Huelva

War Room: ¿Campaña permanente o permanentemente en campaña?

  • Por increíble que parezca, una campaña electoral comienza en el mismo momento de la toma de posesión del candidato que va a asurmir las tareas de gobierno que le competen

Pedro Sánchez, durante una visita a Córdoba en campaña.

Pedro Sánchez, durante una visita a Córdoba en campaña. / M. G. (Huelva)

¿Cuándo comienza una campaña electoral? Por increíble que parezca, una campaña electoral empieza en el mismo momento de la toma de posesión del candidato que va a asumir las tareas de gobierno. Como en el Rey León, “es un ciclo sin fin, que lo envuelve todo”. Traducido al ámbito de la comunicación política, este estado perpetuo de venta de gestión y de alta tensión entre los partidos se ha denominado campaña permanente.

No es fenómeno nuevo ni exclusivo de España, sino que se produce en todos los países donde se celebran elecciones democráticas. Investigaciones académicas recientes plantean la campaña permanente como un concepto integral del marketing político que engloba tres sistemas interrelacionados: marketing político estratégico, marketing electoral y marketing de gobierno.

El experto en opinión pública Patrick Caddel fue el primero en usar este término en 1976 en el informe Documento de trabajo inicial sobre estrategia política elaborado para el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter. En él afirmaba que “gobernar con un alto índice de aprobación del público requiere una campaña política permanente”. Posteriormente, Sidney Blumenthal plasmó esta misma teoría en la publicación The permanente campaign (1980) justificándola en que el auge de los medios de comunicación y la sofisticación de los sondeos producen una obsesión comunicativa de los políticos que va más allá del periodo electoral propiamente dicho.

El auge de los medios y la sofisticación de los sondeos producen una obsesión comunicativa

Ronald Reagan fue un maestro en la utilización del relato, probablemente por su condición de actor. Pero también innovó al poner en práctica el concepto de campaña permanente, trasladando en su primer mandato a todo su equipo de comunicación de campaña al ala oeste de la Casa Blanca para ir trabajando ya durante los cuatro años con vistas a su reelección, sin tener que esperar a la campaña oficial.

Aceptada por tanto la idea de la campaña permanente, el término ha sido definido como la desaparición de las líneas divisorias entre los tiempos de campaña y las tareas de gobierno. Este fenómeno produce una continuidad real de las actividades de comunicación política propias de la campaña electoral, y ello comporta un uso de los recursos por parte de los cargos públicos electos y de las instituciones para construir y mantener el apoyo popular.

Lo que no se comunica es como si no existiera y de ahí la necesidad de llenar esos vacíos

En la actualidad, la política trata de mantener la lógica de la campaña electoral aún cuando se está ostentando el poder, de tal manera que se hace imprescindible echar mano de las herramientas del marketing político para conocer e interpretar las inquietudes de los ciudadanos en cada momento y, en función de ellas, diseñar y comunicar una serie de acciones.

Consecuencia de la campaña permanente es la sensación que tenemos de estar escuchando persistentemente, día tras día, la “venta” de la gestión que realiza el gobierno. En este ambiente, cada vez nos resulta más complicado distinguir qué es propaganda política y qué es acción de gobierno.

Un porcentaje importante de la población toma la decisión del voto en los últimos compases de la campaña electoral. Este fenómeno está ocurriendo cada vez con mayor frecuencia en nuestro país. La campaña permanente, sin embargo, no está orientada a ese momento decisión, sino que tiene como objetivo ir forjando la adhesión a un proyecto político. Éste es un proceso largo, no un huevo que se echa a freír. Precisa de una maduración durante el mandato y, en consecuencia, no existen decisiones ni comportamientos en todo este periodo de cuatro años que no estén orientadas a las elecciones.

Crispación

La venta del producto político es un proceso sostenido y mantenido en el tiempo, y tiene sus consecuencias. El experto José Miguel Rojo afirma que este fenómeno “está influyendo en un aumento de la crispación, en el ritmo frenético del debate público y en la sobreactuación de los partidos”.

La creación de un relato político consiste en estructurar y configurar el discurso, bien sea de gobierno o de oposición, para influir en los electores. Dar en la tecla con el relato adecuado es a lo que aspira cualquier proyecto político, y en ese empeño, la campaña permanente es parte esencial de ese relato que se construye para llegar a la campaña electoral propiamente dicha con una posición desahogada.

Gulio Andreotti le dijo a Alfonso Guerra una frase que se ha hecho célebre: “Es verdad que el Gobierno desgasta al que lo ejerce, pero mucho más desgasta a la oposición”. Independientemente del nivel de desgaste de uno y otro, lo cierto es que la estrategia que han debido desarrollar los partidos durante el mandato está orientada a llegar a la campaña electoral en las mejores condiciones para lograr los objetivos electorales.

A nadie se le escapa que quien gobierna se encuentra en posición de ventaja a la hora de aplicar la campaña permanente: lleva la iniciativa, dispone de los recursos, tiene capacidad de convocatoria y se le presume autoridad.

Sin embargo, la campaña permanente no es exclusiva de los gobiernos. Los partidos en oposición también comunican sus acciones políticas con el objetivo de ir configurando una mayoría, y lo hacen en ese mismo discurso de toma de posesión en el que todo comienza. De nuevo, el ciclo sin fin.

El líder de la oposición que aspira a gobernar imita las formas del que está en el gobierno, pero con menor atención por parte de los focos y, lógicamente, escasos recursos económicos para la campaña permanente. Ahora bien, no todo son desventajas: no gobernar significa no tener que rendir cuentas sobre políticas públicas, y menos exposición en los medios de comunicación, por lo que los errores pueden pasar más desapercibidos.

A efectos de opinión pública, aquello que no se comunica es como si no existiera o no se hubiera producido. La campaña permanente trata de llenar esos vacíos de comunicación con idea de ir preparando el terreno para unas elecciones que siempre están por llegar. El reto ético, en palabras de José Miguel Rojo, es “poner límites a esa propaganda política pagada con dinero de todos”.

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