Los cohetes de las procesiones

Una buena tirada de fuegos artificiales es un elemento indispensable de cualquier acto procesional, ha tomado un rumbo imparable sin importar la cantidad, horarios o motivos

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Un hombre tira un cohete en El Rocío. / Alberto Domínguez
Pedro Cintado

Huelva, 31 de julio 2023 - 05:00

Bien claro está quedando que en las procesiones de gloria actuales, los cohetes, o más bien, una buena tirada de fuegos artificiales es un elemento indispensable de cualquier acto procesional que por su categoría, se precie. Y a las pruebas me remito a los últimos ejemplos vividos en las procesiones de nuestra ciudad. ¡Qué pechá de cohetes! Creo que la cosa va a más, que todo esto ha tomado un rumbo imparable sin importar la cantidad, horarios o motivos. En su contra, solo he escuchado algunas quejas de pequeños grupos sociales formados por niños, enfermos y animales de compañía que lo pasan mal con el sonido de la cohetería.

Poco porvenir le veo a estas reclamaciones ante la fuerte demanda de esta nueva moda ¿religiosa?. Algunos pensarán que en ese matiz puede estar la solución: que los curas saquen un “decreto especial” moderando e incluso prohibiendo las tiradas de fuegos de artificio en las procesiones religiosas de la diócesis. Pues no me atrevería a decir que la medida tendría un resultado apetecible para todos. Como ejemplo anecdótico y simpático, mirad lo que ocurrió en el pueblo onubense de Cañaveral de León durante la procesión de su patrona santa Marina, y que así narraba el diario La Provincia en el verano de 1905.

“Después de celebrada la función religiosa organizose la procesión, y como al salir la referida imagen no se dispararan cohetes por carecer para ello de recursos la fábrica de la parroquia, el alcalde, que presidía el acto en completo estado de embriaguez, comenzó á remedar el estampido de los cohetes, al mismo tiempo que gritaba desaforadamente: Fuego á la Virgen!! Fuego a Santa Marina!! Una buena parte del público que presenciaba el paso de la procesión, secundó al alcalde en sus desatinadas manifestaciones, lanzando toda clase de imprecaciones contra el cura y el sacristán, por haberlos privado de ver volar por los aires los cohetes y ruedas”.

En medio de tanta confusión, tal como nos indica el referido diario, la imagen fue devuelta al templo “donde también penetró el belicoso alcalde, pretendiendo detener al cura y al sacristán”, cosa que evitó la Guardia Civil que se personó en el sagrado recinto. Debido a la actitud agresiva de los numerosos vecinos, el cura fue custodiado por dicha fuerza hasta su casa, “pues por nada ni por nadie le perdonaban los vecinos de Cañaveral de León el haber suprimido en la procesión los fuegos artificiales”.

No sé si la eclesiástica sería una buena solución a realizar, pues el personal no está dispuesto a olvidar lo ocurrido tan fácilmente. De hecho, durante la madrugada del día siguiente en Cañaveral de León, “un numeroso grupo de vecinos que se situó á la citada hora frente a la casa del párroco de dicho pueblo, apedreó el edificio en medio de gran gritería”.

Para colmo y a consecuencia de los escándalos ocurridos, el gobernador civil de Huelva tuvo que actuar y decretó la suspensión del alcalde, principal promotor de los hechos, más propios de la cómica serie italiana Don Cammilo e Peppone.

Así que antes de seguir buscando posibles soluciones, mejor dejamos las cosas tal como están y esquivamos ese terreno tan pantanoso. Por cierto, este año nos han prometido dos sesiones de fuegos artificiales en las Fiestas Colombinas. Espero que sean del agrado del personal asistente y cuidado con el consumo de ponche, más si es de El Navajazo.

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