Segundo Zarza, el duende de la guitarra en sus manos (y II)
Historia menuda
Perseguía la perfección en el manejo de la guitarra y se le daban bien todos los palos flamencos l Tuvo varias instrumentos, pero uno permaneció siempre a su lado; ahora lo guarda su familia
Y es la época en la que retoma su oficio aprendido en su adolescencia. Cuando era joven había realizado las prácticas y estuvo trabajando, a finales de los años cuarenta, en el cine de verano Isla Chica, en una de cuyas veladas conoció a su mujer, María Dolores Martínez Martínez, su novia de toda la vida, con la que contrajo matrimonio en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en 1960, ante la presencia del célebre sacerdote Pablo Rodríguez, que curiosamente había bautizado a la joven contrayente y que, más tarde, bautizó a alguno de sus hijos también. Esta unión ha tenido tres frutos, María del Rocío (1961), María Dolores (1966) y Juan Manuel (1970). En este punto surge la anécdota: Segundo fue bautizado en la parroquia de la Concepción, pero ésta fue asaltada e incendiada y se perdieron sus archivos. Al arreglar los documentos previos a la boda, Segundo tenía que presentar la Fe de Bautismo, cosa que era del todo punto imposible. Pero ocurría que su abuelo desde que se casó anotaba en una libreta todos los acontecimientos familiares (nacimientos, bodas, fallecimientos…). Entonces, su madre habló con don Pablo y le hizo mención de la existencia de ese libro familiar. Y para el buen sacerdote fue suficiente la constancia del día del bautizo de Segundo, con lo que el problema de la Fe de Bautismo quedó resuelto gracias a este "control familiar".
En los años cincuenta, fue también operador del cine de verano Apolo. Después, se vinculó al cine Rábida hasta el extremo de que, en 1984, cuando cerraron esta sala cinematográfica, el dueño, Matías López, le dejó las llaves del local, siendo el hombre encargado de abrir la cabina y engrasar la maquinaria para que no se estropease. Debemos añadir que su hijo Juan Manuel cogió su testigo al ser el portero, el hombre de confianza, en suma, desde el año 1990 hasta el 2003, del propietario, en una etapa en la que el cine Rábida entró por la puerta grande de la historia del cine en Huelva al albergar durante el citado espacio de tiempo el Festival de Cine Iberoamericano.
Otro quehacer que perfeccionó en la adolescencia Segundo fue el de técnico de Radio. En este sentido, compuso muchos aparatos de radio. Y acaeció que a su hija María del Rocío le regalaron un radio antiquísima que pertenecía al abuelo de su marido a la vez que le decían:
-"Funciona, pero tiene algo fundido".
Ella, conociendo la categoría de su padre como técnico de radio se la llevó. Horas más tarde, su padre la llamaba y le preguntaba:
-"¿Este radio de quién es?"
-"Del abuelo de Manolo", le respondió la hija.
A lo que contestó emocionado Segundo:
-"Pues esta radio la monté yo cuando tenía quince años". Y es que cuando la abrió se dio cuenta de que la había montado él.
Segundo Zarza fue antes que nada un caballero. Un hombre formal. Era, con toda seguridad, un hombre amabilísimo, de una bondad verdadera, de un humor fácil, de una ingenuidad encantadora. Una excelente persona, alguien, en definitiva, en quien se podía confiar. En este sentido, todos los comentarios que he escuchado han coincidido en ello.
Segundo Zarza no quiso que su vida de artista se mezclara con su parcela familiar. Así, la guitarra no la tocaba en casa bajo ninguna circunstancia. Se limitaba a mirar si las cuerdas estaban en el estado óptimo. En caso de que tuviera que afinarlas se encerraba en un cuarto y procedía a la operación de afine. Este deseo de que la familia estuviese desconectada de su quehacer musical lo llevaba hasta el extremo de que no quiso darle clases de guitarra a su hijo ni, por supuesto, a los muchos que querían que fuese su profesor. A lo largo de los años, sólo tocó la guitarra en su casa la noche anterior a que contrajera nupcias su hija: hubo una fiesta y él estuvo ofreciendo su extenso repertorio durante toda la noche. Y el día de la mencionada boda, como algo muy especial, estuvo tocando un rato. En definitiva, el mundo del espectáculo flamenco no era el que deseaba para sus familiares y, por ese motivo, procuraba apartarlos tanto como pudiera.
