Nuestro caminar al presente (la Sanidad hoy)
Tribuna de opinión
Tras un encuentro con antiguos compañeros de estudios, el autor comparte un reflexión sobre el futuro de la Medicina y la necesidad de humanizar la tecnología
Antes del verano participé en un encuentro entrañable y cargado de emotividad en Granada por la celebración del 50º Aniversario de la Promoción de nuestra carrera en aquella Facultad de Medicina granadina.
Fueron unos días llenos de recuerdos a los ya ausentes, por ley de vida y de nostalgias estudiantiles que nos dieron pie a intercambiar anécdotas, momentos claves de nuestras diferentes trayectorias, de profesores singulares y asignaturas odiosas, de compañerismos, de exámenes terribles y de bedeles –figura casi desaparecida– recordando al profesor el final de horario de la clase.
Obviamente, no faltaron contenidos científicos y muy especialmente, el acto en la Real Academia de Medicina, donde tuvimos la oportunidad de escuchar una última lección de nuestro profesor, Dr. Gonzalo Piédrola Angulo, cuya disertación fue un compendio de sabiduría, pedagogía y afecto que nos cautivó a todos. Y naturalmente también jugó su papel el hecho de saber que no habría examen al día siguiente. Todo ello, acompañados del presidente de la Academia, el decano de la Facultad y el presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos, un elenco representativo de la que fue nuestra casa durante seis años.
Como corresponde a un encuentro así, tras una Misa en recuerdo de los compañeros fallecidos, no podía dejar de haber una faceta lúdico-gastronómica y en ella, conversaciones, preguntas, debates… sobre lo que ha cambiado la Medicina en esos cincuenta años pasados y el impacto de esos cambios en la Atención Sanitaria de la población, hasta el punto de que ya se nos plantea, de la mano de los avances científicos y la complementariedad tecnológica, la necesidad de innovar los modelos asistenciales del propio Sistema Nacional de Salud, cimentado en los dictámenes y directrices científicos-sanitarios, por encima de intereses meramente políticos.
Así, pues, como producto de las conversaciones y debates mantenidos, me surgen algunas reflexiones, especialmente en lo referido a lo que debe ser la convivencia entre el perfil humanístico y vocacional de las profesiones sanitarias y los avances con aportaciones de la tecnología.
Nuestros caminos, pues, fueron pasos en la construcción del presente actual. Personalmente, es un tema que me apasiona y al que dedico parte de mi tiempo libre, máxime, en esta época de andadura ya por los vericuetos de la Medicina de Precisión, que no es otra cosa que adaptar las estrategias de prevención y tratamiento a características concretas del paciente, basándonos en datos genéticos, moleculares y clínicos para utilizarlos, no solo como tratamiento individual sino el más adecuado y en el momento preciso. ¿Qué buscamos con este método? Lo dicho: un enfoque más seguro y eficaz en la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades, al conocer las características propias del paciente.
Esto, significa avanzar en elementos tecnológicos como la Salud Digital y la IA, así como la apertura de nuevos desarrollos y vías terapéuticas que redundarán en mejores respuestas clínicas, optimización de recursos, posible minimización de efectos adversos y eliminación de tratamientos ineficaces.
Resulta sorprendente y satisfactorio comprobar que un grupo de médicos jubilados mantienen inquietudes profesionales del tipo que estamos comentando y, cada cual, conscientes del momento en el que estamos independiente de la especialidad. Naturalmente comentamos cómo vivimos los cambios en cada momento, el rotundo avance en lo que llevamos de siglo XXI: terapias génicas; biológicas (inmunoterapia, en general); robótica; nanomedicina… En definitiva, un revolucionario inicio de siglo, pero con un reto fundamental para quienes todavía creemos en la teoría hipocrática o en las de Esculapio como punto de partida de los fundamentos sanitarios.
Ya lo he dicho al inicio, imprescindible convivencia humanística y tecnológica, pero cuidamos personas y, por tanto, debemos “desterrar la tecnolatría, pues debemos humanizar la tecnología y no tecnologizar el humanismo” en la atención sanitaria.
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