La otra cesta de la compra

Las tiendas de Cáritas e Intermón Oxfam ofrecen una amplia variedad de artículos procedentes de cooperativas de países empobrecidos y de numerosos proyectos de cooperación internacional

Flor González, responsable de la tienda de Cáritas, en Cantero Cuadrado, 1.
Flor González, responsable de la tienda de Cáritas, en Cantero Cuadrado, 1.
Elena Llompart Huelva

18 de mayo 2015 - 01:00

El pasado 9 de mayo se celebró el Día Mundial del Comercio Justo, un movimiento que fomenta una relación comercial voluntaria y justa entre productores y consumidores. El lema de este año, Tira del Hilo, se ha centrado en luchar contra las injusticias que se producen en el sector textil, en el que 21 millones de personas en el mundo están sometidas a trabajos forzosos, explotación y una situación laboral más que precaria.

Tal y como explicó Javier Rodríguez, de la Otra Orilla, en un reciente artículo publicado en este rotativo, 'tirando del hilo' de la prenda que se adquiere en la tienda de comercio justo se puede llegar hasta proyectos en los que sus trabajadores cobran un salario digno, ven respetados sus derechos, se cuida al medio ambiente y el beneficio de la actividad va destinado a proyectos que redundan en la comunidad.

En Huelva hay dos tiendas de comercio justo -Cáritas e Intermón Oxfam- y una cooperativa, Consumo Gusto SCA, que apuestan por este sistema comercial solidario y alternativo para mejorar el acceso al mercado de los productores más desfavorecidos y cambiar las injustas reglas del comercio internacional.

Flor González, responsable de la tienda Cáritas (ubicada en el número 1 de la calle Cantero Cuadrado) muestra orgullosa los artículos que acaba de recibir procedentes de cooperativas de artesanos de Palestina que trabajan la madera de olivo y la cerámica típica de su tierra.

Según relata, en países empobrecidos como este, el inconveniente de las producciones locales es que no existe una estructura óptima para desarrollar una empresa o comercializar los productos. Por ello, la acogida de estos productos en la red interdiocesana de Cáritas a nivel nacional implica que la comercialización sea posible y que para los productores tenga sentido el taller que, en su inicio, arranca con un seguimiento de Cáritas pero que en ocasiones prosigue y desarrolla estructuras más avanzadas.

Entre los productos más demandados de la tienda, en la que trabajan hasta veinte voluntarios, figuran los pañuelos de algodón de Mauritania. Tanto es así que la próxima importación que llegará ya está prácticamente adjudicada. Tal y como explica Flor, estos pañuelos proceden de un proyecto de mujeres fruto de colaboración de Cáritas Mauritania y Cáritas España, que trabajan en colaboración para impulsar actividades de sensibilización y proyectos de inserción laboral y promoción.

De ahí surgió esta iniciativa de elaboración y comercialización de pañuelos realizados por mujeres, elaborados artesanalmente uno a uno con algodón y tintes adquiridos en los mercadillos locales. Las mujeres que participan en estas cooperativas son acompañadas en la formación y capacitación en actividades económicas que permitan su inclusión en el tejido asociativo local. Además se desarrollan con ellas actividades de educación ciudadana (democracia, derechos humanos, cultura de paz), recreativas, culturales y deportivas.

Los pañuelos de seda de la India (de Semillas para el cambio, una ONG independiente), y la cestería de mimbre y las zapatillas de Bangladesh, fruto de un proyecto realizado fundamentalmente por mujeres, también han tenido mucho éxito. De hecho, en la tienda sólo queda una esterilla de este último proyecto.

Tras la Guerra de lndependencia (1971), Cáritas Bangladesh capacitó a las mujeres rurales del centro de Jagorani durante ocho semanas en la producción de artesanía de yute. Con ello conseguían un empleo a tiempo parcial en sus hogares obteniendo ingresos adicionales para sus familias. En 1973, apoyado por organizaciones internacionales, comenzó la exportación de artesanías, principalmente de yute.

