Una discoteca le cambió la vida

Su historia es la de un maestro que nunca llegó a ejercer. Carlos Valencia, natural de Rosal de la Frontera, reconoce con cierta nostalgia que le hubiera gustado trabajar en aquello para lo que se formó, pero las cosas de la vida lo condujo por otra senda bastante distinta a la de la enseñanza. "A mí lo que me gustaba era la Arqueología -dice Carlos- pero por aquel entonces no se podía hacer esa carrera directamente si no a través de Filosofía y Letras. Me metí, pero era un rollo y duré un año, luego me cambié a Magisterio".

Tras acabar sus estudios y hacer el Servicio Militar, este onubense no tuvo tiempo de prepararse unas oposiciones, ya que se le presentó una gran oportunidad a la que no supo decir que no. "Mi hermano, que es técnico en electrónica, me propuso montar una discoteca en Rosal. Era un proyecto muy atractivo y fue mi perdición, aunque también un alivio. Cuando eres joven y ves que empiezas a ganar dinero, al final acabas dejando lo demás".

La denominación de la discoteca que fundaron los hermanos Valencia, 'Éxodo', fue un auténtico tributo a Bob Marley, según recuerda Carlos. "Fue un revulsivo en la historia de las discotecas aquí, en Rosal. Además, yo organizaba en ella actividades, concursos... que tenían que ver más con lo mío".

Pero pasaron diez años y los Valencia cierran su negocio. Es entonces cuando Carlos se plantea reencauzar su profesión e inicia un curso de Técnico de Desarrollo en Aracena. Más tarde, elaboró el proyecto de la Escuela Taller de Rosal de la que llegó a ser director. Ahora, a sus 53 años, es técnico de Cultura del Ayuntamiento de su localidad natal, además de un apasionado de la lectura y de la fotografía. "Siempre que puedo me escapo al campo, a la Sierra, con mi cámara de fotos e intento captar el colorido, el sonido, el frescor del agua". Amante de su tierra, reconoce que, aunque ha tenido ofertas de trabajo de fuera, una de las cosas que más valora es haberse quedado en su pueblo donde "todo queda cerca".