Respons(H)abilidades

La diferencia entre estar orientados al tener o al ser define el concepto de RSC

  • La huella que las personas y las empresas dejan en el mundo está condicionada por cuál es su enfoque, si está en el símbolo de lo que desean ser o bien en la experiencia propia de serlo

Me voy a meter en un charco. Eso decimos en mi tierra cuando nos enredamos con un tema del que no sabemos si vamos a salir indemnes. Quiero relacionar la orientación básica de nuestras conductas personales y profesionales con la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) porque me gustaría que concluyamos juntos cuál es la orientación que de verdad genera un cambio social con la RSC. Y empiezo con una pregunta: ¿dónde estamos orientadas las personas: al tener o al ser? Diferenciarlo y saber cuál potenciar es fundamental para mantener motivadas las conductas de los trabajadores, y sobre todo las propias, hacia lo que realmente es responsabilidad social de la que, además de hacer rentable a la empresa, genera beneficios para nuestro bienestar individual, para la sociedad y para el mundo en el que interactuamos todos.

Cuando termine de leer este artículo, cosa que deseo que pase, puede que se dé cuenta además de algo muy importante y esclarecedor: no somos dueños de los resultados de nuestras acciones.

Reconozco que la primera vez que me plantearon esta sentencia hace tiempo durante mi formación académica me quedé como seguramente está usted ahora mismo, en cierta negación pero a la expectativa: ¿cómo que no soy dueño de lo que pasa cuando hago lo que hago?

EL PODER DE LA INTENCIÓN

Es mucho más intuitivo entender que de lo que sí somos dueños siempre es de nuestras intenciones. Somos dueños sin lugar a dudas de esa intención genuina con la que hacemos cada cosa que emprendemos - y emprendemos un montón de acciones a lo largo del día-, y por tanto somos responsables de esas acciones, pero no dueños de los resultados, o dicho de otra forma, la responsabilidad no es la culpabilidad.

Por ejemplo imaginen que hago algo con una intención sanísima, puede que incluso loable, pero que finalmente los resultados no son los que ni yo ni los demás esperábamos. ¿Soy culpable?

Repitamos la sentencia ahora completa: no somos dueños de los resultados de nuestras acciones, somos dueños de nuestras intenciones y responsables de nuestras acciones. Ahora sí podemos partir de esta certeza, que diferencia responsabilidad de culpabilidad una vez más, para encontrar la orientación más adecuada de nuestras intenciones: al tener o al ser.

Es fácil desorientarnos en este medio reto filosófico. ¿Tengo un título de periodista y por eso ejerzo de periodista y en consecuencia soy periodista?, o ¿soy periodista y en consecuencia hago artículos, noticias, etc., y por eso tengo el título de periodista? Le damos tanta importancia al tener, en este caso a tener los títulos, que eso nos desorienta y nos despista de la importancia del hacer y sobre todo de la importancia de ser. SER HACER Y TENER

Cuando orientamos nuestras conductas al tener, nos focalizamos en el símbolo y no en la experiencia. Compartimos como sociedad muchos símbolos: coches potentes, casa en propiedad, dinero abundante, hijos, títulos… Queremos tener esas cosas porque buscamos cumplir el deseo que cada símbolo representa: la admiración de los demás por un coche potente, el estatus social de tener casa propia a poder ser con jardín, la tranquilidad de tener dinero suficiente, el amor de la familia o el prestigio de un doctorado. Y así un larguísimo etcétera de símbolos: amantes, puestos en empresa, destinos de viaje, marcas de ropa…

El problema es que si estamos centrados sólo en el símbolo, cuando conseguimos comprarnos el último modelo del diseñador de moda seguramente por un riñón, lo que en el fondo movía nuestras conductas eran los resultados, justo esos de los que no somos dueños. Buscábamos probablemente cubrir el deseo de admiración de los demás. Pero centrados en el modelito de turno y suponiendo que lo conseguimos, la sensación es efímera, y aunque el deseo esté momentáneamente cubierto, la necesidad que tiene debajo sigue abierta: quizás el reconocimiento, quizás la autoconfianza, quizás la seguridad. No hace falta que les cuente cómo nos sentimos si no podemos conseguir el modelito.

Así que, consigamos o no cumplir el deseo, seguiremos persiguiendo con nuestras conductas otros símbolos para buscar más resultados y encontrar beneficios aparentes que emanan de sólo cumplir el deseo: compasión, falsa seguridad, falsas fuerzas, apariencias...

Sin embargo, cuando nuestras conductas están orientadas a ser más que a tener, nos centramos sobre todo en la experiencia personal que eso que somos o queremos ser, y que esas acciones que emprendemos para serlo, nos generan. Ya no es el resultado de las acciones lo que mueve nuestras conductas, sino que es nuestra intención, y de esa sí que somos dueños.

Llevemos todo esto ahora muy rápido a la Responsabilidad Social Corporativa de las empresas y a la responsabilidad social de cada uno de nosotros. Porque no sé ustedes, pero yo personalmente quiero empresas en el mundo centradas en ser responsables, y no en tener certificaciones o preciosos informes anuales. Quiero empresas orientadas a obtener resultados desde esa Responsabilidad Social que es la más sana de las intenciones a la hora de definir las acciones que pueden emprender para obtener los resultados, y recuerden que de las intenciones siempre somos dueños. Y quiero a personas en esas empresas que hagan exactamente lo mismo: primero querer ser, para así saber más claramente qué hacer y por tanto tener, que ese es el orden más apropiado, en mi opinión, del crecimiento humano y por tanto del crecimiento imparable de las organizaciones.

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