La canción de las hojas

Cien años de José Nogales

Este artículo, típico de otoño, es algo más que una descripción hermosa de los árboles que se van quedando desnudos al perder las hojas. Encontramos, por detrás de los árboles y el campo, una lamentación de la situación de la España del cambio de siglo, la España de la crisis del 98. (Ángel Manuel Rodríguez Castillo).

La canción de las hojas
La canción de las hojas
El Liberal, Madrid, 27-09-1900

27 de agosto 2008 - 01:00

YA caen! Caen de los árboles en enjambre gárrulo como mariposas amarillas, o con pausada tristeza de lágrimas.

Caen llenando el aire otoñal con los rumores de su vana elegía, rodando en círculos movibles por la tierra húmeda, amontonándose cabe los setos en que verdea la grama, cubriendo con sábana de oro pálido la superficie azul de las charcas y las fuentes.

Caen murmurando su triste canción, su canción efímera de indecible melancolía, esparciendo por el brumoso espacio la queja de lo que muere, el gemido de lo que acaba…

Las pobres hojas, nacidas en primavera, mueren en otoño; ¡así tantas cosas!

Es la lluvia lánguida de las cosas inertes, el vuelo pausado y perezoso de las pavesas que llevan al aire la postrera vibración del fuego; en cada hoja de esas que caen va escrito un deseo o una esperanza... Esperanzas y deseos, amores y ambición, sueños y realidades, llantos y risas; ¡todo se lo lleva el viento!

¡Ay de los tristes! ¡ay de los que llegaron al otoño sin esperanza de volver a sentir en los huesos el calor de la primavera!

Así los hombres; así los pueblos.

Las ramas del viejo bosque, mutilado por la ignorancia, incendiado por el rayo y destrozado por el huracán, cubriéronse de promesas. ¡Aún hay vida! La savia no se agotó, el suelo queda y húndense en él las raíces seculares.

Un hombre ambicioso escribió en el hierro de su hacha esta palabra: "Regeneración". Y, con el hacha al hombro, entróse por el bosque. "Yo lo haré nuevo", dijo; y comenzó a descargar golpes sin tino, tan torpemente que la selva se llenó de gemidos.

Entonces conocieron que el hombre ambicioso estaba ciego, tan ciego, que confundía las profecías con los salmos.

¡Ya caen" Caen de los árboles en enjambre gárrulo, como mariposas amarillas, o con pausada tristeza de lágrimas.

Todas llevan escrita la palabra "Regeneración…." Se las lleva el viento húmedo, lacrimoso, saturado de salobres amarguras.; las esparce por el ambiente gris; las desparrama por la tierra fangosa, empobrecida; las tiende como sábana de oro pálido, como manto piadoso de muertas promesas, sobre la superficie azul de las charcas y las fuentes.

¿Qué van cantando esas hojas? ¿Qué estrofa lúgubre recitan al volar por el aire brumoso, al rozarse en el giro de los remolinos otoñales? ¿Qué cosas tristes nos recuerdan? ¿Qué cosas aún más tristes nos anuncian?...

Sí: lo dicen:

"Memento quia ventus est vita mea, et non revertetur oculus meus ut videat bona".Es la endecha de los desesperados, la canción de las hojas que caen, de los pueblos que mueren…

¡Ah, la primavera, cuán lejos está! ¿Que es eterna la juventud? Sí, eterna; pero no volverá para nosotros. ¿Quién sujeta al relámpago? Nínive, Babilonia, Menfis, Atenas, Roma, Alejandría… hojas que vuelan, hojas que se las lleva el viento, que cantan su canción efímera desde el ambiente brumoso de la historia. Ventus est vita mea…

Todo es viento: viento saturado de lágrimas, cargado de cenizas, relleno de esperanzas muertas.

Es un encasillado fatal: primavera, estío, otoño, invierno. Después, nada: es decir, muerte. Sobre todo eso, vida; es decir, Naturaleza. La eterna juventud, la virginidad perpetua.

¿Qué somos, qué fuimos, qué seremos? Átomos.

Es triste el horizonte de las naciones enfermas. Es triste el ropaje de las sociedades envejecidas. El tono de azafrán con que el otoño va dorando los pámpanos, tiene la intensa poesía de lo que acaba, de lo que muere, de todo lo que se extingue en la bárbara lucha de lo creado.

Por eso van cantando las hojas arrancadas de los árboles. "Acuérdate de que es viento mi vida y de que ya el bien no lo volverán a ver mis ojos".

No lo veremos. El viejo bosque se desploma: la ambición lo destruye, la medianía lo envenena… ¡Oh, Dios, cuán sabia es tu ley! Basta un gusano para tumbar un pino. ¡Volad, volad, hojas de nuestro árbol moribundo; llevaos al espacio nuestra queja dolorida; borrad con la humedad de llanto que satura el aire la palabra mentirosa que en vuestra crómula escribieron! Con vosotras se van las promesas, las esperanzas… ¡Qué solo se queda el árbol secular, desnudo como un esqueleto inmenso, en la llanura gris, bajo el cielo otoñal manchado de brumas plomizas!

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