Sancho D'Herbe, insigne cirujano (II)
Historia menuda
Terminada la carrera en la Facultad de Medicina de Cádiz fue alumno interno del profesor en cirugía José María López Porrua l Entra como médico residente en el Manuel Lois en 1962
NO obstante, tenemos que hacer hincapié que tras entrar a las 10:30 la palabra prisa desaparecía de su vocabulario, ni existía reloj. Así, el equipo médico que él encabezaba y que le seguía con admiración mística, salía del Hospital a las 3 o las 4 de la tarde. Y como don Félix decía con más razón que un santo que el cirujano era un médico que sabía operar, pero que, por encima de todo, tenía que ser médico, el estudiante Rafael Sancho llegaba al Hospital a las 9 de la mañana y se encontraba en el Servicio de Medicina Interna con el gran médico internista Luis Carrascal Salamanca, al que le debe la formación de Medicina Interna, clave para ser cirujano. A la citada hora coincidía con diversos compañeros de entre los que vamos a citar a uno que fue un gran amigo suyo, se habla en pasado ya que murió joven, prácticamente ejerciendo hasta poco antes de que las Parcas le cortasen el hilo de la vida, acrecentó fama de internista excepcional en Huelva, José Luis Mora Ortega. Otro compañero que sacamos de la capa de polvo del olvido, que tomó la senda de la Traumatología en la que desarrolló una labor asidua y eficaz, fue Francisco Navarro Pardo, compañero de curso y de campamento en Montejaque.
Terminada la carrera en la Facultad de Cádiz fue alumno interno por oposición del profesor de Cirugía José María López Porrua. Durante toda su trayectoria como alumno interno de quirúrgica lo había tenido. En realidad, era un profesor adjunto encargado de la Cátedra pero fue maestro en la enseñanza y lo que es más, maestro de maestros. Era un cirujano zurdo y fue contrincante de talla, recién llegado a Sevilla, de un célebre neocirujano de Sevilla, con personalidad científica y académica muy acentuada, como fue el doctor Albert Lasierra.
De alumno interno aprendió muchísimo postoperatorio, ya que no existían las unidades de cuidados intensivos y toda la Cirugía mayor de estómago, intestinos, etc. Así, un interno se quedaba de guardia permanente con los enfermos delicados y les medía el pulso, la respiración, la tensión y la temperatura de hora en hora. De esta manera, aprendieron los primeros cuidados con una formación bastante completa.
Termina la carrera, junio de 1962, y tiene que realizar el segundo campamento, ya que cuando iba a cumplimentar este requisito o servicio militar, en el momento de recibir la vacuna cogió una hepatitis que se lo impidió.
Tras realizar el campamento llega a Huelva a finales de septiembre de 1962 y recapacita y advierte que tiene todas las cualidades físicas para el trabajo y todas las aptitudes intelectuales para ser un buen médico. Era bondadoso, ya que su finalidad primordial era ahorrarle sufrimientos al prójimo. Se colegia y el azar determina que empiece a trabajar el primer día de colegiado: Jesús González, magnífico pediatra, consigue la plaza de Ayudante de Traumatología y deja la de médico residente en el Manuel Lois. Don Rafael entra de médico residente con las siguientes condiciones de la época: los médicos residentes comían, dormían, vivían, en suma, en la propia Residencia Sanitaria. Tenían guardia de 24 horas cada tres días porque el equipo lo formaban cuatro médicos y además tenían algún que otro servicio que cumplir. Don Rafael seguía yendo al Hospital Provincial con el doctor Sanz de Frutos. Recordemos a aquellos cuatro galenos: Jaime Ruiz de los Santos (que realizó Traumatología y fijó su residencia en Sevilla), Juan Garrido Castañeda (más tarde anestesista), José Luis Mora Ortega, que falleció prematuramente y era el compañero de dormitorio de don Rafael que completaba la terna médica. Poco después, Carlos Núñez Moreno le ofrece la Ayudantía de Cirugía a José Luis Mora, que no la aceptó, ya que quería hacer Medicina Interna, se la propuso a don Rafael que aceptó encantado la sustitución, ya que la nueva situación le cambiaba la vida. Recibía un sueldo decente y pensaba que ya era hora de formar un hogar con la novia que había dejado a su pesar en Cádiz, María del Carmen.
