El carro en la historia de Huelva (y III)

1. Carretón en la desaparecida calle Rafael López. 2.  Carro en su quehacer. Al fondo, nuestra Plaza de Toros.
1. Carretón en la desaparecida calle Rafael López. 2. Carro en su quehacer. Al fondo, nuestra Plaza de Toros.

23 de febrero 2009 - 01:00

EN este sentido, las caballerías se constituían en un auténtico problema de salud pública sin llegar, por supuesto, a la trascendencia de París o Londres.

El transitar por nuestras calles y plazas de tan considerable número de carros dio como resultado un enorme número de accidentes, acaecidos tanto a carreros como a transeúntes. De las decenas que obran en nuestro Archivo extraigamos cuatro o cinco:

(Sesión municipal del 27 de junio de 1872): "Asimismo se dio cuenta de una instancia de Rafael Ramos exponiendo que hace tiempo se le mató un mulo que le servía en un carro de agua".

(Diario La Provincia, 4-9-1923): "Anoche, próximamente a las diez, en la carretera de Balbueno frente al barrio Reina Victoria se quemó un carro que venía cargado de paja, quedando totalmente destruido por las llamas.

El incendio se produjo, según manifestación del dueño, don José Ortiz, a causa de una chispa desprendida del farol del carro que cayó sobre la paja.

Una de las bestias que tiraba del carro resultó con quemaduras en una pata".

(La Provincia. 8-5-1883): "Ayer ocurrió en la calle Nueva el siguiente accidente: un carrero que conducía sacos de arena, al apearse lo hizo con tan mala fortuna que cayó, pasando la rueda por medio del cuerpo, quedando en tal mal estado que falleció a las pocas horas.

Como está dispuesto que los conductores de carros no vayan por la calle montado, sino delante del ganado y conduciéndolo con la mano, llamaba la atención que éste fuera en el carro, pero es que, probablemente, se subiera para poder cruzar la calle Nueva, que era en aquellos momentos un torrente, llegando el agua de una a otra acera sin dejar sitio alguno por donde pasar, y subiendo más de un palmo. Es una calle deliciosa, pues no hace falta que llueva mucho para que se convierta en arroyo>".

(La Provincia. 6-1-1899): "Anoche, aproximadamente a las ocho, ocurrió en la Alameda Matheson (actual Avenida de Cristóbal Colón) un accidente. Un individuo de 25 años de edad, conocido por 'Banderillas', conducía un carro cargado de harina y, cuando trataba de subir al vehículo, lo hizo con tan mala fortuna que cayó al suelo, pasándole por encima del cuerpo una de las ruedas y dejándole en mal estado".

(Odiel. 18-10-1938): "Próximamente al mediodía de ayer, y en el sitio conocido por El Rincón, fue arrollada por un carro la niña de diez años de edad, María Bejarano Díaz, con domicilio en la barriada del Pozo Dulce.

Inmediatamente fue trasladada la infeliz criatura a la Casa de Socorro, siendo inútiles los auxilios de la Ciencia, pues el personal de servicio sólo pudo certificar la defunción.

El cadáver fue trasladado a su domicilio".

(Odiel. 11-3-1939): "También ingresó ayer en el Hospital Provincial el niño de tres años de edad Rafael Díaz López, con domicilio en el Huerto Tito, de la Barriada de la Cinta.

El pequeño fue atropellado por un carro cargado de jara.

El personal facultativo le prestó asistencia de una herida incisa en la región parietal derecha y contusión con hematoma en el vientre. Pronóstico reservado".

Terminemos con dos sucesos, en los cuales colisionaron el pasado y el presente:

(Odiel. Martes, 16-6-1948): "En la Cuesta de San Cristóbal chocaron el domingo por la tarde un carro de la limpieza pública, conducido por Manuel Reina Jiménez y un autobús de los que hacen el servicio a la Isla Chica.

Del accidente resultó el carro con desperfectos de alguna consideración, sin que afortunadamente ocurriera la menor novedad entre los pasajeros del autobús".

(Odiel. 12-5-1955): "Al salir un carro del horno de ladrillos que existe en el 'Huerto Tito' de esta capital, conducido por José Rodríguez Gómez, fue alcanzado por un camión de la matrícula V-21.236, conducido por Ángel Luengo.

En el choque, resultó herida la caballería que tiraba del carro, que también resultó con desperfectos, así como el camión, cuyos deterioros se valoran en 5.000 pesetas".

Ya hemos citado a una gran empresa de carros del siglo XIX. La Provincia del 14 de marzo de 1918 nos va a presentar a una nueva empresa:

"Desde el día 9 se encuentra abierta al público la central de carruajes de Manuel García Garrido, sita en la calle Zafra, número 2. Servicio de carruajes para dentro y fuera de la población".

En los años de la posguerra surgió el boom de la construcción. Y hasta el Horno de Campito y de Sotomayor se acercaban centenares de carros a cargarlos de ladrillos. Sobre todo en la primera fábrica la cola, en ocasiones, era de 20 o 25 carros. Recordemos algunos de aquellos carreros: Juanito Lahuerta, Venancio, Pepe 'Pelusa', Salvador Mora, José Beltrán, Ricardo García, Cándido González…

En estos años, a pesar de la escasez de materiales el Ayuntamiento tenía una flota de vehículos, dedicados a la limpieza pública, construidos con madera de la mejor calidad. Así, en la sesión municipal del 11 de noviembre de 1944, leemos:

"Pasó a informe de Intervención un oficio del gestor delegado de la limpieza pública, sobre la adquisición de diez toneladas de madera de álamo con destino a los carros de dicho servicio".

El 22 de junio de 1960, apareció una carta, dirigida al director del Odiel, que era un poema de admiración y cariño y que se insertó tres días más tarde:

"Sr. Octavio: los carreros de Huelva quieren dar una sorpresa a su Hermano Mayor, Arturito Damas. Hemos recogido 700 pesetas, que le mandamos, para que usted ponga un cuadro en el Odiel, lo mayor que pueda, y que diga: ¡Viva la Blanca Paloma! Y debajo de la estampa: "Los carreros de Huelva saludan a su Hermano Mayor, Arturito Damas".

Queremos terminar esta Historia Menuda con una escena de los años cuarenta: Noche envuelta en niebla y llovizna. De la Pescadería sale un carro cargado a tope de pescado y mariscos. En el pescante de este carro, salvaguardados de las inclemencias del tiempo, van apretados como sardinas en tonel y medio adormecidos el carrero y su ayudante. Avanza el grave carro por la solitaria zona, sin que reine más luz que la que despide su mortecino farol. A unos cincuenta metros, se encuentran escondidos detrás de las palmeras dos muchachos del Muro de Santa Lucía. Cuando pasa ante ellos el carro, sigilosamente se deslizan detrás, meten la mano en una de las cajas y extraen una pieza. Si termina con éxito esta operación, se arriesgarán en un segundo intento. En ocasiones, el carrero y su ayudante advertían el 'trasiego' de la mercancía que transportaban y corrían detrás de los raterillos que harto trabajo tenían en escapar de lo que hubiera sido una tremenda paliza de los carreros o la Comisaría en holocausto al hambre que padecían.

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