Una avería deja sin luz a mil usuarios de La Orden Baja durante 15 horas

Apagón en la capital Los técnicos detectaron la causa del corte en un cable subterráneo de la calle Montevideo

Endesa restablece el suministro con grupos electrógenos ante la dificultad de localizar el fallo · Los comerciantes del barrio estaban desesperados por las pérdidas de mercancía y de negocio

Una avería deja sin luz a mil usuarios de La Orden Baja durante 15 horas
Una avería deja sin luz a mil usuarios de La Orden Baja durante 15 horas
Y. Sánchez / Huelva

14 de octubre 2010 - 01:00

Endesa estima que alrededor de un millar de usuarios de La Orden Baja estuvieron sin luz desde las doce y media de la madrugada del miércoles y durante toda la mañana, el apagón más largo que se recuerda en el barrio, unas quince horas.

Los técnicos de la compañía localizaron la avería en un cable subterráneo entre la calle Montevideo y la trasera de la estación de combustible del barrio, aunque hasta llegar ahí tuvieron que revisar varios puntos de la red de suministro, desde la subestación Onuba hasta varias secciones. A media mañana de ayer varios operarios abrieron una zanja en la calle Montevideo para tratar de reparar el fallo.

La compañía consideró restablecido el suministro sobre las 13:00, aunque lo cierto es que vecinos de varias calles, como Montevideo o avenida de La Orden, no tuvieron luz hasta pasadas las 15:30. Endesa justifica esta diferencia por los trabajos de reparación pues, aunque se recupere el suministro, "las maniobras" de los operarios "obligan a realizar cortes que los usuarios detectan c omo una prolongación del apagón". De todas formas, el suministro se fue recuperando poco a poco conforme empezaban a ponerse en marcha los generadores auxiliares.

Personal de la compañía eléctrica empezó a trabajar en la avería a primeras horas de la mañana. Cuando comprobaron las dificultades para localizar el fallo y repararlo, la empresa optó por recurrir a grupos electrógenos para recuperar el suministro. Endesa asegura que sobre las diez de la mañana empezó a movilizar los grupos, que no estuvieron en marcha hasta varias horas después porque "lleva un tiempo poner en funcionamiento una instalación de este tipo; es como una pequeña subestación", justificaron ayer fuentes de la compañía.

En principio, se pensó en ubicar cinco equipos electrógenos, pero al final cuatro fueron suficientes: dos en la calle Montevideo, otro junto a la gasolinera y, el último, en la esquina de la calle Valparaiso y Lima, provocando un ruido infernal. Endesa confiaba ayer en que el suministro se recuperase con normalidad a lo largo del día, aunque tampoco pudo asegurarlo, "porque se trata de una avería complicada que puede crear problemas y retrasos", apuntaron las mismas fuentes. De todas formas, insistieron en que los usuarios no apreciarán ninguna diferencia por tener un suministro provisional.

Mientras sucedía todo esto, los comerciantes de La Orden Baja veían pasar las horas descompuestos. Muchos de ellos, autónomos no se atreven a hacer cuentas temiendo que las pérdidas alcancen una cifra difícil de asumir. Con velas y linternas observaban con preocupación las cámaras frigoríficas donde la temperatura subía disparada conforme pasaban las horas. El propietario de un restaurante de la zona afectada, Antonio Garrán, no pensaba abrir las máquinas de refrigeración hasta que no volviera la luz. "No quiero ni tocarlas para intentar que mantengan el frío todo lo posible. Debían estar a 25 ó 30 grados bajo cero y cuando he llegado, a media mañana, estaban a -10 ó -15; ahora ya están en -7". Tenía las máquinas a tope para atender un encargo para esta semana, una boda. "No sé cómo voy a cumplir el compromiso porque si se ha echado a perder mucho, ahora va a ser difícil tener todo lo que necesito a tiempo".

Ayer no hubo tapas ni comidas, "la gente sabe que no hay luz y no han venido, alguno llama preguntando..., el día está echado, pero lo que temo son los congeladores, que es un dineral".

Al producirse el apagón de madrugada los comerciantes no se percataron de lo que les esperaba hasta que llegaron a los establecimientos, a primeras horas de la mañana. Los más madrugadores, los camareros que abren poco después de las seis de la mañana, como José Marín, se armaron de paciencia con la confianza de que la avería fuera subsanada pronto. Pasadas las dos de la tarde Marín seguía esperando. Después de 35 años detrás de la barra de uno de los bares de la calle Montevideo está prevenido; la máquina de café funciona con luz y gas, "no ha sido el primer apagón", el más reciente fue hace apenas unos meses, antes del verano; la cerveza la sirvió más templada que fría con la resignación de la clientela habitual, consciente de que Marín poco más podía hacer.

Antonio Garrido ya estaba a las seis de la mañana en la lonja para comprar pescado. Cerca de 300 euros invirtió en el fresco del día. Su pescadería también está en la calle Montevideo. Empezó a despachar después de la una de la mañana. "No he podido preparar la mercancía hasta ahora, ni limpiar ni nada, el pescado está con el hielo que traía; a ver quién me paga ahora todo esto, cuánto voy a vender a estas horas y, mañana, cómo voy a dar lo que quede si ya no está en condiciones", se preguntaba.

Con la cámara chorreando estaba Dolores González, la propietaria de un negocio de productos congelados. Después de tantas horas de apagón empezó a reubicar los productos para tratar de salvar algo. "El problema es que no sabemos cuánto va a durar", decía al filo de las dos de la tarde. La mayor parte del fiambre lo daba por perdido; "no me atrevo a dar esto a alguien y que tenga problemas"; el congelado estaba ya más descongelando que congelado, y la carne y el pescado seguían el mismo camino. "Lo primero que he hecho ha sido bajar todos los interruptores para evitar que se estropeen las máquinas, pues ya me pasó antes del verano con otro corte de luz". Entonces se le rompieron varias vitrinas de frío, pero "como tenían más de diez años no me pagaron nada por ellas", lamenta.

Tiene tres empleados "a los que tendré que dar su sueldo como cualquier día, lo mismo que tendré que pagar los impuestos, como si no hubiera pasado nada; pero, a mí, quién me paga todo esto", se preguntaba.

La única que hizo el agosto fue la dependienta del despacho de pan Rocío García. Multiplicó sus ventas porque los supermercados próximos, que también tienen pan, estaban cerrados por el apagón. Ésta contó con la colaboración del obrador que le suministró la mercancía al funcionar con normalidad. Eso sí, la caja registradora no funcionaba, por lo que tuvo que recurrir a papel y lápiz para llevar el control.

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