Una cómoda Historia Menuda: La silla (I)
Historia menuda
En la Edad Media, las sillas eran muy abundantes peor poco cómodas; en el Renacimiento tomaron numerosas formas y estilos l Desde tiempo inmemorial, las sillas ocupaban las calles en el verano
LA silla ocupa en el total del mobiliario un lugar muy poco preponderante y parece que, con ser tan natural su existencia, no posee ni arte ni historia. Sin embargo, ocurre todo lo contrario, y de su existencia ya se tienen noticias en tiempos de los egipcios. En la Edad Media, las sillas eran muy abundantes pero poco cómodas. En el Renacimiento tomaron numerosas formas y estilos. Esta Historia Menuda la vamos a dedicar a las vicisitudes de las sillas en nuestra capital.
Desde tiempo inmemorial, las sillas ocupaban parte de la mayoría de las calles de la ciudad en la época canicular:
"... La vida de los primeros vecinos de esta arteria (se refiere a la calle Luis Braille) parece que la hacían en plena calle. Ese fenómeno, tal habitual en muchas localidades por el carácter altamente sociable de los onubenses, alcanzaba especial relevancia entre sus gentes. En verano, se sacaban sillas a las puertas y se charlaba hasta la una o las dos de la madrugada, momento en que la jornada laboral que comenzaba horas más tarde les demandaba levantar el sitio…".
En este sentido, en las casas de sólo una planta en fechas caniculares se hacía casi inevitable que los vecinos sacaran sus sillas y charlaran, durante unas horas, de lo divino y de lo humano. En este sentido, las Ordenanzas municipales nunca han visto con buenos ojos esta costumbre. Así, en el diario La Provincia del 22 de julio de 1899 se preguntaba:
"Preguntamos a quien corresponda, ¿Está permitido en las Ordenanzas municipales que los vecinos de algunas calles de esta población interrumpan el paso a los transeúntes, colocando en las aceras sillas y formando corros familiares?
Si no está permitido bueno sería que a los agentes de la autoridad se les recomendara no permitan tales abusos que dicen muy poco de una población como Huelva que se llama capital".
Esta costumbre se ha derrumbado como un castillo de naipes porque la mayoría de las viviendas actuales tienen varias plantas y parece una idea descabellada bajar del piso donde se viva con una silla para instalarla en el portal de entrada.
En los últimos años del siglo XIX, los templos carecían de las bancadas actuales y, por tanto, tenían que utilizar sillas en los ejercicios divinos. Así pues, algunos párrocos vieron que proporcionar sillas a los fieles sería un negocio muy lucrativo. Esta circunstancia llegó a oído del Sr. arzobispo que mandó un escrito a todas las parroquias prohibiendo el alquiler de las sillas. Acerquémonos al diario La Provincia del 4 de marzo de 1899, en el que podemos leer:
"Queda prohibido todo comercio en los templos", dice el Ilmo. Sr. arzobispo de nuestra diócesis, y, sin embargo, en algunas iglesias continúa el negocio.
El precio fijado para obtener una silla es el de cinco céntimos con sello móvil".
Hurgando en la herida, días más tarde, el mismo cauce informativo señalaba:
"Hemos oído decir que el señor cura párroco de la Concepción piensa adquirir cuatro magníficos blandones dorados, con el provecho del alquiler de sillas en dicho templo.
No sabemos si será verdad, pero…".
Fue pasando el tiempo y las cosas continuaron igual, eso sí, conociendo la reputación de don Pedro no hay la menor duda de que aliviaría muchos pesares que hasta él llegaran. El 9 de mayo de ese mismo año visitó la parroquia de la Concepción un hijo de Caco y ocurrió lo que sigue:
"Ayer por la mañana fue robado en la parroquia de la Concepción, el cepillo en que se depositan las perras producto de alquiler de sillas de dicho templo.
El ratero no ha sido habido hasta ahora.
Gracias que alguna vez se ha conocido el paradero del producto de ese impuesto".
Días después, nuestra opinión se convertía en axioma según podemos leer en el diario La Provincia del día 12 de junio de 1899:
"Tenemos noticias de que el producto de arriendos de las sillas en la parroquia de la Concepción, viene invirtiéndose desde hace algún tiempo en obras benéficas, y deseamos saber cuáles son éstas, para darlas a conocer al público, y tributar nuestro sincero aplauso".
En reiteradas ocasiones, ver determinados espectáculos sentados ha ofrecido posibilidades económicas a determinados grupos. Así, en la sesión municipal del 5 de agosto de 1911, hubo una "Moción verbal de un señor concejal sobre instalación de sillas por cuenta de la Asociación de la Caridad…".
En marzo de 1912, instaló sus reales en la plaza San Francisco el circo de José Aragón. Vino por una semana y como fue exitosa su estancia en Huelva, solicitó, y le fueron concedidos unos días más de actuaciones. En el nuevo período de estancia, ocurrió un desagradable asunto:
"En la Jefatura de Vigilancia fue denunciado el guarda del circo instalado en la Plaza de San Francisco, el cual había sustraído del local encomendado a su custodia, 40 sillas, de las que había vendido cuando fue detenido 24 vendidas a dos reales cada una…".
En estos primeros años del siglo pasado, surgen, procedentes de Gran Bretaña, una innovación de las sillas, las plegables. En nuestra ciudad, comenzó a venderlas Casa Novelty, que mandaba insertar el siguiente anuncio en la prensa local en las vísperas de los veranos de 1912, 1913, 1914…, y en el que advertimos el afecto que los británicos siempre le han prodigado a su soberana:
"Sillas plegables "Victoria". Las más baratas y fuertes. Propias para jardín, playas, patios y establecimientos. Casa Novelty".
Cuando en el sauzal sesteaba enero, por aquello del frío y de que no se podía salir a la calle, los juegos se desarrollaban en los interiores de las casas. Así, se ponían varias sillas unas detrás de otras y se jugaba a que aquello era un tren. También se les hacía la competencia a los profesionales del circo dando vueltas de campana, saltando acrobáticamente, etc.
La presencia de las sillas se hacía inevitable cuando llegaba por estos lares algún circo. Así, acerquémonos a ver el Berlín Zirkus que ha llegado a nuestra ciudad. Corre el día 24 de abril de 1970:
"… El circo alemán trajo, como siempre, un espectáculo en el que no faltaban leones, tigres, panteras, elefantes, en definitiva, treinta atracciones mundialmente famosas.
Su debut constituyó todo un triunfo en lo artístico y en lo económico, ante el numeroso público onubense que casi llenaba por completo sus magníficas instalaciones de palcos, sillas de pista y gradería, dentro de una gigantesca carpa, instalada en el espacio que ya se contaba para estos grandes espectáculos, en la Barriada de Tartessos…".
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