Tradición y fiesta en torno al Pirulito
Varios municipios de la Sierra de Huelva celebran una festividad que tiene como protagonista al pinol convivencia Alrededor del pino se congrega la comunidad para organizar una convivencia aderezada con cánticos populares y degustaciones gastronómicas.
Aquellos que visitan la Sierra estos días podrían pensar que la Navidad regresa a esta comarca en verano y es que las calles de muchos pueblos se llenan de pinos adornados. Ni mucho menos tiene que ver con esta festividad sino la conocida como el Pirulito. Se trata de una manifestación festiva que se continúa celebrando en diversos pueblos de la Sierra. Enmarcado en la festividad de San Juan, presenta aspectos estéticos y simbólicos comunes en todas sus ubicaciones. Se trata de una conmemoración relacionada con los ritos de San Juan y el solsticio de verano, sólo que, en lugar de ensalzar al fuego y sus diversas manifestaciones, se realiza un homenaje a la naturaleza. Se levanta un pino en lugares emblemáticos y se engalana con multitud de adornos y formas. Será el centro de reunión durante algunos días, y a su alrededor se congrega la comunidad para organizar una convivencia aderezada con cánticos populares y degustaciones gastronómicas.
En la Sierra, el Pirulito se ha mantenido con mayor o menor fuerza en localidades como Almonaster la Real, Cumbres Mayores, Cumbres de San Bartolomé, Fuenteheridos, Galaroza, Los Marines o Valdelarco. Suelen plantarse varios pinos o incluso chopos, celebrándose pirulitos según los barrios o zonas del pueblo. En algunos lugares se confunde con la fiesta del chopo y en El Repilado ir a por el pino forma parte de sus famosas fiestas patronales en honor a San Juan Bautista.
Haciendo un breve recorrido por algunas de estas ceremonias, en Almonaster se decoraban las plazas con flores de pita, cintas y pañuelos de colores, en torno a las cuales se cantan canciones típicas e incluso bailes propios de la fiesta. En Valdelarco se asociaba a ritos de fertilidad, no se celebraba el día de San Juan, sino el de San Pedro, el 29 de junio, y tras muchos años de pérdida, la fiesta fue recuperada por la Asociación de Mujeres del pueblo. También fue la asociación de mujeres Aliso la que rescató del olvido la tradición en Cumbres de San Bartolomé, mientras que en Los Marines se le conoce como la fiesta del pino, y hay uno para los niños y otro para los adultos, habiéndose perdido la costumbre de colocar dinero en la copa del árbol que se quedaba aquel que consiguiera llegar hasta arriba. En Cumbres Mayores, se conoce como la fiesta de Los Pinos de San Juan. En esta localidad, según Antonio Fernández Castaño, "los muchachos iban al campo, de gira para traer el pino, que era adornado por las muchachas con cadenetas de papel de seda añadiendo dos elementos que no podían faltar en el pino, un espejo y una cebolla". Alguna de las canciones que se recitan tienen que ver con estos objetos, como la que dice En esta calle hay un pino, y en el pino una cebolla, y en la cebolla un espejo, donde se mira mi novia. Había cierta rivalidad entre los distintos pinos por ver quién lo mantenía más hermoso, más engalanado o cual realizaba la mejor velada.
En Galaroza, el origen del Pirulito presenta matices especiales ya que según los datos que podemos obtener del libro Aspectos históricos de Galaroza, obra de Emilio Rodríguez Beneyto, sería una fiesta traída al pueblo por los mineros cachoneros que trabajaban en Alosno, aproximadamente en el primer cuarto del siglo XIX.
Sus investigaciones y la recopilación de recuerdos que este autor hace en sus obras muestran que las distintas reuniones de jóvenes colocaban un pino en el centro de sus calles y lo adornaban de guirnaldas de colores. A su alrededor se celebraban bailes y se cantaban coplas típicas de la festividad. Los niños construían unos juguetes que se denominaban cariocas, formados por una bolsa de tela llena de tierra, con varias cintas de colores apiñadas a un extremo. La diversión consistía en darles vueltas y lanzarlas al aire mediante una cuerda.
La traída del pino recuerda a la casi olvidada actividad de ir por el ramo o por el chopo para celebrar la ancestral fiesta que lleva el nombre de dicho árbol. Eran los niños los que, a lomos de burros, buscaban el romero para una fiesta que también se ha ido perdiendo. Destacan recuerdos que se intentan recuperar en estos años, como el engarce de las cadenetas de papel, pegadas con una mezcla de agua y harina. En lo alto del pino se colocaban el tradicional espejo y una cebolla para que traiga buena suerte en el futuro a la calle donde se instala, según cuentan los más viejos.
Sobre los más ancianos recae, precisamente, la responsabilidad de rescatar las canciones de antaño, como aquella que decía, Pirulito que bate, que bate, Pirulito de Tío Garrapate, Pirulito de verde limón, Pirulito de mi corazón. O aquella otra que obligaba a los mozos a escalar el árbol a los acordes de En esta calle hay un pino, que no lo gatina un gato, que lo gatina fulano con su divino zapato.
La recuperación de festividades como El Pirulito es muy importante para evitar la desaparición de manifestaciones enraizadas en el acervo popular de la comarca. Gastronomía, música, convivencia e identidad colectiva se unen en estas celebraciones que mantienen viva la memoria etnográfica de la Sierra.
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