La aurora de la Virgen Chiquita
Bajada de la patrona desde su santuario del conquero La Virgen recorre las calles durante algo más de cinco horas
Los misterios del rosario se rezaron en el Santuario de la Cinta, el colegio San Pablo, el palacio del obispado, San Pedro y La Concepción · Huelva se volcó para acompañar a la Virgen hasta la Concepción
El Santuario de la Cinta abrió ayer las puertas a su Virgen, que recorrió, más que bien acompañada, el camino que le condujo hasta la Iglesia Concepción, en un paseo intenso marcado por la emoción de los fieles, que no la dejaron sola ni un momento y que fueron en aumento conforme ésta se acercaba a la nueva morada, donde espera hasta el día 7 para volver a brillar en su nuevo recorrido por las calles de la capital onubense.
Como siempre madrugadores, los campanilleros se reunieron para ensayar los cánticos alrededor de las 05:00 de la madrugada.
Mientras reinaba el silencio en la aún dormida ciudad choquera, los 40 coreantes se mostraban nerviosos ante un momento que llevan esperando mucho tiempo, sobre todo las nuevas incorporaciones que este año trajeron una nueva voz y un guitarra. A la cabeza de ellos, Rafael Vélez, también agitado por el pronto reencuentro con la Patrona. Salieron en su busca, realizando cinco paradas para el rezo del rosario como marca la tradición: la primera en la puerta de la Iglesia de la Concepción, la segunda frente al monumento a la Inmaculada, en San Pedro tuvo lugar la tercera parada; más adelante, cerca de la rotonda de Juan Ramón, en el antiguo Colegio Francés, y la última, junto a la estatua del pintor Pedro Gómez.
La oscuridad todavía se cernía sobre el centenar de devotos que a las 6:00 de la mañana se congregaban frente a la Iglesia donde se celebró la misa, oficiada por el rector del Santuario Julián Jiménez, en compañía de Antonio Salas. El primero también tuvo a su cargo el rezo del primer misterio del rosario. Desde el claustro, otro tanto de fieles seguían la función principal a través de la útil megafonía. Si algo tenían en común estos últimos y los recién llegados campanilleros, era la ansiosa espera por ver la imagen de la Virgen Chiquita.
El momento llegó a las 07:00, hora en que cantaron la Salve en los jardines del santuario frente a la imagen mariana. A la par que las campanas anunciaban la salida de la Señora de Huelva.
La mañana iba abriéndose paso iluminando a la Patrona en su bajada por la cuesta del Conquero, cuando ya muchos comentaban no haber visto tanta gente ningún otro año. Una suave brisa agitaba el crespón oscuro atado a un varal en memoria del cintero desaparecido Ernesto Lazo.
Cuando la comitiva llegó a la zona de Aguas de Huelva, se congregaron concejales del Ayuntamiento y demás políticos de la provincia, que no quisieron perderse el paso de la Cinta. A la cabeza de ellos se encontraba el alcalde, Pedro Rodríguez, acompañado por su mujer, que ofrecieron a la Patrona una de las primeras ofrendas florales, cuando apenas faltaban algunos minutos para las 08:00 de la mañana. Junto a ellos caminaban los populares Manuel Remesal, Ángel Sanchez y Enrique Pérez Viguera. Todos ellos acompañaron a la Madre de Huelva en la totalidad del recorrido.
Un año más los churros con chocolate no se repartieron a los presentes en este punto, perdiendo una exitosa tradición que tal vez la crisis no puede costear, tal y como comentaban los allí reunidos.
El segundo misterio del rosario se rezó en el colegio mayor San Pablo después de pasar por la cruz de mayo del Parque Moret, punto de gran expectación pues los campanilleros ya la esperaban allí para cantarle La bajada de la Cinta, mientras ésta se mecía al compás, y la Hermandad del Perdón aprovechó este momento para ofrecerle un ramo de coloridas flores. Todos la vitorean y aplauden alegres.
