Los deseos se cumplen si se les pone acción

Respons(H)abilidades

Alcanzar lo que deseamos es posible si nos ponemos tareas con fechas, y si evitamos cuatro hábitos peligrosos que, a veces sin darnos cuenta, nos entorpecen el camino

Los deseos se cumplen si se les pone acción
Los deseos se cumplen si se les pone acción
Lola Pelayo

Huelva, 30 de diciembre 2018 - 05:00

Con el final del año llegan los grandes propósitos personales, las revisiones del pasado, los análisis de resultados hasta ahora y, con todo eso, debería llegar también la planificación de acciones. Lo que pasa es que de lo más importante, de la acción, a veces nos olvidamos, y nos encomendamos a argumentos más cómodos como esperar que nos toque la lotería o que las cosas cambien solas. Cuidado con esto. Porque los deseos se cumplen cuando les ponemos fecha y pasan de ser sueños a ser metas, pero sobre todo, cuando nos proponemos acciones para conseguirlos, y las hacemos.

Por todo esto hoy, en el último artículo que la que escribe hará en 2018, quiero compartir algunos hábitos a los que prestar atención para que no se conviertan en frenos, y para que todas las personas de buen corazón –sobre todo las de buen corazón- consigan acercarse el año que viene un poco más a sus sueños.

Y esto no es optimismo mal entendido. Los deseos no se cumplen con sólo desearlos, ojalá fuera así. Pero sí se cumplen cuando les ponemos cabeza fría y corazón grande: cabeza para medir los retos que deberemos superar en el camino y priorizarlos en función de nuestra realidad; y corazón para no desfallecer en ese camino.

La trampa del entusiasmo

El entusiasmo y la motivación que emanan de ese buen corazón que ponemos a nuestros deseos, sobre todo al principio, no son malos, pero pueden ser una trampa si no los gestionamos bien y acabamos saturados, estresados, ansiosos y frustrados.

Así es que pensar que podemos llegar a todo es lo primero a evitar en el camino a nuestros sueños. No somos superhéroes, ni falta que hace.

Fíjense en las personas de su entorno que alcanzan sus sueños y tienen éxito. Éxito entendido como haber conseguido lo que se quiere. Seguro que notan que todas son personas muy activas, es cierto, de las que cualquiera se pregunta cómo pueden atender todas sus obligaciones y compromisos. Pero también notarán que no suelen vivir en el agobio permanente, porque simplemente no lo hubieran conseguido.

¿Y cómo se consigue evitar la trampa del entusiasmo? ¿Cómo evitar caer en ese agobio vital que dinamita nuestros deseos e incluso nos empuja a abandonarlos?

Cuidado con los hábitos de doble filo

El primer hábito en el que podemos caer sin darnos ni cuenta es en el ya comentado de creernos superhéroes, o superheroínas – que en esto las mujeres, por estadística y creencias sociales, caemos con más facilidad-.

Imagínense el escenario. Queremos conseguir nuestro deseo, ese al que le hemos puesto fecha, pero además trabajamos, cuidamos de la casa, atendemos a nuestras familias y nos gusta ir al gimnasio o a correr o a clases de cerámica, por ejemplo… ¿Qué es lo primero que quitamos cuando nos damos cuenta de que el día tiene las horas que tiene y dormir hay que dormir? Sí, yo también lo pienso, solemos dejar lo que, paradójicamente, más nos carga las pilas.

Por eso es tan importante ser realistas, que no pesimistas. Ser conscientes del tiempo que tenemos y repartirlo bien sin olvidarnos de nosotros mismos. Decir que sí a todo no es productivo, ni para uno mismo ni para los demás.

El segundo hábito peligroso donde los haya es automatizarnos en la acción. Hacer, hacer, hacer… Así es como nos sentimos productivos y bien. Nos enganchamos tanto a estar activos que sin querer empezamos a priorizar justo las tareas más automáticas, que no siempre son las más urgentes ni las más importantes.

Sean honestos y revisen si alguna vez no han resuelto una tarea en mitad de una comida de amigos o en su paseo diario con el pensamiento “cuanto antes lo haga…”. O, por no meterle mano a esa tarea que les va a llevar más tiempo, se ocupan antes de vaciar la bandeja de entrada, organizar archivos o limpiar la mesa de papeles.

Hay personas que viven ocupadísimas y no resuelven tanto como parece. El antídoto para esto es revisar permanentemente la importancia y la urgencia de cada cosa que surge: ¿qué pasa si no lo hago yo?, ¿qué pasa si no lo hago ahora? Y desde luego, empezar por esas tareas menos automáticas porque son más complejas, o al menos dejarles espacio, porque suelen ser las más importantes para avanzar hacia lo que deseamos.

Un tercer hábito muy peligroso es querer hacerlo todo perfecto. Está, además, muy asociado a otro hábito demoledor: pensar que nadie lo va a hacer como yo. Lo peor de este último pensamiento es que es cierto. Nadie es igual a nadie, por eso es tan importante saber rebajar las expectativas, tanto de nosotros mismos como de los demás, y estar abiertos sin miedo a los errores tan necesarios para el aprendizaje.

Ser muy perfeccionista puede llegar a ser el hábito que más nos frena, no sólo porque nos dificulta ver un apoyo válido en otras personas, sino porque es la principal fuente de la autocrítica desproporcionada, esa que en el extremo llega a paralizarnos porque casi nada nos parece lo suficientemente bueno.

Y el cuarto hábito a evitar en el camino a nuestros deseos es enredarnos en los detalles y perder la vista del horizonte. Es necesario mantener la mirada puesta en nuestro sueño. Así, por muchas paradas técnicas que necesitemos hacer, o por largo que nos parezca el camino, nunca olvidaremos la razón por la que estamos andando. ¡Feliz año nuevo!

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