La mujer de Santiago del Valle abandona la prisión con trato de testigo protegido
Un dispositivo la trasladó desde la cárcel de Sevilla a la estación para coger un AVE a Madrid, donde ingresó en una casa de acogida · El abogado fue avisado cuando el tren iba a salir
La mujer que presenció e hizo la vista gorda cuando el pederasta Santiago del Valle (principal acusado por el asesinato de Mari Luz Cortés) abusó de su propia hija ha pasado su primera noche en libertad después de 26 meses. Ayer, 3 de junio, Isabel García terminaba de cumplir las dos condenas (por los referidos abusos sexuales de que fue víctima su hija y una segunda por falsedad) que la llevaron a prisión tras de su detención en Cuenca (25 de marzo de 2008).
La esposa del presunto asesino de Mari Luz abandonaba el centro penitenciario de Alcalá de Guadaira (Sevilla), en el que ha permanecido internada desde entonces, con trato de testigo protegido y escoltada por un dispositivo policial que llegó incluso a sortear al abogado que la ha representado en esta causa, Leonardo Ponce, hasta que fue exculpada por la titular del Juzgado Instrucción 1 de Huelva, encargado de la investigación.
García ponía los pies en la calle pasadas las 11:00. En la misma penitenciaría, fue montada en un coche (apenas se le pudo ver el rostro) para su traslado a la estación de Santa Justa de Sevilla, donde estaba previsto que cogiera un AVE que la llevaría a Madrid. Al parecer, hubo algún retraso.
Su representante legal, que la había visto en la cárcel, llegaba a la estación de trenes poco antes de las 11:30 para esperar a su cliente y poder mantener una conversación antes de su marcha con la que, a día de hoy, sigue siendo la principal testigo de la acusación por el crimen de la niña. Sin embargo, la pretendida conversación no fue posible.
Después de más de una hora de espera y con la cuenta atrás para la salida del AVE de las 12:47, el letrado corrió literalmente -después de solicitar un permiso para atravesar el control que cierra el paso a los andenes- y sólo tuvo tiempo para poder cruzar dos palabras con Isabel García, que ya se encontraba en el tren y no llegó a bajarse. Ponce fue avisado de que Isabel García estaba a bordo del tren apenas cinco minutos antes de su salida.
Fuentes consultadas por este diario señalaron que la previsión era que la mujer ingresara en una casa de acogida, a la espera de que se ponga fecha al juicio por el asesinato de la pequeña.
La figura de Isabel García es fundamental en el proceso. A falta de pruebas científicas que incriminen al pederasta, la acusación se agarra a la declaración que su esposa hizo en sede policial en Cuenca y a la que posteriormente realizó en el Instrucción 1 de Huelva, donde sumó detalles de la tarde del 13 de enero de 2008, cuando Mari Luz Cortés desapareció a pocos metros de su casa en El Torrejón.
Según este relato de la mujer, que consta en el sumario, después de comer (15:05) - dijo que acababan de comenzar las noticias de la Primera- se retiró al dormitorio a echar una siesta, en el que su marido ya estaba durmiendo. Al cuarto de hora se despertó y Santiago no estaba en la habitación. Tampoco lo encontró en la cocina y en el salón. Llamó a la puerta de Rosa (acusada de cooperadora necesaria en el crimen) y no tuvo contestación.
Sobre las 16:30 se abrió la puerta de la casa y entró Santiago en el cuarto. El pederasta le comentó que venía del campo de dar una vuelta y se fijó que traía las botas manchadas de barro amarillo. Lavaron las botas y la ropa y notó que estaba nervioso porque se frotaba las manos, dijo. Santiago le propuso dar una vuelta y fue él mismo el que tomó la decisión de volver.
En su declaración, Isabel García afirmó que de regreso a la casa, el pederasta le lanzó una advertencia: "Si hay algo raro o te pregunta la Policía, tienes que decir lo que yo te diga. Ten cuidad con lo que hablas, si yo voy a la cárcel te arrastro a ti también. Si declaras en mi contra, cuando salga te buscaré hasta debajo de las piedras y no vas a quedar viva".
Tras su detención, Isabel García justificó su silencio por miedo a su marido (al que nunca denunció) y al que después de su detención, tras 18 años de matrimonio, acusó de malos tratos. Meses después se desdijo y exculpó a su marido de la muerte de la niña.
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