Ahora el proyecto se organiza en cooperativas de artesanas por todo el país. Hay 156 grupos con 3.372 mujeres y 143 hombres establecidos en 19 distritos de Bangladesh. En el campo la supervisión la llevan los líderes comunitarios y las visitas periódicas y monitoreos del departamento de desarrollo aseguran el desarrollo holístico de los artesanos y sus familias.

Pero en la tienda de Cáritas también hay productos locales, como los procedentes del taller Artesanos, en el que personas sin hogar del Centro Puerta Abierta realizan artesanías por las tardes, mientras toman un café. Trabajando con goma Eva han creado muñecas de comuniones, ratoncitos y flamencas que tienen una alta demanda. Como también la tienen los productos donados por el taller de reinserción del centro penitenciario onubense, donde los reclusos trabajan la madera, la forja, la cerámica o la marroquinería.

Según comenta Flor, el precio de todos estos productos es "muy económico", ya que se trata de importaciones directas de Cáritas. "No hay intermediarios y el trabajo del personal de la entidad es voluntario", apunta. Sin embargo, los productos alimentarios, como el cacao, el café o el té, que también se venden en la tienda, no son importaciones directas de Cáritas, sino de los distribuidores de la red de comercio justo. "Al consumidor general el precio le podría parecer elevado, si bien no lo es en absoluto al analizar lo que hay detrás de estos proyectos, los criterios de certificación de salarios dignos, por ejemplo", señala.

"Esos precios, por justicia, tienen que ser un poco más elevados. El café y el cacao cotizan en la bolsa de Londres pero los países que cuentan con esa riqueza tienen a trabajadores en unas condiciones laborales pésimas", comenta Flor.

Con su venta, tal y como señala, se busca sensibilizar en el comercio responsable y que el consumidor, a la hora de comprar algo, se pregunte qué hay detrás, más allá de consumir por consumir. "No hace falta comprar una cesta, pero sí un producto, y así ya estoy dando mucha información a la economía internacional de que cada vez hay más gente que apuesta por este sistema", concluye.

Desde hace diez años, Intermón Oxfam cuenta con una tienda de comercio justo en la capital onubense, ubicada actualmente en el número 14 de la calle San José y en la que trabajan varios voluntarios.

Uno de ellos, Daniel Mata, explica que todos los productos que se venden proceden de proyectos de cooperación internacional en los que, aparte de que la gente trabaja por un sueldo digno y de que se fomenta la igualdad salarial entre hombres y mujeres, se ayuda a que los niños vayan a la escuela o a que se invierta en sanidad.

"Se invierte en las comunidades de forma que, una vez que sus miembros empiecen a tener beneficios, esos beneficios reporten en la comunidad", indica mientras muestra productos de cosmética, decoración y textil procedentes de la India, donde Intermón trabaja para que las mujeres, que constituyen el sector más desfavorecido de la sociedad, salgan adelante a través de talleres. Para ello, se intenta implicar también a sus maridos, de modo que formen y se sientan parte del negocio y no pongan impedimentos en una sociedad que es machista, equiparando así a los dos sexos.

Junto a la zona de comercio responsable -en la que se venden linternas con dinamo, relojes para cronometrar el tiempo de la ducha, lápices de cera, libretas de papel reciclado o bolígrafos confeccionados con plástico de botellas de agua- lucen bolsos, blusas y otras prendas de Veraluna diseñados por Judith Mascó. Complementos de Nepal, estuches, álbumes de fotos y carteras también pueden adquirirse en esa tienda que, según cuenta Sonia Maraver, voluntaria de Intermón Oxfam, cuenta con una red fija de clientes que "vienen semanalmente".

"Los productos no son caros, aparte de que han sido fabricados de otra forma y no tienen nada que ver con los que se encuentran en grandes almacenes, que no están pagando el salario justo. Estos son los precios que deben tener porque no se explota al trabajador", asegura.

Entre los productos estrellas están el café, algunos de ellos procedentes de una cooperativa de mujeres de Nicaragua, así como el chocolate y el te; y entre los más vistosos y exclusivos, la bisutería de la India, a precios muy económicos.

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