El 'boom' del Bazar Tánger (y II)

Historia menuda

El día de su inauguración (1979) aquello fue una invasión. Tal fue el éxito que hasta otros industriales se acercaron a ver aquello l El bazar fue un negocio tremendista, espectacular l Terminó en 1997

24 de septiembre 2012 - 01:00

ANTES de que el bazar se abriera Antonio Muñoz realizó una propaganda muy bonita y bien hecha, con una serie de artículos y sus precios y lanzó una avanzadilla comercial, con una gran tirada, por toda la capital a lo largo de varios días. Es de admirar que estando cerrado el bazar el público iba a comprar y se vendieron miles y miles de duros.

El día de su inauguración (1979) aquello fue una invasión. Fue tan aplastante el triunfo que gran número de industriales que en nuestra ciudad tenían tiendas se acercaron a ver aquello. Las colas eran interminables, teniendo que intervenir la guardia municipal. Aquello fue un auténtico boom, ya que venían gentes de todos lados y podemos afirmar que fue uno de los éxitos más grandes alcanzados por una tienda pequeña.

Antonio Muñoz, alma del Bazar Tánger, temperamento artístico bien cultivado en los toros, puso su actividad infatigable y su dirección expertísima en aras del negocio. Así, cuando terminaba la festividad de Reyes Magos se acercaba a Nuevas Galerías y adquiría, a mitad de precio, todo lo que no habían vendido. Tanto es así, que hubo un industrial que presentó una denuncia contra el bazar porque decía que éste no podía vender las Cámaras Kodacks a 500 pesetas/ unidad, cuando ellos las vendían a 2.000. Lo que ignoraba es que Antonio había comprado muchas unidades a 400 cada una.

Lo mismo ocurrió con los trenes eléctricos. En una oportunidad llegó Antonio a unos grandes almacenes de Huelva y adquirió todos los trenes que no habían vendido. La unidad de estos convoyes se vendió en la festividad de los Reyes Magos, en los grandes almacenes y diversos establecimientos, en el precio de 3.000 a 4.000 pesetas. Antonio los adquirió a 900 pesetas la unidad y los vendió a 1.000.

El Bazar Tánger vendía de todo: relojes de pared, de carillón, de cu-cu en grandes cantidades. Radio-casettes de coche, de casa, grabadoras se vendían por miles. Antonio era el encargado y lo auxiliaban dos empleados. Pues bien, cuando llegaban los Reyes Magos se necesitaba que siete u ocho dependientes de las restantes tiendas se desplazasen al bazar, ya que en verdad no se daba abasto. Incluso eran numerosos los pedidos de artículos que realizaban varias semanas antes y que recogían en los primeros días de enero.

La empresa Electricidad Industrial tenía tres comercios de electricidad y era admirable que las cajas vacías vendidas diariamente por el Bazar Tánger superaban las producidas por los citados tres establecimientos. En definitiva, en el Bazar Tánger se vendían millones de pesetas diariamente.

La Empresa de la que dependía Batalla estaba constituida por varios socios. Entre ellos se constaba a Casimiro García. Había otro socio que estaba casado en Madrid con una hija de Francisco López Romero… De cualquier forma, Batalla quiso darle el negocio a Alfredo Toscano, pero como éste era tan honrado se lo dio a la Empresa de donde era gerente, quedando el ex torero como encargado.

Una medida que adoptó El Batalla fue tener una deferencia con el cliente rebajándole un tanto por ciento para que se tomara una copa. "Eso no se debe permitir", le dijeron, a lo que contestó Antonio: "Mirad, al cliente que se acaba de marchar le he rebajado cien pesetas, pero tened en cuenta que lo que se ha llevado han sido artículos por valor de veintitantas mil pesetas". Al final quedaron todos convencidos de que el sistema de los descuentos lo agradece el público. Estas rebajas y la simpatía que derrochaba Antonio le hizo ser poco menos que indispensable. Así llegaban los clientes preguntando por él y eran capaces de esperar media hora o más todo por mor de la rebajita. "Antonio, quítame veinte durillos para una copa", se los quietaba y se iban más contentos que unas castañuelas.

