La carta de Carmen pidiendo su cese laboral "no estaba firmada por ella"

doble crimen de almonaster | tercera sesión del juicio

Ni a sus compañeras en la Junta ni a sus jefes les cuadró la rúbrica o la forma de abandonar un empleo que "la hacía feliz"

De espaldas, Genaro Ramallo, en el momento en que el tribunal de la Sección Tercera le indicaba sus derechos.
De espaldas, Genaro Ramallo, en el momento en que el tribunal de la Sección Tercera le indicaba sus derechos.
R. Rendón Huelva

09 de octubre 2014 - 01:00

Tercera sesión de la vista oral por la que se trata de dilucidar si Genaro Ramallo es inocente o culpable de los asesinatos de Carmen Espejo y el hijo de ambos, Antonio Ramallo, de 10 años, en agosto de 1993. Diez testigos comparecieron ayer ante el tribunal de la Sección Tercera de la Audiencia provincial de Huelva, entre ellos, tres compañeras de trabajo y dos superiores de la víctima, que estaba empleada como funcionaria interina en la Delegación de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía en Huelva.

Sus más allegadas en el entorno laboral destacaron de ella que era una mujer reservada, enamorada de Ramallo, que no se relacionaba con nadie más allá del trabajo y que "no tenía intención ninguna de irse o de cambiar de vida". De hecho, las testigos coincidieron al decir que, para Espejo, haber conseguido su empleo, al que accedió a través de un programa becado de la Administración autonómica, era "como si le hubiera tocado la lotería". Aunque una semana antes de su desaparición algunas la notaron "triste" porque no estaba muy cómoda con su nueva jefa, subrayaron que en ningún momento la situación podría llegar al límite de que ella, en un arrebato, decidiera dejarlo todo atrás y marcharse a Madrid, como contó el procesado a todos los que la conocieron.

A una de sus compañeras le llamó la atención que se hubiera marchado "sin llevarse las cosas de su madre, con lo puesto", debido a la importancia que daba la víctima a los recuerdos de su progenitora, ya fallecida entonces. Sus jefes trataron de contactar con ella cuando después "del penúltimo fin de semana de agosto" de 1993 -en el que se sitúa el crimen y como precisó ayer una de las trabajadoras-, no apareció por el trabajo. Recordaron ayer los testigos que recibieron en la Delegación de Hacienda una carta mecanografiada y con la supuesta firma de Carmen a los pocos días de los asesinatos en la que les comunicaba que iba a coger algunos días de asuntos propios y vacaciones que le restaban.

Días más tarde la Junta recepcionó una nueva misiva de similares características pero mucho más contundente que levantó las sospechas de todos. En ella, mecanografiada también y firmada como María del Carmen Espejo, solicitaba la baja definitiva de su empleo. Tanto el entonces secretario general de la Delegación, Ismael Domínguez, como el delegado provincial de Economía y Hacienda, Juan Manuel López, detallaron ayer al tribunal que este modo "insólito" de dejar el empleo fue lo primero que les llamó la atención, "porque nadie se despide así sin, como mínimo, llamar por teléfono y explicar sus razones". Luego, cotejaron las firmas y vieron que "no cuadraban". El sobre llevaba matasellos de Madrid. López denunció el caso ante la Policía.

Varias de sus compañeras también pudieron ver la rúbrica. Dos de las testigos mantuvieron con contundencia que "no estaba firmada por ella, ésa no era su firma", ya que la letra era alargada y la de Carmen "era redondeada". Es más, una las declarantes manifestó que "el estilo que se utiliza en la carta es muy rebuscado, no es el que se usa normalmente en el lenguaje de la administración", una formalidad que Carmen dominaba a la perfección.

La despoblación de la zona y lo inaccesible de la finca Huerta del Cura de Almonaster (propiedad de Ramallo y donde fueron hallados los cadáveres de madre e hijo en septiembre de 2011, 18 años después del asesinato) fueron corroborados por otros dos testigos de la aldea de Calabazares: un hombre que pastoreaba en la finca y una mujer cuya familia fue la propietaria originaria de la parcela. Coincidieron en que allí existía un "pozo cegado" desde hace decenas de décadas y que Genaro trató de contactar con ellos antes de huir a Francia en junio de 2011, cuando los agentes de Homicidios le pisaban los talones. La mujer señaló además que "una sobrina mía le quiso comprar la finca y no se la quiso vender".

Testificó también un compañero de Ramallo en la academia de Matemáticas: "Me propuso que pusiera el terreno a mi nombre, llegamos incluso a hacer la gestión notarial", pero al final no llegó a efectuarse.

Su último socio en la academia recordó por su parte cómo trató de localizar a Ramallo el 20 de junio de 2011 después de un alumno le indicara que no había aparecido a darle clases, sin éxito. Cuando entró en las dependencias educativas privadas, se percató de que en el almacén "había ropa, restos de un colchón hinchable, el móvil de Genaro sin tarjeta y había desaparecido la torre del ordenador que yo había comprado y que compartíamos".

Hoy se escucharán las declaraciones de los policías nacionales que lograron esclarecer el caso y de un guardia civil.

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