25 aniversario del Centro Penitenciario de Huelva

Un cuarto de siglo de la prisión de La Ribera

  • El Centro Penitenciario de Huelva cumple 25 años con 990 internos, la cifra más baja de su historia

  • La arquitectura sigue igual excepto varias reformas menores durante estos años

El director del Centro Penitenciario de Huelva, Raúl Barba, accede al interior de la prisión.

El director del Centro Penitenciario de Huelva, Raúl Barba, accede al interior de la prisión. / Alberto Domínguez

Catorce puertas. A través de ellas la vida es otra. Sin duda. Casi se tiene que cerrar una para que pueda abrirse la siguiente. Entre una y otra el calendario casi ni se percibe. A la Navidad le falta el calor de la familia; al verano, el olor a salitre; y a la primavera no le sienta igual el color de la buganvilla. Hasta al cielo le falta la libertad para brillar. Esas catorce puertas son las que suenan como un corazón roto. A propios y extraños. A inquilinos y visitantes. Entre una y otra se mira a la cara oculta de la luna. Al arrepentimiento y a la reinserción. Son catorce puertas de seguridad, de condena, de penitencia. Talleres, psicología, convivencia, terapia, programas y trabajo. Estas y otras cuestiones son las que se ponen encima de la mesa día sí y día también. El objetivo no es otro que al cruzar la última puerta sea otro el que sale por ella pero con la misma foto en el carné. Otro interior, otra mentalidad. Una reinserción completa. Exactamente son catorce las puertas que tiene un preso de la cárcel de Huelva desde su celda hasta la salida. Muchos, miles, han cruzado esos mismos portones durante un cuarto de siglo. Tanto de ida como de vuelta. Y entre medias, su camino más largo en un mismo escenario.

El Centro Penitenciario de Huelva está de aniversario. Son 25 años de unos cimientos que soportan 1.008 celdas. La arquitectura es idéntica a como se concibió, con reformas menores. Allí dentro han llegado a vivir, en el mismo momento, 1.800 presos. Ocurrió en 2008. Ahora, los que cumplen condena se cuentan por 990 (de los cuáles sólo el 5% son mujeres). “Es la cifra más baja de la historia”, reconocía ayer el director, Raúl Barba, quien roza los tres años dirigiendo la prisión. Mediante una visita, minutos antes del acto institucional del aniversario, el máximo mandatario analizó la situación actual del centro.

“Se ha destinado una partida de 6 millones de euros para renovación de instalaciones tan fundamentales como sistema de videovigilancia, alarmas de detección de incendios, renovación de la cocina, ampliación del edificio de oficina... es decir, el centro va a quedar en unas condiciones óptimas aunque hayan pasado 25 años". 

La alta seguridad para acceder al Centro Penitenciario se percibe desde se apaga el motor del coche en el aparcamiento de la entrada. La espera y el acceso es tranquilo. El protocolo marca las directrices. Datos, foto y cruzar, poco a poco, ese laberinto de puertas que se abren y cierran de manera parsimoniosa. Es el mismo camino por el que acceden familiares, abogados, todos. Durante el trayecto, parte de la plantilla, que cuenta con unos 470 trabajadores.

Una vez dentro de la propia prisión, la división es clara. Las zonas comunes, que son las centrales, con el polideportivo, salón de actos, enfermería...; y en los laterales, las zonas residenciales. En total son 14 módulos ordinarios con 72 celdas cada uno. De manera adición y por separado se encuentra el primer grado, con 18 presos, la cifra más baja. El paso de los años ha permitido el descenso del número de personas en primer grado pasando al tercer grado, potenciando la reinserción, que es el objetivo. Así lo expresó Raúl Barba, al tiempo que explicó algunos de los programas en los que están trabajando. Uno de ellos la Terapia Asistido con Animales (TACA), que se encuentra nada más entrar a la propia prisión, y está dirigido a internos con problemas mentales, que normalmente residen en la enfermería. El objetivo es el “desarrollo empático, la socialización”. Allí, tres internos se encuentran con varios perros que después saldrán en adopción, ya entrenados.

En mitad del centro, y de forma perenne, se encuentra la torre de seguridad, que controla principalmente la seguridad perimetral. La entrada y salida de personas, de visitas y demás cuestiones, se ha visto mermada en meses anteriores debido a la pandemia y sus restricciones sanitarias. Barba explicó que el Centro Penitenciario aguantó sin contagios hasta el mes de agosto, cuando ya había un 95% de vacunación realizado. Este tiempo no ha sido fácil para nadie. Los internos, por ejemplo, se han quedado sin ver a sus seres queridos, para lo que ha habido “una labor pedagógica”. Ante la situación se implantó el método de la videollamada.

El escenario de la pandemia ha sido “un poco complicado”, reconoció una interna debido a no poder ver tanto a la familia. Aun así “aquí se nos ha ayudado mucho y el psicólogo ha estado con nosotros. Y muy bien, la verdad”. Esas videollamadas se han colocado ahora, además, en el módulo, por lo que “podemos acceder a ellas diariamente. Estamos muy atendido”. Son palabras de una interna del pionero módulo mixto que se inauguró el pasado mes de junio por primera vez en Andalucía. Los reclusos pueden realizar diez llamadas a la semana de unos cinco minutos.

Allí en ese módulo conviven hombres y mujeres, en lo que parece y da la sensación de estar en las instalaciones de un colegio. A excepción de las propias celdas, claro está. El patio, con sus porterías y canastas, la mesa de ping pong o anclada al suelo. El comedor, la tele, los murales... . “Tenemos talleres ocupacionales, reuniones grupales...”, señaló un interno que espera cuando salga a la calle “volver a trabajar, estar con mis hijos y a llevarlo bien para no volver a prisión”. Y es que “lo peor que llevo es la distancia con mis hijos. Los echo mucho de menos”.

Otro interno apuntó que este nuevo módulo “me ha servido para crecer como persona y seguir mis estudios, que los llevaba muy mal. Aquí me han enseñado a retomar todas esas cosas, y la verdad es que estoy orgulloso”.

Varios han sido los directores que han pasado por el Centro Penitenciario de Huelva. Atrás quedaron también anécdotas. El primero de ellos, Víctor Comendador, vino destinado de Madrid y cuando llegó le confundieron con el director de la obra, puesto que la prisión todavía estaba en construcción. “No había internos, nadie”. Todo ocurrió después, cuando los internos de la antigua cárcel desayunaron un día en un sitio y almorzaron en otro. Atrás también quedaron historias como cuando “la torre se nos llenó de cucarachas y se nos desmayó una funcionaria”, expresó a Huelva Información. Por aquí también han pasado muchos reclusos mediáticos. La población del centro fluctúa, como es lógico, pero todos cruzan las catorce puertas.

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