Los burritos de la localidad de Punta Umbría

Postal de la época El sufrido burrito avanza, avanza...

12 de septiembre 2011 - 01:00

HASTA la fecha, excepto en algunas incursiones de investigación en las que nos hemos acercado a la Historia de Paterna del Campo, San Juan del Puerto y Punta Umbría, la Historia Menuda de Huelva, a pesar del gran cariño que le tenemos a nuestra incomparable provincia, siempre se había detenido en temas alusivos a nuestra capital. En esta oportunidad, vamos a convertir en protagonista a un animal de crin lanosa, sobre la cual los muchos años de usar arreos de tiro trazaron largas fajas lacias, de cuello ágil, bajo cuya piel se veían y se ven las venas, similares a móviles caminos, y la bella cabeza de espumoso belfo y ojos embriagados de distancia. Hablamos del simpático burrito.

Los burros fueron protagonistas de la historia de Punta Umbría. Se puede decir que los caminos de esta bella población costera fueron calculados en relación con su paso. Allí, casi nunca fueron objetos de malos tratos ni de mofa, es más, se constituían en el único medio de transporte por sus calles arenosas. Avanzaban con sus serones que cobijaban dos grandes cántaros, con denuedo, con valentía, hasta agotar sus fuerzas, como si supieran que sus amos necesitaban para vivir de su cooperación desinteresada, como si adivinaran que El Porra (que también tenía carros de transporte) o algunos de sus hijos, Rafael De los burros, Los Carretistas, Miranda o algún otro que los llevaba destral, o los chiquillos que los animaban revoloteando en su derredor con sus voces argentinas, les apreciaran sus esfuerzos y se los premiaran con caricias manifiestas.

Si el centauro, mito de la fábula, ha sido, durante siglos y siglos realidad de potencia. A los burritos de la vieja Torre Umbría sólo les bastó unas décadas, en las que sirvieron al hombre como unidad de fuerza, para cimentar un prestigio que vemos es indeleble.

Aterraba a veces contemplar el abrumador equipaje que cargaba sobre sus lomos (muebles, electrodomésticos, etc.) en un penoso andar sobre las calientes arenas del simpático burrito que, sin estímulo ni castigo, trasladaba los citados bártulos e incluso, en ocasiones, hasta personas) desde el muelle de las canoas hasta las diferentes casas de los veraneantes, procurando ayudar a sus dueños, por cierto, gente muy agradable y servicial.

En los años sesenta, el Ayuntamiento de Punta Umbría con el fin de que no estuviesen dispersos los burros, levantó un burrodromo o aparcamiento, consistente en unas vallas en la que estaban reunidos todos los nobles brutos a la espera de que llegaran las canoas y se les demandasen a sus dueños los diversos transportes o servicios.

Rafael Morales Padrón, en el artículo insertado en el diario Odiel, verano de 1974, añadía estas líneas:

"Una vez en tierra todo dependía de Rafael. Tenía su estacionamiento a la izquierda del embarcadero. Los sumidos y humildes burros aguardaban bajo la canícula como los taxis esperan en Huelva junto al nuevo Mercado. Lentos, sin agobios, desandaban los vericuetos de las callejas silenciosas cargados de camas, colchones, neveras, mesas o llevando el agua potable para su venta por las calles. Agua que salía de Huelva en un lanchón-aljibe. No había prisa, ni la tenían Rafael, ni sus burros, ni Vides, cartero seudo-oficial. Si Vides no aportaba la carta esperada había que ir a buscarla al puesto de Antonio que estaba en la plaza…".

Con el transcurrir de los años, cuando el tiempo se convirtió en oro para el hombre y las pobres patas de los simpáticos burritos no sirvieron ya para acelerar los minutos, este plebeyo equino fue sustituido lentamente y ya, en los años sesenta, el rítmico trote que hacía balancear a sus dueños, los estribos y las espuelas de diversos metales, los humildes cueros y los útiles serones (en la mayoría de las ocasiones adquiridos en la prestigiosa Casa Horta, sita en la onubense calle Gravina) se convirtieron en cariñoso recuerdo.

¡Oh, burritos simpáticos, amigos de los niños, colaboradores de los adultos en aquella población de playas de arenas de oro, símbolo en la fe de los cristianos al portar en sus lomos a Jesucristo, evocadores de la leyenda!, ayudasteis a hacer la vida más cómoda y llevadera en la Punta Umbría de los difíciles años cuarenta y cincuenta. Podréis ser olvidados por algunos, pero siempre seréis citados en los anales históricos de la centenaria Torre Umbría, ya que una parte importante de su Historia es vuestra historia.

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