Manuel Flores Caballero

Por qué Colón no pudo entregar al Gran Kan la carta de los Reyes Católicos

El autor ahonda en el enigma del almirante y los motivos que le impulsaron a proponer la navegación hacia Occidente en busca de las Indias desde el puerto de Palos de la Frontera

Cristóbal Colón en uno de los frescos de Vázquez Díaz en el monasterio de La Rábida.
Cristóbal Colón en uno de los frescos de Vázquez Díaz en el monasterio de La Rábida.

09 de septiembre 2024 - 05:00

EL objetivo del primer viaje de Cristóbal Colón y los hermanos Pinzón a las Indias, ciertamente, era un compromiso adquirido por el Almirante con los Reyes Católicos, pero la evidencia de la realidad es que él estaba enmascarando su verdadero proyecto para partir con una expedición a unas islas situadas en la parte occidental del Océano Atlántico y nada tenía que ver con el Gran Kan.

Él llegó, tras el viaje por la denominada ruta occidental, a las islas de las que poseía una información que mantuvo siempre en secreto. En ningún solo momento tuvo el menor reconocimiento a los marineros que hicieron posible la gesta e incluso el propio descubrimiento, muy especialmente hacia Martín Alonso Pinzón y a sus hermanos. 

Cuando profundizamos en la controvertida personalidad de Cristóbal Colón, nos encontramos con una abrumadora e inagotable cantidad de bibliografía, tanto sobre sus orígenes, su familia, su lenguaje, sus fuentes bibliográficas, su vida personal, e incluso sobre las diferentes ubicaciones de sus restos mortales. 

Lo que sí es cierto y loable fue su constancia. Fueron siete duros años los que luchó, de manera incansable, por su proyecto. Él ofrecía navegar –por la ruta occidental– a unas lejanas islas situadas a la otra orilla del Océano Atlántico, que hábilmente prometió de manera permanente como las Indias y las islas de las especies, hasta que con los Reyes Católicos firmara, el 17 de abril de 1492, las denominadas Capitulaciones de Santa Fe. 

Es muy posible que todo cuanto acontece a una persona tan enigmática, como fue Cristóbal Colón, sea objeto de continuas y permanentes interpretaciones y revisiones, dado que siempre mantuvo en estricto secreto todo lo que a él concernía.

Son también muchos los criterios jurídicos y contractuales emanados sobre las Capitulaciones de Santa Fe. Lo que Colón esgrimía como verdaderamente novedoso, y chocaba con el conocimiento de las juntas de los sabios formadas por geógrafos, astrónomos y navegantes, era que, según sus argumentos, se podía ir a las Indias por una nueva ruta marítima hacia el Occidente ubicadas a 750 leguas (3.000 millas o 4.432,5 kilómetros) de distancia, a partir de la zona más occidental de las Islas Canarias. 

Como decimos, el origen de esta información es uno de los más acusados secretos que mantuvo guardado el genovés durante toda su vida. Motivo por el que jamás agradeció, ni reconoció, la personalidad del que tan generosamente se la había proporcionado. 

Pese a su ocultismo, destacamos un pequeño destalle que nos resulta convincente, como es que, para ir a unos destinos tan lujosos con casas con los tejados de oro, llevara como regalo para los nativos espejitos, vidrios, cascabeles, etc. objetos más propios para una población mucho más primitiva.

El 4 de septiembre de 1479 ya se había firmado entre Castilla y Portugal el Tratado de Alcaçovas-Toledo, que impedía a los castellanos la navegación por debajo del Cabo Bojador, en las costas africanas. Sin embargo, él también conocía, posiblemente por el mismo medio de información, que los marineros de los puertos ubicados en el golfo de Cádiz eran grandes expertos de las corrientes marítimas y de los vientos náuticos de las costas africanas, de ahí su llegada al puerto de Palos.

