Huelva

Un tercio de los alcohólicos de Huelva tiene entre 26 y 35 años"El botellón es una fábrica de futuros enfermos de alcoholismo"

  • Los problemas familiares eran el pan de cada día de Rafael antes de acudir a ARO

Un total de 206 personas participó el año pasado en el programa de deshabituación del alcohol de la asociación Alcohólicos Rehabilitados Onubenses (ARO) sólo en la capital. De ellos, 69 personas -es decir, el 33,5% de los participantes- tenía entre 26 y 35 años, lo que constata que es entre los jóvenes donde más casos de dependencia a esta droga se registra. Cabe destacar que esa cota no se alcanzaba en este grupo de edad desde 1999, y que desde 2000 ha mantenido una trayectoria ascendente.

Más de un cuarto de los enfermos que ingresaron en ARO en busca de ayuda el pasado año, el 27,7% de los alcohólicos, tenía entre 36 y 45 años, mientras que el 20,4 por ciento de los participantes tiene edades comprendidas entre los 46 y los 55 años. Los jóvenes menores de 25 años fueron en 2006 el 10,7 por ciento, si bien los mayores de 56 constituyeron el 7,7% de los enfermos.

Los datos evidencian además que la alcoholemia es una enfermedad más común entre los hombres. De hecho, de las personas que ingresaron en el programa ARO el pasado año, el 85% son hombres (175) y sólo un 15% (31), mujeres.

La actividad de esta asociación no sólo se circunscribe a las fronteras de la capital, sino que se extiende a toda la provincia. Las localidades de Bonares, Cortegana, Isla Cristina, Nerva, Punta Umbría y Valverde del Camino también cuentan con sedes que prestan servicio a otras 200 personas más. El presidente de ARO, Manuel Vázquez, explicó que "el colectivo que conforma esta asociación es muy extenso, puesto que también se implica a un familiar directo de cada enfermo. Esto es, en total somos en la provincia unas 800 personas luchando contra el alcoholismo".

La metodología aplicada por ARO para desarrollar sus fines asociativos, aparte de la actividad preventiva, consiste en la curación mediante autoayuda en terapias de grupo, dirigidas por monitores que, en la mayor parte de los casos, son enfermos rehabilitados. Vázquez señaló que "los resultados previstos son la curación del 80% al 90% de los enfermos que terminan el tratamiento, que es gratuito, puesto que somos una entidad sin ánimo de lucro".

A día de hoy, ARO cuenta con un total de 21 grupos de terapia semanales tanto en la capital como en algunas cabezas sectoriales de la provincia. En cuanto al equipo humano, 96 monitores (enfermos rehabilitados) se encargan de controlar las terapias bajo la dirección del creador de la entidad y director técnico de la misma, Cristóbal Gangoso. Una escuela permanente de formación de monitores se encarga "de enseñarles a transmitir un mensaje de libertad, creíble, atractivo y posible".

Asimismo, existe un equipo de guardia de 20 personas (diez parejas) que se encarga de la recepción e información del enfermo o familiar que acuda a la sede social de la asociación onubense, que se ubica en la calle Isaac Peral, 11. Aunque es en este lugar en el que se llevan a cabo la mayor parte de las actividades, en el salón de actos del Hospital Juan Ramón Jiménez también existe un grupo de terapia que permanece abierto a la población en general.

Cuando un enfermo llega a ARO se integra en la primera fase del programa de desintoxicación, llamada preiniciación. Con una duración de tres meses, su objetivo es conseguir que el alcohólico pierda el hábito de beber alcohol.

La segunda fase del programa, la de iniciación, "exige la sinceridad de los pacientes para que se puedan abordar sus problemas desde la raíz", según explicó Vázquez. Una vez superado este nivel se pasa al intermedio, "donde abordamos los problemas que haya podido causar la adicción en la familia del enfermo". Tanto en ésta como en las fases anteriores, es imprescindible la colaboración de un familiar directo del alcohólico, un apoyo imprescindible para ellos.

En el último nivel, el final, se permite a los pacientes "participar en las terapias de grupo como monitores en prácticas", contribuyendo con su experiencia a enriquecer los tratamientos que se dan a los de nuevo ingreso. El proceso puede durar entre cuatro y cinco años, "dependiendo de la evolución de los enfermos".

La vida de Rafael Domínguez dio un giro de 180 grados hace cinco años, cuando entró en la asociación Alcohólicos Rehabilitados Onubenses (ARO) en busca de ayuda "para salir de mi enfermedad". Ahí precisamente está la clave: "reconocer que se tiene una adicción es la única salida para salir de ella".

Antes de dar ese paso "era una persona egoísta y que dejaba a mi familia en un segundo plano. Esta enfermedad no sólo te consume a ti, sino también a tu entorno". Su mujer Manuela, parte activa en la recuperación de Rafael, fue la que "me puso un ultimátum, porque nuestra relación empezaba a hacer aguas. Ella me dijo que siempre estaría a mi lado y así ha sido. Es mi gran apoyo".

Empezó a beber hace años: "fui un bebedor social e intermitente; no tenía problemas de trabajo ni con mi familia. Me tomaba las copas con amigos hasta que llegó un momento en que, como el alcohol es una droga, sentía la necesidad de beber cada vez de forma más asidua y en mayores cantidades".

Asegura que la barrera que separa al enfermo alcohólico del que no lo es "es muy delgada". Llegó un momento en su vida en que "tenía que beber grandes cantidades para coger el punto; no perseguía el placer de beber, sólo necesitaba alcanzar la falsa euforia que da la embriaguez". No obstante, ha logrado recuperarse antes de "caer en la dejadez total y de que fuera una evidencia para la sociedad".

El hecho de que el alcohol sea una droga legal no le parece bien si su consumo es desproporcionado, "porque muchos menores acceden fácilmente a él y los que se lo venden se saltan la ley a la torera". Además, estima Rafael que "el botellón es una fábrica de enfermos de alcoholismo si no se bebe con moderación".

Rafael acudió a ARO, se informó, y desde entonces no ha dejado la asociación. Comenzó yendo a terapias una vez por semana y pasó por distintas fases del tratamiento, desde la preiniciación (tres meses en los que hay que deshabituarse del alcohol), pasando por la iniciación y la fase intermedia (donde se "arreglan los problemas de pareja, que son muchos"). Ahora "hemos pasado a la última etapa del tratamiento y somos monitores en prácticas que ayudamos a los demás en las terapias".

Destaca el aljaraqueño que "todo es absolutamente confidencia, pero es imprescindible ser muy sincero para que puedan ayudarte". El grupo de terapias, que suele estar compuesto por una veintena de enfermos con sus correspondientes acompañantes, "es nuestro mayor apoyo, porque te sientes identificado con el de enfrente". Finalmente, compara el alcoholismo con la miopía: "Aunque te pongas gafas, nunca se cura".

No ha vuelto a probar una bebida alcohólica, "ni siquiera en las celebraciones: he aprendido a divertirme sin beber".

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