Conciliación familiar, hablemos
Club MKS Huelva
La pregunta sobre dónde estaremos en cinco o diez años pierde sentido si ignoramos cómo vivimos hoy. La conciliación familiar aparece como reto urgente en la vida cotidiana
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¿Cómo te ves dentro de cinco años, y dentro de diez? Esta pregunta tiene delito, te arrincona sin compasión y debes venderte rápidamente algo creíble para no entrar en colapso emocional.
Un día cualquiera se compone de 86.400 segundos, con sus pensamientos e ideas, más o menos conscientes. Cada vez cuidamos más la inflamación en nuestro cuerpo, ya sea con ejercicio físico, alimentación saludable, yoga, hobbies, playa, campo, reuniones familiares, terapias, frases mil y, sobre todo, nuevas aventuras laborales o empresariales que inspiren nuestro corazón algo estresao.
¿Cómo me veo dentro de cinco años? Te preguntas
Cinco años no existen y mucho menos diez, al menos a nivel celular. La ciencia dice que en tan solo 6 meses nuestro esqueleto entero ha renovado todas y cada una de ellas, sin por ello desechar la memoria de nuestra historia, todo guardado en cajoncitos curiosos. ¿Podría ser que dentro de cinco años la vida se mantenga exactamente igual que hoy en las dinámicas y quehaceres diarios?
Entonces, ¿sigue siendo la pregunta válida?
No para tu cuerpo, inconformista infinito. La mente sabe lo que hacemos hoy, como giran tus rutinas hoy, como respiras, como te miras, cómo tomas conciencia de tu educación de apegos con impaciencia y amor, hoy. No sabe qué harás mañana, por donde tirarás, no existe y no se puede cobrar por adelantado.
Sin embargo, nuestro cuerpo sí que sabe que hoy, una vez que te descalces en la naturaleza, habrá una relajación, se vaciará. Se llama toma de tierra y te lo agradecerá con un reseteo maravilloso de pensamientos inflamados, siempre lo hace, es así de generoso si se lo permites.
Puede que te visualices en la playa o en el campo con tus perros, una pequeña huerta, una casita linda, durmiendo quizás bajo las estrellas, incluso relajada o relajado disfrutando de tardes vacías de prisas, viendo las estaciones pasar, observando amaneceres oscuros descalza o descalzo sobre estas tierras de nuestros ancestros, como el Andévalo, con la mente calma y absorta en largas conversaciones con tus mascotas, fascinada con tus gallinas haciendo de las suyas, quizás un pavo y ese simpático ruidito que hace, y sobre todo renovando esa infinita capacidad de fascinación que Dios nos ha dao como habitantes de la Tierra que somos.
De estos sueños a la rutina diaria hay un salto cuántico y sospecho que la conciliación familiar puede hacer de puente, aunque sea aún extraña y nueva para nuestra agenda y educación de ideas de negocios infinitas a desarrollar. Nos la hemos saltao una y un millón de veces al día durante la infancia de nuestros hijos. Hablo de las madres de mi generación. La conciliación familiar es un nuevo programa, tan innovador y saludable para la humanidad y sus conquistas del paraíso, que nos la tienen que imponer. Es extraña y lejana, siempre estuvo pero de otro modo menos atractivo.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Queda todo por hacer, mucho marketing social apoyado por las empresas públicas y privadas, por el gobierno y por nuestros pueblos, para sacar las pelusillas ya obsoletas de ser ama de casa por imposición. Pero sobre todo un mirar hacia dentro como mujeres, hermanas, como madres de nuestros futuros líderes, artistas, educadoras, albañiles, inventoras, astronautas, cocineros, agricultoras, etc.
¿Dónde empieza y termina la conciliación familiar?
De nada sirve tener todas las regalías de una conciliación familiar perfecta, muy a lo escandinavo, si en nuestro corazón de niñas supersónicas aún ansiamos obtener el reconocimiento de mamá, de papá, del clan. Como madres se nos hace imposible parar, nos sobran capacidades, habilidades y ganas. Puede que a la conciliación familiar le falten nuevos enfoques, en los que ellos disfruten sin complejos ni juicios de ejercer en casa, mientras que nosotras… Bueno, nosotras ya nos comemos el mundo, solo faltan algunos ajustes: el más difícil conseguir que la culpa deje de perseguirnos con la persistencia propia de una sombra.
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