antonio garcía. tubero en astilleros · en regulación de empleo · huelva"Mi padre, que es pensionista, nos ayuda con sus ahorros de toda la vida"María Jesús Bellido. productora · parada · la palma del condado"Pagar la hipoteca y el préstamo

La actual coyuntura económica, más allá de las cifras, esconde dramas personales ligados al paro y la pérdida de poder adquisitivo

Raquel Rendón · Carlos López

14 de junio 2010 - 01:00

La crisis económica avanza imparable y alcanza, en mayor o menor medida, a onubenses de todas las edades y sectores profesionales. A muchos les ha llegado por sorpresa. Pagar las hipoteca se ha convertido en misión imposible. Las facturas continúan llegando y las maltrechas economías familiares hacen carambolas para conseguir llegar a fin de mes.

Desde los trabajadores de Astilleros de Huelva a los mineros de la Cuenca, pasando por los obreros de la construcción, jóvenes que perciben menos de mil euros mensuales y se ven abocados a vivir en casa de los padres, pensionistas o funcionarios... no hay quien se escape de las garras de la recesión. Al que lo logra, le basta con mirar a un lado y observar a un familiar, un amigo o un vecino para darse cuenta de la magnitud del desastre. La crisis, que tiene nombre y apellidos, esconde bajo sus lúgubres alas dramas personales y familiares de gran calado que reflejan la realidad de una sociedad sumida en el desasosiego, pendiente de los números rojos y carente de esperanza en un futuro, el de la remontada, que se ve lejano y arrastra a la pobreza a muchos que otrora vivieron en lugar de sobrevivir.

Era un niño cuando empezó a trabajar en Astilleros de Huelva. Este bollullero de 51 años vive en la capital desde hace 37 y no conoce más trabajo que el de la factoría onubense. La recolocación, a su edad, es una quimera. Hasta que la naval comenzara con la retahíla de EREs, este tubero con rango de oficial de primera "vivía muy bien". Antonio tiene un sueldo que ronda los 1.500 euros si le suma las horas extra. Pagó su casa hace tiempo pero pidió un préstamo para ayudar a su hijo, de 25 años, con los gastos de su boda. "Mi hijo trabaja también en Astilleros, tengo dos nietos pequeños y vienen a mi casa para que les ayude", explicó. La impotencia mina cada día su ánimo y se ve obligado a hacer auténticos juegos malabares para estirar la prestación que le queda, que ronda los 950 euros ("y bajando"), y cubrir gastos. La esposa de Antonio es ama de casa y está aquejada de una depresión profunda, por lo que "intento no contarle muchas cosas para no preocuparla". Con toda la carga sobre sus hombros y otra hija más de 16 años bajo su techo, "tengo que recurrir a mi padre, que tiene 83 años y es pensionista; el hombre nos ayuda con sus ahorros de toda la vida". El agua le está llegando al cuello. El conflicto de Astilleros no tiene visos de arreglarse y "la contribución, el agua, la luz y todas las letras no dejan de llegar a casa".

Además de su formación profesional en Producción Audiovisual, María Jesús Bellido puede presumir de gozar de un envidiable currículo que, aun así, no le es suficiente para dejar de llevar doce meses engrosando las listas del Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE). La urgencia de estar próxima a agotar la prestación por desempleo le llevó a buscar trabajo por la provincia de Sevilla, donde también ha dejado currículos a diestro y siniestro, sin que por el momento estos hayan dado sus frutos. Las únicas incursiones laborales desde que perdiera su empleo en un medio de comunicación se han limitado a un par de jornadas de catering en bodas. La situación de su marido es tan sólo un poco mejor: sólo ha logrado trabajar un par de meses en el sector de la hostelería, mientras que en el año 2009 sólo pudo hacerlo la mitad de los 365 días. Una temporalidad que cada mes compromete la economía familiar, haciéndose más cuesta arriba sacar adelante la hipoteca y el préstamo personal que tuvieron que pedir para la adquisición de la vivienda en la que se embarcaron a la hora de emanciparse.

La historia de Elisabet es la de una joven de 28 años con formación académica superior a la que le resulta imposible ejercer con constancia su profesión, la de actriz. Terminó la carrera en la Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba hace dos años y desde allá a esta parte "podría decir que he trabajado en lo mío sólo unas 20 horas". Son, básicamente, las que ha dedicado a representar su primer montaje teatral, Badana, un texto de Enrique Olmos que preparó en Buenos Aires (Argentina) bajo la dirección de Raúl Mereñuk. La vuelta le impulsó a trabajar realizando actividades extraescolares y animaciones para sobrevivir. "La Cultura se ha convertido en un bien de lujo" que muchas administraciones no pueden -o no quieren- permitirse en tiempos de penumbra y los retrasos en los pagos de las actuaciones suelen ser una constante. Con este panorama, es complicado trazar planes de futuro. La crisis, indicó, "me impide evolucionar, seguir, progresar al ritmo natural en mi profesión". Afortunadamente, "no tengo una hipoteca que pagar ni hijos que mantener", pero sí se ha visto obligada a regresar a casa de sus padres: "Sólo tengo 500 euros en la cuenta y debo un préstamo de 1.200".

