El atropello mortal que desencadenó la ira
Los vecinos de la localidad calañesa realizan a diario concentraciones y recogida de firmas para que el presunto homicida del joven vuelva a prisión
El día había amanecido tranquilo en Calañas. Nada hacía presagiar lo que iba a suceder horas después ni los acontecimientos que iban a desencadenarse a partir de ese momento. Dos motoristas que transitaban a media mañana por el campo el domingo 23 de noviembre encontraron el cadáver. Era el de Ramón Cuaresma, un vecino de Calañas de 32 años que sufría una minusvalía física y psíquica. El cuerpo sin vida tenía un fuerte golpe en la cabeza, a la altura de la nuca. La Guardia Civil no descartó inicialmente que pudiera tratarse de un accidente y que el golpe pudiera deberse a una caída, pero a partir de ese instante comenzaron las investigaciones para determinar las causas de la muerte de Cuaresma. El fallecido era un hombre muy conocido en la localidad y le gustaba colaborar con las asociaciones y hermandades del municipio. También venía trabajando para el Ayuntamiento y de hecho iba a volver a hacerlo en esos días en los jardines municipales.
El fallecido había sido visto por última vez a primeras horas de la mañana, sobre las siete, en compañía de unos amigos y primos tras una noche de juerga. Después de tomar un café le vieron dirigirse hacia su casa, pero allí no llegó. Horas después el cuerpo sin vida de Cuaresma era localizado en una zona próxima al puente del Carrasco, en el término municipal de Valverde del Camino, aunque muy cerca de Calañas. Apareció sin la documentación que solía llevar y sin la tarjeta de crédito, de ahí que inicialmente fuera difícil saber de quién se trataba.
Al día siguiente, agentes de la Unidad de la Policía Judicial de la Guardia Civil acordonaba las zonas de Calañas en la que Cuaresma fue visto por última vez con vida. El objetivo de los especialistas era reconstruir los últimos movimientos del fallecido, ya que las primeras 48 horas después de un suceso como el ocurrido son fundamentales para descubrir los posibles indicios sobre las causas exactas que motivaron su muerte. De hecho, se encontraron restos de sangre en el lugar.
Así, aunque estaba previsto que durante la jornada del martes tuviera lugar el entierro, el acto fúnebre se anuló y fue pospuesto ante la necesidad de los forenses de practicarle un estudio más específico al cuerpo del joven.
Las pesquisas se centraron inicialmente en comprobar si Cuaresma murió de forma accidental o si alguien le asestó el golpe que supuestamente el provocó la muerte y si el joven fue trasladado con vida o sin ella hasta el lugar donde fue hallado, ya que él no podía conducir.
Una jornada intensa y desconcertante vivió Calañas el martes 25 de noviembre. Si a primeras horas de la tarde la consternación, el dolor y la emotividad se palparon en la iglesia de Nuestra Señora de la Gracia la incertidumbre se propagó por la localidad cuando la Guardia Civil detuvo a Diego J. Fernández Sánchez como presunto autor de homicidio y robo. La detención se produjo en el propio domicilio del joven calañés hacia las 21.30 horas, después de que las investigaciones condujeran a él como el presunto responsable de la muerte de Cuaresma. También indicaban que la muerte se había producido como consecuencia de un atropello involuntario. El accidente se produjo en el paseo Nuevo, en una calle próxima al domicilio de la víctima, y en la que hasta ese día se podían distinguir aún en la calzada restos de sangre y señales de un frenazo.
Tras la autopsia se ha conocido que el cuerpo de Ramón Cuaresma presentaba además de un fuerte golpe en la cabeza, un deterioro importante de sus órganos internos, debido a que el vehículo le pasó por encima, ya que al parecer el cuerpo se encontraba tendido en el suelo y Diego J. Fernández no pudo esquivarlo.
Lo que ocurrió después de atropello fue quizá por miedo o porque le entró el pánico. El caso es que el imputado introdujo el cuerpo de la víctima en el maletero de su coche y posteriormente lo abandonó a unos ocho kilómetros de Calañas.
La detención se produjo no sólo porque los investigadores localizaron numerosas huellas dactilares tanto en el lugar del siniestro como en el propio cuerpo de la víctima, sino porque Fernández cuando abandonó el cuerpo le despojó de la cartera, que contenía una tarjeta de crédito que utilizó después para pagar la limpieza que realizó en el vehículo en una estación de servicio. Sin embargo, a pesar de intentar quitar los restos de sangre en el coche, los expertos del Instituto Armado detectaron algunos de ellos en el maletero donde fue transportado el cuerpo sin vida de Cuaresma.
El presunto homicida estuvo prestando declaración durante más de dos horas ante la titular del juzgado número 2 de Valverde del Camino, tras lo cual decretó su ingreso en prisión con cargos. Habrían de pasar varios días hasta que se precipitaron los acontecimientos en Calañas que aún perduran en la localidad. Fue a raíz de la puesta en libertad bajo fianza de 6.000 euros de Diego J. Fernández por orden de la jueza que lleva el caso. El joven cumplía prisión incondicional desde hacía siete días. El hecho de que la sustracción de la tarjeta se había producido una vez fallecida la víctima fue considerado como un hurto y no un robo, cuya condena es menor, y además al tratarse de una cantidad inferior a los 400 euros, el caso fue calificado como falta y no como delito. La víctima se encontraba tendida en la calzada por lo que el detenido sólo podía ser imputado de una falta. La reacción de algunos vecinos de la localidad fue inmediata y al grito de "asesino", "fuera de aquí" y otras frases similares se echaron a la calle para mostrar su rechazo por la puesta en libertad de Diego Fernández. Poco antes de las doce de la mañana del pasado 6 de diciembre, hora fijada para la concentración, la plaza del ayuntamiento se fue llenando de gente que no ocultó su repulsa por la puesta en libertad de dicho vecino.
Seguidos por un dispositivo de seguridad de la Guardia Civil los concentrados, alrededor de un millar, expresaron públicamente su indignación por esta situación. Sería la primera concentración a la que han seguido otras. Pero la ira desatada ha ido más allá de las simples manifestaciones y se han convertido en un ataque directo no sólo contra el imputado sino contra toda su familia. Tal es así que ha decidido optar por el destierro voluntario y abandonar la localidad. La pintadas de la casa de los padres son reflejo de un ocaso que ha sufrido el hermano menor de ocho años de Diego Jesús. Mientras la familia de Ramón Cuaresma reclama justicia.
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