Yo acuso
EL 13 de enero de 1898 Emile Zola publicó en L'Aurore su famoso artículo en forma de carta abierta al presidente de la República francesa, Félix Faure, en el que abogaba en favor del capitán Alfred Dreyfus.
Antes de que usted me lo diga, bien sé yo que no soy comparable a Emile Zola. Pero reconozca, señor presidente, que tampoco mi Hermandad del Calvario es el capitán Dreyfus y que usted, desde luego, tampoco es el presidente de la República francesa.
Salvadas esas diferencias, permítame, Sr. Fernández, que comience esta carta de la misma forma que comenzaba la que da título a esta reflexión.
"Señor presidente, ¿me permitís que, agradecido por la bondadosa acogida que siempre me habéis dispensado, me preocupe ahora por vuestra gloria y os diga que vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, está amenazada por la más vergonzosa e imborrable mancha?".
En varias ocasiones, Sr. Fernández, hemos discutido y confrontado nuestras opiniones sobre temas de Semana Santa. Más de una vez me ha visto posicionarme en una idea distinta de la que usted propugnaba, sin que por eso hayamos dejado de hablarnos. Me consta que usted se preocupó por mi estado de salud cuando sufrí una grave dolencia y que se interesó varias veces por mí. Es algo que agradezco y que no olvidaré. También es cierto y seguro que las actas de los plenos del Consejo guardan buena nota de ello, al igual que su memoria, que yo he felicitado públicamente su gestión en temas relativos a nuestra Semana Mayor.
Es por eso que quiero que entienda, Sr. Fernández, que no le hablo desde el odio ni desde el rencor ni desde "la crítica por la crítica". Su persona me ha merecido y me merece todos los respetos, aunque discrepe grandemente de su labor al frente del Consejo de Hermandades.
Igualmente, quiero que tenga bien claro que hablo por mí y desde mi propia conciencia y pensamiento. No soy portavoz de nadie. No represento a nadie más que a mí mismo.
En ese contexto, quiero hacerle llegar estas líneas, a la vista del contencioso que usted ha creado en el Lunes Santo, con mi Hermandad del Calvario.
Sí, Señor Fernández, lo ha leído bien: el contencioso lo ha creado usted, por más que se trate de buscar explicaciones que le exculpen y de buscar oportunas cabezas de turco, algo a lo que ya estamos acostumbrados desde hace años en la Semana Santa de Huelva. El contencioso no lo ha creado la Hermandad de las Tres Caídas, que está en su perfecto derecho de proponer cuanto ha propuesto, ni la Hermandad del Calvario, que lo está en negarse a una imposición de usted. De usted, no de las hermandades del Lunes, ni del pleno de hermanos mayores, ni del señor obispo.
Señor presidente, el ejercer el poder de la junta de gobierno del Consejo de Hermandades no le confiere automáticamente la omnisciencia ni el estar en posesión de la verdad absoluta. Reconozca usted que no es el Moisés de Miguel Ángel, caracterizado por tener karan ohr panav. De su frente no emanan rayos de luz divina.
Desde hace días, viene usted repitiendo las mismas frases y atribuyendo las mismas contestaciones a los demás. Y usted sabe, Sr. Fernández, que no dice la verdad.
Por eso, yo acuso al presidente del Consejo de no decir la verdad en cuanto se refiere al contencioso que ha creado con la Hermandad del Calvario.
Yo acuso al Sr. Fernández de tratar de acallar las críticas de aquellos cofrades y medios de comunicación que ven claramente lo que está ocurriendo, desacreditando a unos y a otros con argumentos sin razón, con ataques personales, con recursos demagógicos, apoyándose en personajes faltos de criterio o de valor suficiente e intentando extraviar a la opinión pública.
Yo acuso al presidente del Consejo de carecer de estatura moral para exigir ahora a los demás el cumplimiento de una legalidad estatutaria que él ha venido incumpliendo reiterada y sistemáticamente durante seis años. Si quiere legalidad, comience predicando con el ejemplo.
Yo acuso al Sr. Fernández de faltar a la verdad cuando cuenta las conversaciones y negociaciones llevadas a cabo en el tema del Lunes Santo. De decir públicamente una cosa y hacer todo lo contrario en privado.
Yo acuso al presidente del Consejo de haber abandonado voluntariamente el ejercicio del poder desde el principio de autoridad y ejercerlo, tan solo, desde la prepotencia y el autoritarismo.
Yo acuso al Sr. Fernández de haber convertido con su actitud al pleno de hermanos mayores, máximo órgano decisorio del Consejo de Hermandades de Huelva, en una asamblea de renuentes y apáticos, salvo honrosísimas excepciones.
Yo acuso al presidente del Consejo de intimar a los hermanos del Calvario, aprovechándose de micrófonos serviles, para "que no se dejen engañar en el cabildo". ¿Significa eso que usted afirma que el hermano mayor y los oficiales de nuestra hermandad quiere engañarnos?
Yo acuso al Sr. Fernández de presionar a la autoridad eclesiástica buscando de antemano una postura acorde con sus deseos y sus no confesadas intenciones.
Por último, Sr. presidente, si persiste usted en su actitud y finalmente opta por dictar un laudo contra la Hermandad del Calvario, yo le acusaré de faltar a su palabra, empeñada ante un obispo onubense, de "no dictar jamás un laudo, porque ello supondría un fracaso del Consejo".
Y le ruego que ni vea en estas líneas un ataque personal, que no lo es, ni las interprete de otra forma sino como una última y desesperada llamada de atención, un último aldabonazo a su conciencia. Un ruego para que no se atropelle a la razón. Una súplica al diálogo, a la concordia, a la armonía entre cristianos.
Todavía estamos a tiempo, Sr. presidente. Todavía, créame, estamos a tiempo.
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