VII Marcha contra el cáncer en Huelva

La carrera de sus vidas

  • Más de mil onubenses marchan hoy en apoyo de pacientes y familiares de cáncer, una enfermedad en la que sigue siendo vital el apoyo de entidades como la AECC de Huelva

Imágenes de la VI Marcha contra el cáncer, celebrada en 2019.

Imágenes de la VI Marcha contra el cáncer, celebrada en 2019. / Alberto Domínguez

La sala de espera de una consulta oncológica es una enciclopedia de la emoción humana. No existe un lugar igual en el mundo. Allí conviven el miedo y la ira, la alegría, la angustia, la esperanza, la tristeza, la culpa, la solidaridad, la desesperación, el consuelo, la constancia. La fe. En la sala de espera de una consulta oncológica se gastó Juana las manos y los labios rezando. Así mataba el tiempo, eterno, cada vez que acompañaba a su hijo Daniel a una revisión. Juana es una mujer valiente. Ni apocada ni asustadiza, pero un hijo es un hijo, y por eso jamás se atrevió a atravesar con él la puerta de la consulta. Mejor que entrara su marido, pensaba, y así ella aprovecharía para rezar: “lo hacía sin parar, los esperaba rezando hasta que salían” y allí mismo, bajo el umbral, con la puerta aún entreabierta, padre e hijo le mostraban su código secreto: sus dedos índice y corazón levantados bien altos, en señal de victoria. Todo seguía bien. Así ocurrió una y otra vez en cada visita al médico, primero cada tres meses, luego cada seis y después cada doce. Durante diez “larguísimos” años.

Hoy, Daniel vive feliz y sano con su mujer y sus dos hijos. Ya anda por los cuarenta, pero cuando empezó todo aún era un joven de veintipocos años que acababa de comenzar su nueva vida de casado. Juana recuerda cada segundo de aquella consulta. La desagradable sorpresa. El miedo. La incertidumbre. “El cáncer es una enfermedad que siempre te coge de improviso”, y en el momento que te dicen que lo tienes (o que lo tiene tu hijo, que es incluso peor) “se te viene el mundo encima”. Y por muchos porcentajes que se muestren, sean cuales sean las probabilidades de éxito o el buenísimo pronóstico, “solo puedes pensar en todo lo malo que has oído. No sabes qué hacer”.

Juana es madre de Daniel, paciente de cáncer ya curado, y voluntaria de la Asociación. Juana es madre de Daniel, paciente de cáncer ya curado, y voluntaria de la Asociación.

Juana es madre de Daniel, paciente de cáncer ya curado, y voluntaria de la Asociación. / Alberto Domínguez

Pero en realidad sí lo sabía: Juana buscó ayuda y, casi de forma automática, apareció en la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) de Huelva. Allí encontró “un remanso de paz, un retiro” al que acudir cuando estaba mal. Cuando acechaban el abatimiento y el pesimismo, que siempre aparecen. “Llegas allí, hablas y te escuchan, pero además te ayudan en todo. Nos explicaron la realidad del cáncer pero también que hay mucha gente que se cura. En la Asociación te acompañan, que es posiblemente lo que más se necesita cuando recibes un golpe tan duro. Eso de tener ahí a alguien, tener un sitio al que ir, donde te escuchan y te guían es importantísimo”. Juana permaneció en la Asociación aquellos diez años que duró la enfermedad de su hijo, pero luego siguió. Ahora es voluntaria, dice, porque esa fue “la mejor manera que se me ocurrió de agradecerlo”. De agradecer a la Asociación lo que hicieron por su familia, pero también a la vida la segunda oportunidad que le había brindado a Daniel, que cada año, coincidiendo con la fecha de aquella operación de hace ahora catorce, celebra con toda su familia una particular fiesta de nuevo cumpleaños. También él es voluntario, explica Juana, que cuenta con orgullo cómo su hijo ha puesto en marcha el premiado Proyecto 101, por el que cualquier corredor que lo desee puede realizar un donativo a la AECC de Huelva de un euro por cada kilómetro recorrido en diferentes carreras. “Nos hemos quedado muy implicados en la Asociación”, cuenta, “porque el trabajo que hacen es impresionante y no mucha gente no lo sabe”.

Lo cierto es que, desde fuera, el papel de la AECC parece limitarse a una cuestación anual y un par de actividades más o menos sonadas, pero la realidad es, como siempre, mucho más amplia. La sede provincial de Huelva es una de las pioneras del país. Funciona desde 1960 y su misión principal está basada en la equidad: “El cáncer es igual para todos, pero no todos somos iguales frente al cáncer”, resume en una frase Felisa Gimeno, gerente de la AECC de Huelva. Así, buscando la igualdad de todos frente a una enfermedad tan dura, la Asociación sustenta su trabajo en tres líneas principales. Primero está la prevención. La AECC realiza proyectos destinados a la población infantil, juvenil y adulta tratando de fomentar hábitos de vida saludable con los que se puede prevenir la aparición del cáncer en un 40%. A través de diferentes programas, como el de centros escolares, alertan sobre las posibles consecuencias para la salud del consumo de tabaco y alcohol y de la obesidad. Las actividades de prevención de la Asociación han llegado a más de 9.900 onubenses este año.

Felisa Gimeno, gerente de la AECC en Huelva. Felisa Gimeno, gerente de la AECC en Huelva.

