HISTORIAS DEL NUEVO MUNDO CON SABOR A HUELVA

El bollullero Ocasio Alonso y el banquete de Pascua

  • Enrolado en la expedición que partió en 1519 hacia las islas de las Especias, tuvo su gloria al cruzar el Estrecho de Magallanes, llevó al Maluco la danza de las espadas, propia de muchos pueblos de Huelva

Isla de Mazaua y su entorno. Ilustración que acompaña a la Relazione del primo viaggio intorno al mondo, la crónica escrita por Antonio Pigafetta al regreso del viaje que dio la 1ª Vuelta al Mundo. Manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.

Isla de Mazaua y su entorno. Ilustración que acompaña a la Relazione del primo viaggio intorno al mondo, la crónica escrita por Antonio Pigafetta al regreso del viaje que dio la 1ª Vuelta al Mundo. Manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.

Llegaba el Domingo de Resurrección y no habían celebrado la Pasión y Muerte de Jesucristo como estaban acostumbrados. En la isla de Homonhon apenas habían tenido una misa de acción de gracias y un responso por los compañeros difuntos. Además, el año anterior, la Pascua les pilló en la bahía de San Julián, en un paraje inhóspito que les traía amargos recuerdos, porque si el Domingo de Ramos pudieron celebrar misa en tierra, no tardaron en aflorar las tensiones hasta provocar una rebelión en toda regla.

Un año después, en 1521, la situación era bien distinta. Habían superado los fríos australes y habían descubierto el paso hacia la Mar del Sur, ese gran océano que bautizaron Pacífico. Bien lo sabía Ocasio Alonso. Natural de Bollullos, que dejó a su mujer en tierra, se enroló en la expedición que partió en 1519 hacia las islas de las Especias y embarcó en la nao Santiago. Vivió su naufragio a finales de agosto de 1520, cuando iban explorando la costa de la Patagonia y chocaron con unas rocas, aunque afortunadamente pudo desembarcar a tiempo y ser rescatado. Ocasio -otras fuentes lo llaman Ocacio o Bocacio- pasó a la nao Victoria y tuvo un momento de gloria al tomar una chalupa junto a otros marineros y explorar el canal que les sacaría de aquel laberinto que era el Estrecho de Todos los Santos, luego rebautizado de Magallanes. Siguieron tres largos meses de penalidades, pero no era el momento de recordar aquel duro trance, sino de celebrar su salvación. Bien lo sabían aquellos cristianos humildes y así se los debió recordar el padre Valderrama: Cristo tuvo su Pasión y su Cruz, y ellos tuvieron la suya en aquel ancho mar. Por eso aquel Domingo de Pascua Florida tocaba, más que nunca, celebrar la vuelta a la vida.

Lo primero fue pedir permiso al líder local, el rajá Colambu de Butuán, quien los autorizó a organizar el evento en la mañana del 31 de marzo. Se hallaban en la isla de Mazaua, que contaba con una buena playa y una ensenada donde anclar con seguridad. Un altar portátil, unas lonas y unos adornos florales hicieron las veces de capilla, y una gran cruz presidió el altar. Algunos hombres se esmeraron en prepararla, colocando tres clavos en representación de los que sostuvieron a Cristo y trenzando ramas espinosas para hacer una corona. Desembarcaron cincuenta hombres con sus mejores galas, siendo recibidos con solemnidad por las autoridades locales. Desde la playa la comitiva se dirigió al emplazamiento del altar, ante la mirada atónita de los naturales. Se ve que el general Fernando de Magallanes hizo de acólito, porque roció a los asistentes con agua aromatizada, presumiblemente bendecida por el capellán.

Todos adoraron la cruz y se postraron ante la Sagrada Forma durante la Eucaristía, tanto los europeos como los nativos, que les imitaban en todo. A falta de campanas, las bombardas dispararon salvas desde los barcos y, tras la comunión, ejecutaron la danza de las espadas. Hoy aún resuenan en algunas localidades onubenses, pero siglos atrás eran bailes muy populares, siempre asociadas a festividades religiosas. ¿También en Bollullos y los pueblos vecinos? Quiero creer que Ocasio Alonso la bailó al son de uno de los tambores y o de los panderos que sabemos que llevaban. Una vez concluida la ceremonia, los españoles formaron, dispararon salvas de mosquete y regresaron a sus barcos.

Los nativos asociaban las ceremonias religiosas a comidas rituales y, quizás por ello les regalaron dos cerdos ya sacrificados. ¿Se los dieron ya asados o los cocinaron después? A buen seguro fue todo un banquete para aquellos rudos hombres de mar ¿Lo aromatizaron con jengibre fresco? ¿Consumieron también alguna cabra asada, arroz cocido, cocos, plátanos y otros manjares? De todo ello hay noticias en relación con banquetes y dádivas anteriores o posteriores.

Reposada la comida, los españoles regresaron a tierra y organizaron la procesión. ¿Hubo Vía Crucis? Lo cierto es que desmontaron la cruz del altar, la llevaron a hombros hasta una colina cercana, la alzaron, la plantaron en tierra y la adoraron. Allí quedo como muestra de la devoción de aquellos hombres, en señal de posesión de aquella isla, como guía de navegantes, y en recuerdo de la amistad que unió a españoles y filipinos, hace 500 años.

¿Quién les iba a decir que apenas un mes después matarían al general y a muchos de sus hombres? Ocasio se salvó y el destino quiso que jugase de nuevo un papel relevante, aunque esa es otra historia.

La próxima entrega: Siete panes para siete solteros.

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