Sobrevivir a la necesidad

Pérez Cubillas 3 Vida tranquila en la periferia

El vecindario trata de salir adelante con ayuda asfixiado por la alta incidencia del paro y la falta de recursos Tras su creación en los años 50, el barrio sólo ha visto mejorar su entorno

Fachada principal de la barriada Pérez Cubillas en la Avenida del Decano, con viviendas de cuatro plantas construidas entre los años 60 y 70.
Javier Ronchel Huelva

22 de diciembre 2013 - 01:00

En un barrio humilde como Pérez Cubillas, poblado de trabajadores y personas con recursos limitados, los tiempos actuales han cambiado las prioridades. Mientras en otras zonas de la ciudad se reclama más atención en infraestructuras y servicios, aquí se pide ayuda para atender a su vecindario. La crisis económica se siente más que en ningún otro sitio. El desempleo afecta a la mayor parte de sus habitantes, casi a tres cuartas partes, y es la razón por la que se antepone el amparo a la gente. Personas antes que calles; comida antes que farolas; viviendas antes que parques. No hay un desprecio por la calidad de vida. Tan solo un aprecio por la vida digna, que la situación actual niega a cada vez más vecinos de la capital onubense. Y Pérez Cubillas siente que ha llegado a un punto en el que requiere más atención que nunca.

La presidenta de la Asociación de Vecinos Nuestra Señora de la Salud, Luisa López, maneja cifras estimadas para valorar las necesidades existentes. El censo de población ha pasado en los últimos diez años de contabilizar 4.000 vecinos a unos 2.800. De ellos, calcula, "el 70% de las familias sufre el paro y casi un 50% tienen a todos sus miembros sin ningún tipo de ingreso". Estos datos aproximados justifican que este mes se hayan repartido productos del Banco de Alimentos a 1.500 personas sólo del barrio, más de la mitad de la población. "Y la próxima remesa -recuerda la representante vecinal- no llegará hasta el mes de marzo".

Por suerte, apunta Luisa López, la ayuda no se queda ahí. También colaboran modestamente colectivos como Cruz Roja, las Hermanas Teresianas, la asociación Nuevo Horizonte, la Hermandad de Nuestra Señora de la Salud y entidades como La Caixa y Mercadona, "pero hay mucha necesidad y nunca es suficiente". "Aquí hay una clase media-baja que siempre ha tenido necesidades. Ahora hay pensionistas y muchas personas de mediana edad que no trabaja porque realmente no hay trabajo. Y quien tiene la suerte de ganarse la vida tiene muy pocos ingresos", añade.

"Nos dicen que no es tan evidente la necesidad en la calle pero muchos la esconden en sus casas por vergüenza porque nunca se han visto en una situación como ésta. La gente se retrae y es verdad que no hay tanta ayuda entre vecinos como sería deseable", lamenta la presidenta de la asociación. "Antes se vivía más como en un pueblo y ahora hay más individualismo", insiste, aunque reconoce que, "a pesar de ser una barriada apática por naturaleza, hay colectivos muy activos que se mueven cuando es necesario para ayudar".

En Pérez Cubillas, la población original llegó de otros puntos de la ciudad, dedicada en su mayor parte al campo y la construcción. El espacio ocupado antes por chabolas y marismas se empezó a urbanizar en los años 50, tomando apariencia de barrio con construcciones en las dos décadas posteriores y siendo bautizado con el nombre del gobernador civil con el que se construyó el Polo Químico. Desde entonces, aseguran, la evolución sólo ha llegado al entorno, con un polígono comercial y nuevas urbanizaciones, "pero el interior de la barriada sigue siendo el mismo".

"No se han hecho inversiones ni recuperado la infraestructura. Valoramos lo que hay en el entorno pero desde las actuaciones del Plan Urban, entre 1996 y 2000, no hay nada nuevo", asegura López. "Pero ahora -recalca- lo más importante para nosotros son las personas. Y se echan en falta intervenciones de algún tipo que hubieran paliado la situación actual. Pero nadie hace nada, ni de un signo político ni de otro".

La transformación real ha llegado precisamente de la población. El descenso del número de vecinos ha sido evidente en los últimos años, aunque ha aguantado el tirón por la llegada de la inmigración. "Senegaleses, marroquíes, sudamericanos y polacos, entre otros, conviven perfectamente entre nosotros, muy integrados y encantados del trato que aquí reciben", asegura Luisa López, quien cifra la población extranjera en "unas 200 personas". "Éste es un barrio muy tranquilo, apacible, que aún tiene mala fama en el resto de la ciudad pero que no es nada problemático".

A falta de que la ayuda asistencial se incremente, en el vecindario preocupa la situación de las viviendas municipales, las primeras construidas en el barrio, por su mal estado y por las exigencias de una gran subida de alquiler: "Se ha paralizado pero hay mucho temor".

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