Delbosque: ‘Vórtices’, cuando las canciones giran y todo vuelve a su centro
El Gran Teatro recibe este jueves la presentación del EP que reabre el camino de la banda con guitarras afiladas, psicodelia y devoción por la melodía
Hay bandas que trabajan a fuego lento y, cuando regresan, lo hacen con un álbum que parece condensar todos sus vectores. Delbosque vuelve a su casa —al Gran Teatro de Huelva— con ‘Vórtices’ (2024), un EP que captura la temperatura exacta de su identidad: ese punto de encuentro entre el pop-rock independiente de los 90, el noise y el space-rock; guitarras que arañan, capas que se cruzan, distorsión entendida como placer y la melodía como razón última de ser. No es un punto de partida: es una continuidad reformulada tras cinco años sin nuevas referencias discográficas desde ‘Centro de gravedad’ (2019), el EP editado por Lunar Discos que ya señalaba, si es que todavía alguien no lo sabía, que aquí había una banda con criterio, método y ambición de canciones.
José M. Barroso (guitarra y voz), Ale Chaves (guitarra) y Carlos Almagro (bajo) son la columna vertebral de ese sonido. Tres piezas que se ensamblan como un motor perfectamente calibrado: una rítmica con pulso, dos guitarras en diálogo permanente y un timbre vocal que evita imposturas para ir a lo esencial. En directo es donde ese triángulo cobra relieve: desarrollos que suben y bajan, crestas y valles dibujados como si la música fuese un mapa topográfico que se explora a cada compás.
En ‘Vórtices’ se aprecia con nitidez el linaje granadino que el grupo nunca ha escondido: ese modo de entender la canción indie que Los Planetas convirtieron en escuela —romanticismo ruidoso, electricidad contenida, catarsis en el estribillo— y que aquí se filtra con una personalidad propia. “Los Chupasangre” es un ejemplo perfecto: una pieza que te empuja a un viaje psicodélico con aromas de finales de los 60 y principios de los 70, guiada por un bajo que muerde y por guitarras que, cuando abren la compuerta del feedback, te plantan frente a un torbellino perfectamente domado. Y “Dentro de mi cerebro” remata esa declaración: un mantra melódico que se agarra a la cabeza, distorsión y brillo caminando juntos, la prueba de que el grupo domina la tensión entre ruido y claridad. Ambos singles sirvieron de anzuelo antes de la salida del EP, grabado en Pancake Analog Recordings (2023) con el reconocido Fernando Zambruno a los mandos de la producción y masterizado en Kadifornia, un detalle técnico que explica la pegada y el grano del conjunto.
El itinerario de Delbosque permite leer ‘Vórtices’ como una consumación. En 2013, el EP homónimo presentó a la banda con una carta clara: guitarras y melodía sin artificios. ‘Interferencias’ (2016) —único LP hasta la fecha, grabado un año antes en Grabaciones Sumergidas y señalado en su día por cabeceras y radios especializadas— elevó el listón y fijó la idea de “disco total”: canciones atléticas, producción que empuja, ambición narrativa. ‘Centro de gravedad’ (2019) fue el punto de reposo y precisión: menos velocidad, más intención, más espacio entre partes para dejar que el ruido respire. ‘Vórtices’ mantiene esa filosofía, pero con una paleta renovada, como si la banda hubiera pulido el lenguaje hasta dejarlo en el hueso.
La trayectoria en directo explica por qué este 9 de octubre es más que una fecha en el calendario. En estos meses, tras publicar el nuevo trabajo, Delbosque ha sumado citas de peso: el ciclo Cantero Rock de la Universidad de Huelva y el festival Islasónica en Isla Cristina, dos escenarios donde su propuesta se entiende sin traducción: electricidad orgánica, crescendos milimetrados y un control del espacio sonoro que convierte cada bloque en una pequeña épica. El Gran Teatro —hogar y termómetro a la vez— se presenta como el lugar natural para medir hasta dónde ha crecido el proyecto y para devolverle a una legión de fieles el mismo calor que han sostenido durante la travesía.
No es casual que una banda con esta querencia por el detalle forme parte, también, de la memoria reciente del indie en Andalucía. Ahí están su participación en Monkey Week (2015 y 2019) —incluida la Batalla de Bandas de Hoy Empieza Todo—, la apertura para Lagartija Nick en el ciclo POP CAAC, su presencia en el Día de la Marmota sevillano o su live para Al Sur Conciertos (RTVA). A esa red de afinidades se suma el gesto simbólico de Lunar Discos al incluirlos en ‘Inercia. El párpado del puercoespín (Homenaje a Lagartija Nick)’ (2017), compartiendo surco con Triángulo de Amor Bizarro, León Benavente, Amaral o Niños Mutantes: un certificado de pertenencia a una tradición que Delbosque ha ido reescribiendo a su manera.
También están los premios que jalonan el camino (Queixo Maquetón, Nueva Escena Independiente Andaluza, Zafarraya Sound, finalistas en Grupo Revelación Contempopránea, vencedores de Doñana Rock Museum), hitos que valen por lo que son —reconocimiento de oficio— y por lo que significan: que el proyecto ha sabido convencer en plazas muy distintas, más allá de la querencia local. ‘Vórtices’ llega así con una pista de aterrizaje despejada, con portadas cuidadas (obra de Profeta Garrido) y con esa coherencia estética que, en tiempos de consumo veloz, marca la diferencia entre publicar y presentar un trabajo.
Escuchado de corrido, el nuevo EP deja una sensación nítida: Delbosque escribe canciones de largo recorrido. Canciones que admiten la primera emoción —ese estribillo que entra a la primera—, pero que piden volver a ellas para descubrir texturas, pequeños hallazgos, giros armónicos que no buscan exhibición sino eficacia emocional. Es ahí donde encaja el guiño granadino: menos pose y más visión; menos fuegos artificiales y más control del ruido. La psicodelia aquí no es disfraz, es lenguaje.
Por eso el concierto de este jueves es la consagración de una manera de entender la música y de una relación con la ciudad que se ha hecho grande a base de constancia. Delbosque ha vuelto con un EP que hace honor a su título: canciones que giran y te arrastran hacia dentro, donde están el pulso, la melodía y esa emoción que no necesita subrayados. En el Gran Teatro, ante un público que ya no es solo fiel sino múltiple, la banda confirmará que, cuando una propuesta encuentra su órbita, lo demás es dejarse llevar por la fuerza del giro. Y Huelva sabrá celebrarlo.
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