En esta Ayudantía estuvo cuatro años, con el paréntesis de que a mediados de 1963 tuvo que hacer los cuatro meses de prácticas de las Milicias Universitarias que las realizó en el Hospital de Algeciras.
Este período de prácticas lo termina en octubre de 1963 y a finales del mes siguiente contrae matrimonio con la citada María del Carmen Márquez Tato, gaditana por los cuatro costados e hija de un coronel de la Guardia Civil, compañero de su tío Paco.
Con Mari Carmen, que ha mirado con reverencia suprema y amor infinito el maravilloso trabajo de la Cirugía, plagado de ausencias, que desempeña su esposo, ha formado un hogar donde ha reinado la felicidad y que ha sido bendecido con el nacimiento de cuatro hijos, un póquer de ases, ya que ha podido tener en ellos cuatro carreras universitarias superiores.
Por circunstancias especiales de la vida, tiene que dejar el 1 de septiembre de 1966 la Ayudantía con don Carlos Núñez. Y se encuentra en la apurada situación de que ya en el mundo, estaba su hijo Rafael, nacido el 30 de mayo del citado año y no tiene el menor ingreso. Y aquí se abre una de las etapas más curiosas de su vida: Hace los cursillos de A. P. D. (Asistencia Pública Domiciliaria o antiguos médicos de cabecera de los pueblos, rurales y antiguas Casas de Socorro) para el escalafón B y cobraba una cantidad irrisoria por atender en la Casa de Socorro, 900 pesetas mensuales. En aquellas fechas tenía un pequeñísimo ahorro que casi imperceptiblemente se fue "evaporando", vivía en casa alquilada sita en la calle San José (en los altos del Garaje San Antonio, en la actualidad un supermercado) y aún no tenía el Consultorio en la casa rotulada con el número 53 de la referida calle. Sí tenía una consulta en casa que cada vez que entraba un paciente repicaban las campanas de la Merced. Don Rafael tenía un vecino, (en su tesis doctoral lo nombra en Agradecimientos) que le ayudó en aquellos difíciles momentos. Se llamaba y afortunadamente se llama Rafael Segovia Moreno, padre del actual médico de cabecera Rafael Segovia Bromen, gran persona que heredó bondad e inteligencia en los genes de su progenitor. Y el padre le consiguió meter en Sanidad, en la Campaña Antituberculosa, ya con un sueldo mensual de 10.500 pesetas que daba para vivir, aunque con estrecheces. Y durante dos años estuvo viajando por toda nuestra provincia, ya que tenía que inspeccionar en cuatro pueblos semanales, para programar toda la Campaña. Ello le dio oportunidad para conocer los médicos rurales, verdaderos héroes anónimos de la Medicina, como Anselmo Márquez Zarza, de Hinojales, su hermano Juan, de Santa Bárbara; Luis Salazar, el célebre médico de Villarrasa… con los que hizo una gran amistad. Pero, cuando llevaba (enero de 1967) tres meses escasos en Sanidad, ente perteneciente al Ministerio de Gobernación y que retrasaba mucho inicialmente los pagos de sus funcionarios, nuestro biografiado iba sacando para ir tirando pequeñas cantidades de su ahorro. Y cuando sólo le quedaban 5.000 pesetas, se acercó para retirarlas a la sucursal de la Caja de Ahorros (hoy Cajasol) existente detrás del Hospital Provincial, en la calle Sor Paula Alzola. Eran las 10:30, la hora en que Félix Sanz de Frutos entraba en el hospital y aparcaba su Seat 600, pues no quería otro coche, justo en la citada calle, porque no le agradaba que le pararan en la puerta del hospital para hacerle preguntas y entraba por la cocina todos los días y lo vio. En verdad, que hacían varios meses que no se veían ni don Rafael había querido decirle la labor burocrática que realizaba en aquellos momentos. Y don Félix le hizo una señal con la mano de que esperara a que terminara de aparcar el auto. Esperó tal operación y le dijo:
-Sanchito (así le llamaba y le hablaba de usted), ¿qué es de su vida?
Don Rafael le explicó minuciosamente su situación. (Continuará)
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