El tercer rezo del misterio fue uno de los más concurridos, teniendo lugar en el palacio episcopal, en cuyos jardines se internó la patrona de los onubenses, recibida con vítores y la habitual salve del Coro de Emigrantes. Los campanilleros le cantaron Repican, y el emocionado Hermano Mayor, Rafaél Vélez, se desvivía por la Chiquita del Conquero a la voz de "¡Viva Huelva! ¡Viva la Madre de Dios! ¡Viva la Virgen Chiquita!", llamamiento al que todos respondieron. Allí mismo, el obispo, José Vilaplana, se abrió paso entre la multitud de personas que conformaban una suerte de estampa familiar, esperando a la imagen mariana sobre las escaleras y alrededor de los jardines del recinto. Vilaplana se despidió entre ovaciones, estrechando la mano a todo el que se acercó, mientras los niños le llenaban de flores.
A las 10:00 el calor del ambiente hizo mecer los abanicos de los paseantes, fieles a su Virgen de Huelva, y sus costaleros, dos cuadrillas de 25 personas, dirigidos con gran maestría por su capataz José Ramón Romero, no decayeron ni un momento y bromearon "este año la única diferencia es este frío, deberíamos habernos traído el chaquetón".
De nuevo los campanilleros alzaron sus voces para saludar a la Hermandad de la Buena Muerte bajo la atenta mirada de Juan Ramón Jiménez. Y desde allí, rumbo a San Pedro, donde las campanas y la bandera de la parroquia anunciaban su gozo por la llegada de la Virgen de la Cinta.
El rezo del cuarto misterio del rosario tuvo lugar cuando el calor hacía mella en los hermanos que acompañaban el paso, refrescándose compartiendo el agua de un bidón. El Cristo de la Pasión la esperaba en la esquina de la calle de mismo nombre, y la Señora del Conquero se giró para acoger como merece a su Hermandad hermana entre aplausos multitudinarios, ramos de claveles blancos y rosa palo, y el soniquete de los campanilleros.
Después del paseillo mirando a la parroquia de San Pedro, que rebullía sus campanas para saludarla, ésta continuó hacia la calle La Fuente, donde recibió la primera petalada de la mañana, pintando la imagen de carmín y azafrán.
Los cinteros se dirigieron entonces hasta el convento de las Agustinas, donde la algarabía de gente se arrimó más que nunca. Las Hermanas del convento, que celebra su V centenario, la esperaban para cantarle la sevillana Huelva tiene una patrona. En un emotivo instante la Madre Superiora se acercó al paso para hacer la levantá, cuando los costaleros, mediados por el capataz, se rindieron en halagos con la Madre del Colegio. Nardos blancos y claveles encarnados para la Virgen de los choqueros.
Se acercaba el momento de la despedida cuando los campanilleros le cantaban un fandango a su paso por la Plaza de las Monjas. El reloj de la Concepción marcaba las 12:00 y sus campanadas marcaron el inicio de la petalada más conmovedora para los onubenses. Estos se arremolinaban para asistir al fin de este largo y enternecedor trayecto. La Chiquita del Conquero entró en el templo de cara al pueblo y de espaldas a la parroquia, donde la esperaban las cofradías parroquiales de la Oración en el Huerto, La Inmaculada, el Nazareno y la Soledad entre el traqueteo de campanas y festival de cánticos y pétalos que aún seguía a las puertas de la Concepción, donde ha de quedarse hasta el séptimo día del mes que viene, cuando deba de partir en una nueva procesión hacia la Catedral de la Merced.
El último misterio, en el cual se corona a la Virgen, llegó una vez se asentó junto al altar mayor, y de la misma forma oraron la junta de gobierno de la hermandad de la Cinta, las cofradías parroquiales, el antiguo párroco de la Concepción Antonio Bueno y el diácono Juan Romero, junto a un centenar de personas allí congregadas. Como nota final, el Hermano Mayor de la Hermandad, Manuel Roméu, se mostró agradecido por el calor de los fieles onubenses, que este año han doblado en número a los devotos que asistieron el año pasado.
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