La principal virtud musical de Segundo Zarza fue el interés que siempre le persiguió de alcanzar la máxima perfección en el manejo de la guitarra. Asimismo, su toque pretendía equilibrar las formas más tradicionales con las corrientes más innovadoras. Se le daban bien todos los palos flamencos, pero, lógicamente, en el fandango subió el listón técnico a niveles insospechados.
La mayoría de los guitarristas tienen falsetas propias -frases líricas que toca el guitarrista cuando el cantaor deja de cantar o melodía donde el tañedor se recrea antes de las exigencias de los compases del fandango, alegría o cualquier otro palo y antes de que de nuevo intervenga la voz del cantaor al que acompaña… En este sentido, cada tocador hace las falsetas a las que le da su toque particular. Las falsetas de Segundo Zarza fueron muy bonitas, llenas de irisaciones acústicas muy finas, capaces de dar un pellizco en el corazón del que las escuchara.
Segundo tuvo durante su trayectoria artística varias guitarras de las que, a medida que fue recortando su actividad artística, se fue desprendiendo. No obstante hubo una que permaneció siempre a su lado. Detengámonos unos instantes en ella: la calidad del sonido depende de las proporciones del instrumento, la calidad de la madera, y la diversidad de los diversos espesores. En este sentido, Manolo Reyes, fabricante de la citada guitarra, tenía una intuición innata y su larga experiencia le permitía leer en la madera las posibilidades de rendimiento sonoro. Cada una de sus guitarras es distinta de las demás, quizás por su habilidad de descubrir la sonoridad escondida en cada trozo de madera, ya que sabemos que la madera es algo vivo, del mismo modo en que cada persona se diferencia de las demás.
Segundo Zarza compró esta mágica guitarra en 1962. La factura la extendió el cordobés Manolo Reyes por 1.500 de aquellas pesetas. Le hizo el encargo en mayo y la recogió en septiembre. En la actualidad se le encarga una guitarra al citado fabricante y tarda varios años en entregarla.
Durante años, el maestro Segundo estuvo utilizando aquel instrumento tan bonito y al mismo tiempo dotado de gran sonoridad, que le permitía sacar el máximo partido en todos los casos. Todo iba viento en popa, pero, en noviembre o diciembre de 1988, se la robaron en Sevilla. La noticia se propagó por el mentidero artístico musical como reguero de pólvora. Así, quiso el azar que un guitarrista fuese a una tienda, ubicada detrás de la Macarena, a realizar una gestión y la vio colgada allí. Se puso en contacto con Segundo y, acompañado del Comisario de Policía, en Sevilla, fue a la tienda y la recuperó. El estado de la guitarra era deplorable: la tapa de madera estaba rota y, había sido torpemente lijada, para que no se la reconociese. Pero Segundo por la mancha, marcada de sudor, que tenía. Con mucha diligencia la llevó al taller de Manolo Reyes y, tras mucho tiempo de espera y con un coste de reparación muy alto, se la entregó. La tardanza y el alto precio que pagó Segundo se debían a que el fabricante de la ciudad de los Califas para arreglar la tapa tuvo que buscar un arcón de madera de cedro de doscientos años de antigüedad para poder repararla. En la actualidad la familia de Segundo guarda esta guitarra como una reliquia
En el año 2002, Zarza sufrió dos derrames cerebrales y tuvo que dejar el mundo cinematográfico. En una de las pruebas que le realizaba el prestigioso doctor Eduardo Fernández Jurado, quiso saber éste el grado o sensibilidad acústica que poseía Segundo. Y al darle el galeno un toque a la horquilla perceptiva, el guitarrista dio una respuesta en la que se demostraba, una vez más, la pasión que sentía por la guitarra: "Suena lo mismo que mi diapasón cuando afino la guitarra…". Después, su tenacidad de espíritu, su fuerza interior, el apoyo de su familia y de sus muchos amigos (Camilo Gómez lo visitaba casi a diario…) hicieron que continuase sacando notas armoniosas a su ukelele andaluz durante un corto período. Pero las Parcas, irreverentes, estaban prestas a realizar su eterna e inconclusa labor.
La búsqueda de la perfección, la cadencia choquera a ritmo de fandango, la armonía de las cuerdas, personalizadas en Segundo Zarza, desaparecieron del flamenco huelvano con su fallecimiento que se produjo en nuestra ciudad el 17 de junio de 2008.
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