Los argumentos utilizados para ir a las Indias por la ruta occidental no convencen ni a la junta de geógrafos y astrónomos portuguesa, ni a los sabios de la Universidad de Salamanca, ni a los expertos de los demás países europeos con los que conectó, dado que la distancia a las Indias era muy superior a las 750 leguas que él sostenía.

Las divergencias en los cálculos eran tan abrumadoras que no pudo convencer a los expertos, ni utilizando las leguas árabes o las italianas, o las diferentes dimensiones que (en la época) se manejaban sobre la periferia del planeta, esas discrepancias no se justificaban. 

Donde estaba la diferencia con los sabios de la época, tal y como se comprobó tras realizar sus cuatro viajes. La circunferencia de la tierra es de 40.075 kilómetros, aunque en la época se conocían por aproximaciones. Por lo que navegar a las Indias (sin tener en cuenta –porque se desconocía– que en el camino había un gran continente) suponía navegar al menos unos 20.037,5 kilómetros (3.390 leguas), sin tener en cuenta que en navegación hay que apreciar que las distancias se hacen mayores por los vientos y las corrientes, y no los 4.432,5 kilómetros (750 leguas) que él sostenía.

Conociendo la existencia de unas islas al otro lado del Océano Atlántico, y tras el rechazo de las diferentes juntas de los sabios a su proyecto, para poder conseguir los medios suficientes para realizar la expedición, le era preciso crear –sin más remedio– un relato que le permitiera convencer a los diferentes soberanos, dado que no tenía más alternativas que crear atractivos argumentos irrefutables. Por ello se ilustra de una amplia bibliografía entre las que cabe destacar el Libro de las maravillas de Marco Polo, sobre las riquezas en metales preciosos existentes en Cipango, Catay (actual China) y la India. Pero, lo que debió predominar en su relato, como buen cautivador y vendedor de libros, fue el ofrecimiento a los monarcas del mejor y más lucrativo negocio de la época, conseguir una ruta más corta para llegar –por Occidente– a las islas de las especies: Las Molucas. Desde la toma de Constantinopla en 1453, las especies alcanzaron en los mercados precios insospechados. Portugal disponía de la Bula Papal para descubrirlas, por la ruta oriental, navegando hacia el Sur por las costas africanas y atravesando el océano Índico.

Van a ser los grandes acontecimientos de la época los encargados de desmontar su magnánimo relato, dado que nada tenían que ver con la realidad.

Son los portugueses los que protagonizan, por la conocida ruta oriental, o la ruta de las especies, la llegada de Vasco de Gama al puerto de Calcuta, en la India, el 20 de mayo de 1498, mientras que Colón no había salido de las Islas del Caribe.

Es más, es Américo Vespucio el que afirma que las tierras descubiertas no eran las Indias, como mantenía Colón, sino que eran un Nuevo Mundo, motivo por el que en las publicaciones de los mapas de la época sobre el nuevo continente toma su nombre: América.  

La preocupación de los Reyes Católicos, todavía en vida de la reina Isabel, que fallece el 26 de noviembre de1504, no es otra que buscar un paso de conexión, en el Nuevo Mundo, para llegar a las Indias y a las islas Molucas. Para ello, le encargan a Colón sus dos últimos viajes: el tercero (30 de mayo 1498 – 25 de noviembre 1500) y el cuarto viaje (9 de mayo 1502 – 7 de noviembre 1504), expediciones realizadas sin éxito alguno. 

Es Vasco Núñez de Balboa el que descubre en 1513 la existencia de un mar por detrás de las tierras descubiertas, al que denomino el Mar Menor (que Magallanes llamó Océano Pacifico) y más tarde, en 1520, es el propio Fernando Magallanes el que descubre el único paso a las islas de las especies, que es el estrecho que lleva su nombre. 

Lo que Colón nunca pudo imaginar es que sin el incuestionable apoyo de Martín Alonso Pinzón y sus hermanos dio lugar al descubrimiento de un Nuevo Mundo, Las Américas.

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