Felisa Gimeno, gerente de la AECC en Huelva. / Alberto Domínguez

Quizás lo más desconocido y a la vez lo más útil para los pacientes y sus familias son sus programas asistenciales, como la atención psicológica especializada en sus sedes, los hospitales y los domicilios de toda la provincia; las iniciativas de orientación y ayudas sociales que vienen a cubrir las necesidades económicas que provoca la enfermedad poniendo a disposición de los pacientes recursos como los pisos de acogida, el material protésico o información sobre trámites con la Administración (incluidas las ayudas económicas para cubrir necesidades básicas); y el acompañamiento a través de su red de voluntariado. En el año 2021, la AECC ha atendido a 616 personas. Por último está la esperanza: la Asociación realiza una tarea continuada de captación de fondos para la investigación contra el cáncer. En los primeros seis meses del año se han superado los 35.000 euros, que se destinan a los proyectos científicos más relevantes. El impulso de la Asociación Española Contra el Cáncer a la investigación sería impresionante solo por sus cifras (desde 2014 ha intervenido en proyectos de toda España por valor de 79 millones de euros), pero lo es más aún cuando se trata de hablar de resultados: la supervivencia en cáncer se ha incrementado un 20% durante los últimos 20 años gracias a nuevas herramientas de diagnóstico precoz y tratamientos más específicos y eficaces en cuyo desarrollo ha participado la AECC. “La investigación es el motor para conseguir que el cáncer se convierta en una enfermedad prevenible, curable o cronificable”, explica  Felisa Gimeno.

Rosa es voluntaria de la AECC y actualmente está en tratamiento contra un cáncer de mama. Rosa es voluntaria de la AECC y actualmente está en tratamiento contra un cáncer de mama.

Rosa es voluntaria de la AECC y actualmente está en tratamiento contra un cáncer de mama.

“Desde luego, yo se lo recomiendo a todo el mundo: en cuanto oigas la palabra cáncer, ve a la Asociación porque allí te van a ayudar, sea cual sea la ayuda que necesites”. Juana lo sabe por experiencia propia, igual que Rosa, que desde hace años ha sido voluntaria de la Junta Local de la AECC sin saber que, un día de finales de noviembre de 2008, le tocaría a ella. “Llamé a sus puertas, esta vez como paciente, y la ayuda fue tremenda e inmediata”, recuerda. La Asociación es “una ventana abierta al futuro y a la esperanza. Lógicamente ya sabía de todo el apoyo que puedan dar, pero vivirlo en primera persona es aún más esclarecedor” acerca de lo que supone la organización para miles de pacientes. Como Juana, Rosa también es fuerte. Y mucho más cuando se apoya en su familia. Lloró, claro, cuando conoció el diagnóstico. Nadie es de piedra. Pero “después de un día entero de llantos nos dijimos que ya estaba bien y que juntos podríamos con esto, y así fue”. Luego llegaron las operaciones, la quimio, las prótesis, los análisis, las pruebas y la “montaña rusa de emociones” que suponen el diagnóstico y la lucha contra una enfermedad tan despiadada. Pero el cáncer, a menudo, te hace hincar la rodilla y luego permanece sentado hasta que te levantes para asestarte un nuevo golpe. A Rosa la esperó cinco años. Llegó la recidiva (qué palabra tan fea), aunque tampoco ha podido con su ánimo ni el de los suyos. Su resistencia, su energía “dan fuerzas, te dan alas para hacer lo imposible, y algo siempre se consigue”. Puede que no todo. Puede que haya quien no lo logre, pero siempre hay alguna victoria, por pequeña que sea. Por eso “la mentalidad tiene que ser siempre positiva”, y cuando no lo sea, cuando aparezca (que aparece) la sombra de la desesperanza, “solo hay que mirar alrededor, ver que la familia o la gente de la Asociación te está apoyando y seguir tirando para adelante”. ¿Un consejo? Rosa lo tiene claro: hay que decirle adiós al pesimismo: “no ayuda para nada, al contrario. Hay que agarrarse siempre a las emociones más positivas”, aunque lleguen a cuentagotas, porque “la positivividad hace el cincuenta por ciento de una mejoría, y por supuesto cogerlo a tiempo”.

Rosa está convencida de que la lucha contra el cáncer “depende de todos: de los pacientes, de las familias, de la medicina, de la ciencia, la sociedad y las organizaciones como la Asociación Española Contra el Cáncer”, que “ha mostrado a todo el mundo qué es el cáncer y cómo lucharlo”. Dice Juana que su labor es “impagable”, y que “si no existiera habría que crearla”.

Hoy, la AECC tiene entre manos otro de esos hitos. Otro proyecto, otra idea con la que movilizar conciencias. La VII Marcha contra el cáncer, que se celebra esta mañana, no es una carrera más, sino una llamada de atención sobre la necesidad de adquirir hábitos de vida saludable, de recaudar fondos para continuar con sus proyectos de apoyo a los pacientes y sus familiares y financiar la investigación oncológica en una carrera de fondo que, hoy, más de mil de onubenses correrán simbólicamente junto a la Asociación. Una marcha por la vida. Por la de quienes sufren la enfermedad, quienes la han sufrido y quienes la sufrirán. Por los que sobrevivieron y los que no. Una marcha en la que no hay vencedores cuando ganan todos.

Todos menos él, claro. Porque por muy fuerte que golpee, por mucho que aterrorice, que desanime, que canse o que duela. Por mucho que mate, el cáncer nunca gana. Es imposible, y no conseguirá hacerlo nunca porque no hay derrota en el corazón del que lucha.

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