Un barrio hecho a sí mismo
El movimiento vecinal cobra sentido en una zona de apenas 35 años de existencia con logros graduales El impacto de la crisis y la presencia de estudiantes marca su presente
Sus inicios se remontan a finales de los años 70. Sus vecinos reconocen que la solera se queda en otros rincones de la ciudad. Pero llevan con orgullo su contribución al desarrollo del barrio, desde que era un entorno lleno de chabolas y chatarrerías. Porque Los Rosales se desarrolló entre reivindicaciones vecinales, por las inquietudes de sus primeros habitantes, que entendieron la necesidad de construir un espacio habitable con todo tipo de garantías. Aún hoy, en un tiempo en el que la crisis económica aprieta más que nunca, la vocación solidaria es una constante en la zona, conscientes de tener que reforzar la atención social cuando más falta hace.
Los Rosales es un barrio situado al este de la capital, configurado a partir de los primeros edificios de la constructora Arcocesa para trabajadores del Polo Químico llegados de la provincia y de Sevilla. Era una población de jóvenes parejas, de un nivel económico medio-alto, según recuerdan, que llegaron con muchas ganas de asentarse en la ciudad.
Aún así, los inicios no fueron fáciles. El arraigo no fue inmediato y fueron los más inquietos los que se esforzaron por hacer del entorno una verdadera barriada, una comunidad vecinal que conviviera todos los días. Contra la fuga de los fines de semana empezaron a surgir iniciativas como encuentros infantiles y juveniles para ofrecer un aliciente con el que mantener la población a pesar del descanso laboral. Esas inquietudes también hicieron que se participara directamente en la construcción del barrio, proponiendo, por ejemplo, la nomenclatura de las calles, inspirada en la gran obra de Cervantes. Es de ahí de donde salen las principales vías del barrio: Don Quijote, Dulcinea, Sancho Panza, Rocinante, Molinos de Viento o Campos de Montiel, entre otras.
Para entonces ya estaba trabajando la Asociación de Vecinos Los Rosales, constituida en 1978 y muy activa desde el primer momento. Fue así como, a pesar de la existencia de un colegio, se logró la construcción de otro, el Al Andalus, por las necesidades de la zona, aún a costa de zonas ajardinadas también demandadas. Y el instituto José Caballero y el centro de salud.
"Teníamos presente que más que por el barrio teníamos que pedir por todo el distrito [el VI, junto a El Higueral y Pérez Cubillas]", recuerda la actual presidenta, Charo Tristancho, cuyo marido, José Carrasco, fue fundador de la asociación.
Ese principio de solidaridad y de búsqueda del bien común ha movido todas las acciones del colectivo, muy sensible en todo momento a las necesidades sociales de sus vecinos.
En la última década, asegura la presidenta, "entendimos que socialmente había mucho que hacer", con la dirección puesta en el absentismo escolar y los primeros efectos de la crisis. "Pusimos en marcha un proyecto dirigido a jóvenes en actitud de desarraigo y dio sus resultados, disminuyendo los conflictos en los centros escolares. Pero nos lo cortaron a pesar de que entendíamos que nos quedaba mucho por hacer", explica.
Ahora se vuelcan en canalizar la ayuda procedente del Banco de Alimentos de Huelva porque "la necesidad ya no es sólo de las viviendas sociales sino de todo el barrio: hay mucho paro y una necesidad muy grande".
Pero el principal problema que preocupa en la actualidad a la asociación de vecinos es precisamente la situación de las viviendas sociales de la barriada, que acoge el mayor número de la ciudad, según apuntan. Denuncian que los inquilinos están en una situación muy delicada tras el cargo del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) en sus recibos de alquiler, dependiente de la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (EPSA).
"Se trata de gente que cobra sólo 400 ó 500 euros y tiene hijos y nietos a su cargo. Hay que darles una respuesta a los vecinos porque están en una situación desesperada, ya sea anulando ese impuesto o no cargándolo en sus alquileres", explica la presidenta.
La situación es delicada. De los inicios con vecinos jóvenes llenos de ilusión se ha pasado a una situación de paro y necesidad, unida al envejecimiento de la población, que sólo palía la llegada de inmigrantes y, sobre todo, de estudiantes universitarios, que han cambiado la configuración del barrio por su proximidad al campus de El Carmen. "Son muchos los pisos que están alquilados a estudiantes pero estos no tienen recursos y tampoco dejan más dinero", se quejan los comerciantes.
Pero pese a todo, los vecinos de Los Rosales están orgullosos de su barrio y mantienen el espíritu de un lugar que se ha hecho a sí mismo.
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