La compra en familia

No protagoniza ninguna serie televisiva de las que están de moda pero perfectamente podría encajar en un buen guión. Pepi trabaja en un supermercado de barrio, de esos en los que los clientes más que clientes forman ya parte casi de la familia. El suyo está en El Matadero y llegó (hace ya siete años) con más de una década de experiencia a sus espaldas en otra firma de las mismas características. Y se enorgullece del ambiente que se respira en el comercio, tanto por la relación que mantiene con sus compañeros como con el trato con los clientes. A diferencia de otro tipo de supermercados o de las grandes superficies, señala, "aquí vienen todos los días prácticamente las mismas personas, tenemos un trato muy cercano y casi de familia". No hay pausa pero tampoco prisas. Pepi es una d e las muchas mujeres que tienen que conciliar la vida laboral y familiar y, de hecho, en estos momentos tiene una reducción de la jornada para poder estar muy cerca sus dos hijos (la pequeña tiene solo dos años). Lo tiene claro: "Cuando la niña sea algo mayor y no necesite tanto de mi, volveré al horario normal", un regreso que no es incompatible con el hecho de que ella misma se autodefina como una mujer "de mi casa". Su papel de enlace sindical dentro de la empresa para la que trabaja le ha permitido conocer, y por tanto valorar, la filosofía que de la empresa, filosofía que imprime directamente el propietario en todos los establecimientos de la cadena de supermercados. "Resulta muy positivo conocer a fondo la empresa y a los empleados, hasta el punto de estar al corriente incluso de si tienen problemas". Con sus años de experiencia, asegura que la crisis que atraviesa medio mundo no se está haciendo notar en exceso en el establecimiento, al menos de momento. La explicación no es otra, según Pepi, que el hecho de que la gente pase más o menos apuros económicos las obligue a quedarse en casa y a hacer menos gastos fuera. Es más, en el super, hay puntas de mayor ventas que en una situación de normalidad económica.