Pasaron los años con vertiginosa precipitación y al principio de 1988 Antonio Muñoz se decía: "Todo está muy bien. Se venden muchos millones y la empresa no tiene nunca un detalle económico conmigo, con el que me digan: "Esto es para ti, para que te beneficies en algo de los millones que hemos ganado…". Esta situación fue generando un gran malestar interior en el encargado. Un día llegó al bazar Alfredo Vílchez, que como tantos otros había llegado de Sevilla para ver cómo se había montado el establecimiento. Antonio Muñoz lo ayudó un poco dándole algunas orientaciones y varios nombres de hindúes para que le comprara diversas mercancías. Podemos afirmar que el Sr. Vílchez se hizo rico gracias a los consejos económicos de Batalla, ya que llegó a tener once bazares. Con el tiempo llegaron a ser buenos amigos y Antonio le dijo: "Yo no estoy a gusto en el bazar. Yo sobro en él…".

"Pues te vienes conmigo. Te pago el doble de lo que ganes aquí". Y Antonio se marchó a Sevilla como encargado de los once bazares de que disponía el Sr. Vílchez.

Nada más llegar a Sevilla, le hizo balances a las once tiendas, advirtiendo que en todas había irregularidades económicas notables que perjudicaban al Sr. Vílchez. Este hombre que ante tales desmanes económicos comenzó a despedir gente, en agradecimiento, le cedió uno de sus bazares sin que tuviese que pagar traspaso ni nada. Se fue a Sevilla y, al año siguiente, era propietario de un bazar perfectamente surtido con el que ha estado durante muchos años labrando su prosperidad que, por trámites burocráticos, continuó llamándose Vílchez.

Pero, epiloguemos la historia del Bazar Tánger: Después de este bazar, comenzaron a instalarse otros. No había ninguno y en pocos meses se habían multiplicado por toda España trabajando españoles y creando mucho empleo. A continuación de los bazares llegaron las Tiendas de los 20 duros, con otros artículos, pero de interés para el gran público. Ya, en los años noventa, los hindúes iban a China y Japón y compraban barcos enteros a sus fabricantes que luego vendían en los bazares. En la actualidad, los establecimientos regidos por chinos casi han desplazado las tiendas de 20 duros y los bazares, lo que ha supuesto un gran handicap o merma en los puestos de trabajo para los españoles, ya que en las tiendas chinas todos los dependientes son de la citada nacionalidad.

El Bazar Tánger fue un negocio tremendista, espectacular como ningún otro se había montado antes en nuestra capital. Terminó en 1997. Tras permanecer dos años el local cerrado, una de las dependientas del bazar, Cinta Domínguez del Molino, le pidió autorización a los dueños de Electricidad Industrial para seguir ostentando el nombre de Tánger en un negocio que abriría en 1999 y que continúa en la actualidad, con gran prestigio en la calle José Fariñas.

Con estas líneas damos por finalizada la historia de un bazar que tan perdurables recuerdos ha dejado en la memoria de muchos onubenses que fueron partícipes de su triunfo.

Entre las numerosas anécdotas a que dio lugar el Bazar Tánger extraigamos una, que da pie a una de las fotos que ilustran estas páginas.

Ocurría que el hijo de Antonio Wimes Muñoz 'El Batalla', Antonio Wimes Trigo, había obtenido con diez años de edad un premio de poesía, certamen que alcanzaba a España y América Latina, con la poesía titulada Bergantín de cuatro velas. Odón Betanzos, interesado en todo lo que fuese lengua española, hizo indagaciones y le dijeron que el niño poeta era hijo del encargado del Bazar Tánger. Llamó por teléfono a la tienda y fue a ella a saludar al incipiente poeta, que ya conocía con anterioridad epistolarmente, y estuvieron comiendo el matrimonio, el joven literato y el rocianero universal.

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