Heredera de la también extinta Fresur, Bodegas López Cuesta echó el cierre en diciembre de 2009 después de más de tres lustros dedicado al mundo vinícola. Su tío Agustín Sánchez le encomendó la dura tarea de contribuir a finiquitar la entidad mercantil, a pesar de que con ello estaba firmando su sentencia laboral, pues desde entonces no ha empalmado más de tres días seguidos de trabajo en el sector de la hostelería. El joven de 29 años afirma que "es la crisis más grande que he vivido, pero no sólo a nivel personal, sino de toda mi familia". Reconoce que en 1993, a nivel empresarial, también se vivieron años especialmente amargos, si bien "nunca a estos niveles". En comparación y en retrospectiva aquello fue una bagatela, afirmó. Ahora ha regresado a Granada para probar suerte en aquellos lares, aunque de momento sin éxito. Antes de su partida en nuestra provincia sembró un sinfín de currículos desde la Costa a la Sierra, siempre con el mismo resultado: "Ya te llamaremos". Asegura que, por suerte, no tiene carga familiar, pero está "desesperado" porque no vislumbra una solución a corto plazo y no percibe prestación por desempleo.

A los 20 años inició su vida laboral en el sector de la construcción. Ahora tiene la edad de Cristo y una dilatada experiencia como gruista. Antonio José Rodríguez es isleño y un tipo muy trabajador, pero la crisis del ladrillo la pagó con su empleo y pasó a ser uno más en la lista del paro. Dos años de silencio, de búsqueda desesperada e infructuosa de un trabajo con el que poder mantener a sus dos hijos, Juan Antonio (14 años) y David (8 años), y pagar las letras de la hipoteca del hogar (360 euros al mes). Hace un mes percibió por primera vez los 427 euros de la Renta Activa a la Inserción y su paciencia llegó al límite. Como tenía experiencia como pescador, decidió embarcarse para ganarse el pan en la mar, aunque eso conlleve riesgos y le mantenga alejado de su familia cinco días a la semana. Cada lunes, a las 2:00, se integra en un grupo de diez personas - "la mayoría jóvenes de Isla y Lepe, pero también tengo compañeros de 45 y 60 años"- y pone rumbo por carretera al Puerto de Santa María (Cádiz). Allí se embarca. La pesca de la caballa se lleva a cabo entre las 9:00 y las 19:00 y "no paramos ni para comer". Vive y duerme en el barco hasta que el viernes regresa a Isla Cristina. En muchas ocasiones "nos hemos visto con necesidad", pero afortunadamente "mi mujer, Patricia, también está trabajando en un hotel".

Rompe todos los estereotipos que suelen atribuírseles a los jóvenes. Navarrete ha pasado toda una odisea hasta desembarcar en Rociana del Condado en busca de un mejor futuro laboral para ella y su familia. Tras tres años trabajando en una peluquería en su pueblo natal, Villanueva del Arzobispo (Jaén), se vio en el paro y sin posibilidades de encontrar un empleo en la zona. Tras buscar de forma denodada pero infructuosa, optó por hacer las Américas en Bollullos del Condado, donde su hermano regentaba un pub. Sin posibilidades de trabajo en la comarca y con ayuda de sus padres, la joven optó por hacerse empresaria. En las miles de vueltas que le dio a la cabeza antes de tomar una decisión al respecto, cobró fuerza la posibilidad de montar una franquicia de menaje del hogar, si bien este negocio sólo le reportaría trabajo a ella. Fue éste el factor determinante para que, al final, se decantase por aceptar el traspaso de un bar en Rociana del Condado, ya que "así podía darle trabajo a mi familia". No obstante, asegura que la odisea está siendo "muy complicada por culpa de la crisis".

Es natural de la localidad sevillana de Los Palacios, pero Pepi lleva 32 de sus 57 años afincada en la capital onubense. Actualmente trabaja como auxiliar de enfermería en Urgencias del hospital Juan Ramón Jiménez -donde fue contratada hace ocho años-, pero ha pasado ya por las instalaciones de distintos ambulatorios y del hospital Infanta Elena. Ella representa a los miles de trabajadores públicos que verán mermado su salario anual en un 5% una vez se apliquen las medidas de ajuste aprobadas por el Ejecutivo. Eso de apretarse el cinturón no le parece mal, si se puede, claro. Pero en su condición de mujer separada con una hipoteca y dos hijos a su cargo, es obvio que 50 euros menos en una nómina mensual de mileurista "es demasiado". Ése suele ser su salario medio en el turno programado hospitalario, un sueldo que alcanza después de "hacer días y turnos a las compañeras". Si la rebaja del 5% se aplica finalmente a su cuenta corriente, "tendré que hacer más turnos seguidos y, con mi edad, ya una no está para estos trotes". Además, intenta echar una mano a su hija, "que se metió en un piso con su novio y no puede pagar la hipoteca".

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