Huelva

El acuífero 27 pierde en 30 años más agua que en seis milenios

  • La bajada de hasta 20 metros en el nivel del agua subterránea asusta a los científicos · Miles de hectáreas de cultivos y el consumo humano no están garantizados ya con las 'aguas de Doñana'

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Ha soportado miles de años de acometidas naturales, maremotos, movimientos telúricos, mareales, inundaciones y una larga lista de cataclismos controlados solo por la mano de Dios (si lo hubiere) y la influencia astral. En los últimos 6.000 años ha venido funcionando a la perfección, incluida la última estabilización del nivel marino. Pero en sólo treinta años, su sistema de flujo natural ha sucumbido a los bombeos intensivos concentrados justo en sus zonas de descarga natural y a las ocurrencias del ser humano moderno. Agricultura, turismo y ocio en su grado más excesivo amenazan con desangrar uno de los lugares más ricos del mundo, según se pone de manifiesto en la Memoria 2008 presentada por el Espacio Natural en el último Consejo de Participación.

Se trata de un acuífero detrítico de grandes dimensiones, 3.400 kilómetros cuadrados, y que posee "una singular relevancia medioambiental y humana, ya que el agua subterránea juega un papel esencial tanto en la generación y mantenimiento de medios naturales muy diversos y ecológicamente valiosos, como en la subsistencia y desarrollo de una población que depende casi enteramente del agua subterránea para su abastecimiento y para el regadío", según lo definen los científicos Manzano/Custodio en su capítulo de 'Doñana: Agua y Biosfera', una obra de cabecera coordinada por García Novo y Marín Cabrera.

Su denominación oficial es Unidad Hidrogeológica Almonte-Marismas, antiguo acuífero 27 y hoy bautizado con el más que feo nombre de 05-51+04-14 en la relación del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) apelativo numérico que se asemeja más a las coordenadas de una acción militar o de un virus que a la biodiversidad y riqueza que protege y genera desde las lindes de Moguer hasta las tierras sevillanas de Isla Mayor y gaditanas de Trebujena.

La única fuente de vida del acuífero es la lluvia, cada vez menor.

Pero las extracciones y la explotación intensiva para riego sobre todo en el entorno del almonteño Rocío, Matalascañas, La Rocina, Villamanrique, Palos de la Frontera, Moguer y Lucena ha reducido considerablemente el agua disponible.

La introducción de especies alóctonas, sobre todo eucaliptos, en lo que dio en llamarse el "franquismo forestal" no hizo más que añadir riesgos, atenuados por la campaña de arranque del 'árbol koala' importado de Australia.

Bajo las arenas, en el corazón de sus arterias vitales, anidan ya otros riesgos que con el tiempo irán dando la cara.

Primero la progresión de la salinidad de las aguas, la colmatación de la marisma y la cada vez más común presencia de agroquímicos (nitratos, plaguicidas y otras lindeces como los contaminantes industriales procedentes del Polo químico y del vertido minero de Aznalcóllar).

Ya está advertido por estudios y científicos. Manzano y Custodio apuntan que "los datos existentes indican que ciertas sustancias procedentes de la actividad humana han alcanzado también las áreas protegidas. Y así los ríos y arroyos que fluyen hacia la marisma llevan metales y compuestos orgánicos derivados de la industria alimentaria y agrícola de Almonte, Hinojos y Pilas...".

El caso es que los viejos usos ancestrales: caza, pesca y pasto ganadero han cambiado por las nuevas necesidades de un amplio abanico de pueblos: Almonte, Hinojos, Moguer, Aznalcázar, Pilas, Villamanrique e Isla Mayor que han desarrollado una agricultura y urbanismo imparables, potentes e impactantes.

Actualmente, los arrozales del Guadalquivir (Sevilla) forman la superficie regable más amplia, ocupando unas 35.000 hectáreas, según los trabajos de Josefina Cruz Villalón, catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla.

Menos mal que aquel objetivo del tardofranquismo de transformar en regadío en la margen derecha 46.000 hectáreas y 160 hectómetros cúbicos de agua se cuestionaron hasta atenuar los impactos del plan Almonte-Marismas.

A día de hoy, según los trabajos aportados por Cruz Villalón, "en el entorno de Doñana se están regando con aguas del acuífero 27 unas 15.000 hectáreas, de las cuales cerca de 10.000 corresponden a superficies transformadas dentro del plan Almonte-Marismas, y algo más de 5.000 hectáreas fuera del mismo, que en conjunto consumen anualmente entre 55 y 60 hectómetros cúbicos". Llueva o no llueva, por lo que por pura lógica las recargas del acuífero disminuyen al crecer la demanda de agua para riego y en menor medida para el ocio ligado al turismo. Estas tierras están en contacto directo con las de los espacios naturales protegidos y la producción agrícola se ha reorientado hacia los cítricos y fresones.

La otra 'zona caliente': el sector más occidental y alejado del Parque, Palos, Moguer, Lucena y Bonares, ha vivido en paralelo su boom agrícola. Villalón cree llegado el momento de regularizar los suelos, las extracciones hídricas y el control de los residuos que ponen en peligro el patrimonio de Doñana.

La existencia conocida de más de mil pozos ilegales que perforan el corazón del acuífero provocando una espectacular bajada en sus niveles y caudales de más de 20 metros de profundidad en algunas zonas no son más que la confirmación de la condena que parece pender sobre la Unidad Hidrogeológica Almonte-Marismas que da vida a todas las tierras de primor que bañan sus brazos visibles, los arroyos de la Rocina, la Cañada, el Partido, Mayor y Gato y el final alocado del Guadalquivir; y los invisibles, los subterráneos.

De ellos depende la supervivencia del Parque Nacional de Doñana pero también la economía y el futuro de miles de personas de las comarcas del Condado, la Campiña, la marisma y el Aljarafe sevillano, que le deben lo que fueron, son y ¿serán?

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