Seguridad

La delincuencia se globaliza

  • La tecnología ayuda hoy a identificar a unos 'malos' a los que la Policía Nacional y la Guardia Civil llegaban a conocer antaño hasta por el nombre de pila.

Tres decenios dan para mucho y para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no han pasado en balde. Las cosas han cambiado sustancialmente desde entonces. La modernización de las telecomunicaciones, de los medios técnicos y de los materiales han desembocado en una Policía Nacional y una Guardia Civil actualizadas, con plantillas rejuvenecidas y mejor formadas.

Para conocer la historia, nada mejor que hacerlo desde dentro, con dos de sus protagonistas: el guardia civil Manuel Conde y el policía Manuel Demetrio, ambos con más de treinta años de experiencia en sendos cuerpos.

Demetrio, que desde hace un lustro ejerce como secretario general de la comisaría del Paseo de Las Palmeras, es natural de Badajoz. Su primer destino fue Barcelona, pero para estar más cerca de su familia pidió Huelva como destino. Jamás olvidará aquel primer día en que arribó a la céntrica estación de autobuses de la avenida de Portugal. Corría 1979: "Se me cayeron los palos del sombrajo, pensé que era una estación de la periferia y llamé a un taxi para que me trasladara a la comisaría de la avenida de Italia, pero el conductor me dijo que estaba a la vuelta de la esquina". Aquí empezó su aventura onubense, incorporándose a una plantilla "de no más de 150 personas, menos de la mitad que hoy, y con una edad media superior a los 40 años, mientras que ahora apenas supera los 30".

En los 80, Manuel Demetrio trabajaba en la Brigada de Orden Público (hoy de Seguridad Ciudadana) y "apenas teníamos dos coches Zeta; bueno, más bien eran radiopatrullas de aquellos grandotes".

Hace 30 años "los delincuentes estaban contados con los dedos de una mano" en Huelva. Policías y malhechores se conocían hasta por el nombre de pila y "si uno de ellos había robado, o era Fulanito o era Menganito, no había más". Incluso "nos saludaban por la calle: "Buenos días, don Manuel"; hoy te los encuentras y te perdonan la vida". La criminalidad también ha evolucionado -remarca Demetrio-, avanzando hacia una globalización imparable. "Hoy te roban en el piso y no sabes si el  malo es de Huelva, de Rumanía o de Portugal; te vuelves loco".

Demetrio casi habla con añoranza de aquellos cacos de antes, ladrones de guante blanco la mayoría. Recuerda que en varias ocasiones llegó incluso a "esperar a uno de ellos en el portal de su casa en Isla Chica para detenerlo y que viniera conmigo a comisaría". El trayecto hasta las instalaciones policiales "lo realizábamos en autobús, aunque a veces también se ofreció el delincuente a llevar su propio coche". Y así llegaban a la avenida de Italia, porque ir en coche patrulla era casi una utopía.

Demetrio ha pasado prácticamente por todas las brigadas de la Policía Nacional, desde Seguridad Ciudadana a la Brigada de Información o la Policía Judicial (Estupefacientes y Atracos). Por todas menos por la de Extranjería. Lo aprendió todo de otro compañero ya jubilado, Ildefonso Romero Lima, "un policía de los de antes, de casta". Vivió de cerca la tragedia de la desaparición y asesinato de Ana María Jerez Cano -"pateamos las marismas durante días sin apenas dormir; su asesino era vecino mío, fue algo terrible"- y la de Mari Luz, dos de esas amargas espinas en su trayectoria.

El secretario general de la comisaría onubense subraya la importancia de los avances técnicos, puesto que antaño tanto en la avenida de Italia como en el cuartel de Santa Fe cada grupo tenía "una guía de teléfono, una máquina de escribir y muchas ganas de trabajar, poco más". Ahora no sólo se disponen de las avanzadas herramientas de trabajo de la Policía Científica (ADN, huellas, etcétera), sino de elementos tan indispensables como "un teléfono móvil o internet". En su anecdotario cuenta con "el pionero en el robo de cobre, un chico de Trigueros que no tenía plenas sus facultades mentales y al que le dio por arrancar cada dos por tres el cableado de las farolas de la Ronda Exterior, a la que siempre dejaba a oscuras; el juez estaba tan harto de él que incluso le dio dinero de su bolsillo para que cogiera el autobús y no volviese a regresar de su pueblo".

Ahora, a sus 59 años y alejado de la calle (a su pesar), Manuel a veces solicita a los compañeros que lo lleven a alguna operación para "quitarme el gusanillo".

En el Instituto Armado desempeña su labor el olontense Manuel Conde, destinado en Huelva desde 1979. Siempre ha trabajado en el núcleo de Servicio de la comandancia, realizando labores internas de administración, a las que se acostumbró pronto por aquello de la comodidad horaria y "la calidad de vida", aunque siempre quiso ser motorista del Subsector de Tráfico, como su hijo lo es ahora.

De la evolución del intríngulis burocrático de la Guardia Civil destaca el paso de la máquina de escribir, "la Petrolera le llamábamos", al ordenador. "Primero nos pusieron un DPX que era una centralita que conectaba con varios terminales de la comandancia; era un simple procesador de texto". También destaca la utilización actual de los vehículos de los que se dispone, como los 4x4, que quedan muy lejos "de aquellos Cuatro Latas que había cuando llegué aquí". Conde ha participado en la visita del Papa a El Rocío en 1992, entre otros. Ahora custodia las sedes judiciales de la capital y no piensa retirarse por el momento.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios