El buen nombre y la lealtad del comercio onubense
Crónicas de otra Huelva
Ponce Bernal reflexiona sobre la responsabilidad del comerciante y las consecuencias de prácticas fraudulentas que comprometen su reputación
Cuestión de honradez
Cuando la confianza es el negocio
El texto de Ponce Bernal que traemos hoy aborda la cuestión de la honradez comercial en un momento histórico marcado por tensiones económicas y transformaciones en las prácticas de mercado. En un contexto donde el pequeño comercio buscaba sobrevivir en medio de la competencia y la incertidumbre social, nuestro autor denuncia la costumbre de algunos vendedores de engañar al cliente mediante la alteración de la calidad o la medida de los productos. Su propósito es advertir de que estas prácticas, aunque puedan generar un beneficio inmediato, socavan la base misma del negocio: la confianza.
A partir de una anécdota sencilla —el diálogo entre un despachador y un fondista— Ponce Bernal construye un argumento moral y práctico. La historia funciona como ejemplo ilustrativo de que la manera más eficaz de aumentar las ganancias no es el fraude, sino la exactitud en la medida y la limpieza en la venta. El autor utiliza este recurso narrativo para conectar con el lector y demostrar que la honradez no es solo una virtud abstracta, sino un principio rentable y aplicable a la vida cotidiana del comerciante.
Su discurso adopta un tono claramente moralizante, característico de la literatura cívica de principios del siglo XX. En él se afirma que la reputación se construye mediante la constancia y la transparencia, y que la pérdida de un cliente por engaño es más costosa que la pequeña ganancia irregular que pueda obtenerse. Sin embargo, esta visión, aunque sólida en su dimensión ética, resulta algo simplificadora: no tiene en cuenta las presiones estructurales, la precariedad económica o la competencia desleal que podían llevar a ciertos comerciantes a recurrir al fraude, y coloca toda la responsabilidad moral exclusivamente en el vendedor.
Aun así, el fondo del mensaje posee una sorprendente vigencia. Ponce Bernal anticipa una idea que hoy sigue siendo fundamental: la solvencia de un negocio se apoya en la confianza del cliente, y esta se pierde con facilidad cuando se actúa de manera deshonesta. Su texto combina advertencia y consejo, recordando que la prosperidad duradera proviene de la integridad y de la calidad del servicio, más que de pequeñas trampas momentáneas. Así, su reflexión trasciende su tiempo y continúa siendo un llamado a la ética en las relaciones económicas
Ha llegado a ser casi una costumbre el que el comerciante mienta al cliente en la calidad de los artículos que le vende y en el fraude en su medida, para conseguir un aumento en la ganancia normal que debe obtener.
El comerciante cree, con ello, favorecer su negocio, cuando en realidad lo que hace es perjudicarlo porque arruina su solvencia.
Recordamos una anécdota: Un despachador estaba quejoso de su patrón por la pequeña cantidad de vino que le servía en las comidas. Mandó llamar al dueño de la fonda y le dijo: «¿Tendría usted la amabilidad de decirme cuánto gana en la venta del vino durante un mes?
—Un veinte por ciento, de lo que vendo, —contestóle el preguntado.
—¿No le gustaría aumentar la ganancia de venta?, volvió a interrogar el comensal.
—Indudablemente señor, repuso el fondista.
—Entonces voy a revelarle una receta infalible. No regatee nada a la medida.
Y aquel consejo era cierto. La ambición de alcanzar unos céntimos más de ganancia, hace que se mezclen artículos inferiores en sustitución de los superiores cobrándolos al precio de éstos, y que la medida de los mismos sea siempre deficiente; pero esta astucia del comerciante no favorece en nada su negocio, porque el comprador, al descubrir el engaño, no vuelve a adquirir en la casa o comercio en donde ha visto burlada su buena fe y adulterada, en contra suya, la medida de los artículos adquiridos.
Es cierto que la venta ha proporcionado una pequeña ganancia más que la que debía obtenerse, pero también es cierto que ello puede haber dado motivo a la pérdida de un cliente y el comerciante ha de tener siempre por norma, para conseguir mayor ganancia, el aumentar el número de ventas y no el engañar o defraudar a los compradores. Una exactitud escrupulosa en la cantidad y en la calidad de los géneros ha de ser una preocupación constante del comerciante si quiere adquirir fama de probidad y ver prosperar su negocio y aumentar sus riquezas. No es con el falseamiento como se consigue un crédito, sino con la perseverancia en la honradez; es la base más firme de la fortuna del comerciante.
Blanqui-Azul
Diario de Huelva, 31 de octubre de 1930
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