"Traía mellizos, pero me durmieron y dijeron que sólo había parido un niño"
SoS BebÉs robados
LA vida asestó un duro golpe a Francisca Rodríguez en 1977. Tal fue la violencia del impacto, que la mujer "aún no he conseguido recuperarme". Entonces ella tenía 29 años y vivía junto a su marido, Juan Borrero, la emoción lógica de su primer embarazo.
Durante la gestación nunca asistió a un médico, "lo hice al estilo de mi abuela y de mi madre". El 22 de abril de 1977 empezó a tener contracciones. Acudió a la partera de Gibraleón (localidad en la que la pareja vivía), que "me dijo que venían dos niños de camino al notar dos corazoncitos, me riñó por no tener control del médico y me dijo que me fuera inmediatamente al hospital".
El volumen de su vientre ya hacía sospechar a Francisca que traía mellizos. No le sorprendió. La herencia genética de su familia reflejaba una clara tendencia a los partos dobles (su abuela y una tía tuvieron mellizos). Dolorida pero feliz, se trasladó de inmediato al hospital Manuel Lois, donde ingresó en torno a las 18:00.
En urgencias la reconoció un médico que "me dijo que parecía que traía dos niños". Pero en el transcurso de la conversación, el facultativo cambió de opinión "no sé por qué y me dijo que al final sólo estaba embarazada de uno".
La alojaron en una habitación amplia, con dos camas. Al rato del ingreso, observó como otra mujer que "estaba aparentemente embarazada" colocaba sus cosas en el armario. Y dice aparentemente porque "tenía barriga, pero me llamó la atención que no tenía cara de estar embarazada". En ese momento Francisca rompió aguas. Se asustó, era primeriza. Su compañera de cuarto se ofreció a avisar a médicos y enfermeras.
Inmediatamente se presentó un médico "joven y fuerte" en la habitación, acompañado por varias enfermeras. "Entró corriendo y ya traía una jeringa preparada; no me preguntó nada, me pinchó en el brazo y no me dio ni tiempo a mirarle la cara". La parturienta cayó en un profundo sueño.
No recuerda el tiempo que pasó dormida. Cuando empezó a recobrar la conciencia, se vio en otra habitación más pequeña. Dirigió la vista a la cama aledaña y observó a la misma supuesta embarazada con la que compartía el otro cuarto. También estaba en éste y "se quejaba como si hubiera parido, pero me extrañó porque cuando yo rompí aguas ella no tenía ningún síntoma". Francisca aseguró que en esos instantes se notaba "más vacía, pero creo que todavía no había parido a los dos, sino a uno".
El médico joven se personó en la estancia, acompañado esta vez por una mujer vestida de monja: "Me pareció que no era una religiosa porque nos dijo que éramos muy flojas y que ella había parido a siete y allí estaba". Dice que su compañera de cuarto pidió al médico que las durmieran otra vez para poder soportar mejor los dolores, y "yo pensé que cómo me iban a dormir de nuevo si todavía no me había recuperado". Entonces observó a la monja, que se acercó a la otra parturienta y le dijo: "Ya ésta está lista, refiriéndose a mí". Volvió a caer en los brazos de Morfeo.
Despertó a la mañana siguiente, cerca de las 12:00, "cuando llegó mi esposo". No recuerda siquiera haber parido. En el parte médico constaba que su hijo, Juan Francisco, había sido extraído de su vientre con una ventosa, llegando al mundo a las 00:50 del 23 de abril.
Borrero despertó a su esposa y "me dijo que tenía muy mala cara, no como mi compañera, que estaba estupendamente con su niña allí en la cunita". Le extrañó la lozanía de la cara de la mujer, "porque yo estaba verdaderamente decrépita". Se incorporó y fue a buscar a sus mellizos. Sólo había un niño en una cuna. En su muñeca, una pulsera con la inscripción Manuela Rodríguez. "Les dije que ése no era mi nombre, pero me dijeron que no me preocupara, que era mi hijo". Comentó a la otra recién parida su extrañeza, porque "aquí son capaces de cambiarnos a los niños".
Su marido se percató de que la compañera le arrancaba a toda velocidad la pulsera a su supuesta niña. "Fui consciente de que había pasado lo que había pasado". Su conclusión es que la otra no estaba embarazada y que "el niño y la niña eran míos". Francisca está convencida de que la mujer quería un varón, pero como "mi niño lloraba tanto -le habían hecho daño en las cervicales al extraerlo con la chupona-, prefirió a la niña que era más tranquila, pero no se dio cuenta del detalle de las pulseras", asignadas a los recién nacidos según lo acordado inicialmente.
Pocos minutos más tarde, la otra estaba "recuperadísima y se fue con el marido y la niña, llevaba hasta tacones", apuntó.
Francisca Rodríguez tiene claro que "aquella niña también era mía". Le vio la cara y, para ella, no hay lugar a dudas. Pero no reclamó nada. Nunca la buscó porque pensó que la otra mujer la habría inscrito como propia. Sin pruebas de ADN, tendría complicado demostrar que era suya.
Años más tarde, cuando Francisca dio a luz por cesárea a su hija (la segunda), el médico que la atendió le dijo que "los niños siempre se me solían ir para arriba, como si supiera que mi parto anterior había sido complicado". En el primero no había podido hacer fuerza para dar a luz y "me los sacaron con ventosa". Debió costarles trabajo, piensa, porque "a mi niño le dañaron el cuello y yo me quedé tocada de una pierna, la izquierda, que todavía se me afloja".
Rememoró cómo la presunta Manuela Rodríguez le contó, forzando un acento "que no parecía de Huelva", que era de Punta Umbría y que su esposo era patrón de pesca.
En febrero de 2010 escuchó en un programa de televisión el testimonio de una chica que ocultaba su rostro, en el que refería que su madre adoptiva le había confesado que, mientras la biológica "la estaba teniendo, ella fingía que la paría". A Francisca le saltaron todas las alarmas. El 1 de marzo del pasado año presentó una denuncia formal en la Policía. Ya se ha hecho las pruebas de ADN y forma parte de la asociación SOS Bebés Robados Huelva.
Recientemente, en un programa televisivo presentado por Paco Lobatón, le pareció reconocer a la mujer que se llevó, supuestamente, a su hija. El nombre se correspondía con su ex compañera de parto, "era de Madrid, tenía constitución fuerte, era morena y su peinado era parecido al que llevaba en 1977 aquella mujer". Además, también se asemejaba la edad de su hija adoptiva con la que tendría hoy la de Francisca, 34 años. La presunta Manuela Rodríguez indicó en el programa que "había tenido varios abortos, por lo que no pudo tener hijos, y que por eso había adoptado, así que fui atando cabos y pensé que posiblemente no pudo inscribirla como suya porque tenía problemas para quedarse embarazada".
A sus 65 años, Francisca reconoce que "no he hecho más que tragármelo y vivir toda mi vida amargada". Su marido falleció el pasado mes de septiembre, "y yo no quiero irme de este mundo sin conocer a mi niña". Sabe que el caso es complicado, pero mantiene la esperanza, su principal razón para vivir.
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