?

Después nos encontramos con la facilidad o flexibilidad que cada cual tiene para aceptar e integrar los cambios, algo que depende directamente del número de cambios que hayamos integrado en nuestras vidas, da igual si grandes o pequeños. ¿Cuántos cambios han llevado a la práctica? Pues sigan.

Y por último está la incomodidad. En realidad es un oportuno aviso que se enciende cuando necesitamos cambiar. Yo personalmente me entreno cada día en este elemento del cambio viendo los informativos para recordar todo lo que me incomoda porque no lo quiero aceptar. ¿No merece el mundo que adoptemos cambios más importantes?

Según el nivel de incomodidad que estamos experimentando como sociedad, parece que hay que actuar cuanto antes con altas dosis de creatividad, compromiso y responHabilidad personal, para cambiar y reinventar nuestras formas de pensar y de vivir. Por eso repetimos aquí la pregunta del titular: ¿hasta dónde llega su disposición a cambiar?

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