Preguntas que funcionan en el desarrollo de los jóvenes
Respons(H)abilidades
Lo más eficaz para provocar la inquietud y así el crecimiento de los demás y el nuestro propio es formular una pregunta, y muchas veces ni siquiera tiene que ser la más adecuada

Las preguntas son muy poderosas. Suelen ser incluso las mejores respuestas especialmente cuando las hacemos para impulsar el crecimiento de los demás. Son aceleradores del cambio porque encienden la inquietud, que es el elemento indispensable para avanzar o para que otros avancen. Por eso preguntar es una costumbre muy oportuna y un arte que se debe entrenar sobre todo al tratar con niños, adolescentes y jóvenes, ya que lo más habitual es darles la solución, porque casi siempre es lo más cómodo y rápido. Pues ya tenemos servidos dos enemigos del crecimiento personal: la rapidez y la comodidad.
Decía Albert Einstein que si tuviera una hora para resolver un problema y su vida dependiera de la solución, "invertiría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada, porque una vez que supiera la pregunta correcta, podría resolver el problema en cinco minutos". Así que eso del tiempo es relativo, como él mismo Einstein también demostró.
No sé si el común de los mortales seremos capaces de tanto como Einstein en cinco minutos, de lo que sí estoy convencida es de que una buena pregunta, y a veces simplemente una pregunta, es la mejor palanca para el proceso de aprendizaje. Lo estoy experimentando a diario en este mes de julio en el que acompaño a una veintena de adolescentes a desarrollar su inteligencia emocional y sus competencias personales desde la experiencia, y no desde la teoría, en un campamento urbano muy especial en Moguer, impulsado por la Responsabilidad Social de la Cooperativa Cuna de Platero.
Romper con la comodidad y relativizar el tiempo
¿Tienen esa imagen de polluelos en un nido abriendo la boca todos a la vez cuando llega la mamá o el papá pájaro con la comida? Es un ejemplo gráfico de la dependencia, de la comodidad, que es justo la actitud contraria a la inquietud necesaria para aprender.
Por eso, cada vez que "mis chicos" trabajan por equipos en el campamento y uno se me acerca cual polluelo con la boca abierta y me pregunta: ¿qué hago ahora? Yo le contesto: ¿qué crees tú que hay que hacer? ¿Cuál es tu objetivo? Algunos me miran con cara de asombro y otros con cara de desesperación. Todos se inquietan. Y al final, con el tiempo suficiente, a todos les surgen respuestas y se produce algo mágico: se sienten motivados.
No es cómodo, claro que no. Ni para mí, ni para ellos. Y al principio tampoco es más rápido, hay más errores. Pero sí es mucho más edificante, y provoca un aprendizaje más sólido que a medida que se afianza se convierte en tiempo ganado.
Por eso, cada vez que la comodidad o las ansias de rapidez sin errores amenazan con modificar mis propias conductas, rompo esa tendencia en mi actitud también con una pregunta que me hago a mí misma: ¿para qué estás aquí con ellos?
Mantener la confianza
La confianza, y más concretamente la confianza en los demás, es una competencia que no le puede faltar al que decide elegir el camino del aprendizaje con preguntas.
Es necesario confiar en que los polluelos crecen y hay un momento en el que puedes empujarles del nido, permitirles confundirse. Para lograrlo ayuda mucho apagarse uno mismo y estar abierto a recibir respuestas diferentes a las que daríamos nosotros, y sobre todo en tiempos diferentes. Ni se imaginan las alternativas que se les ocurren a mis chicos del campamento cuando se les das la oportunidad.
Algunas preguntas poderosas que funcionan
Como casi todo en la vida, la habilidad para preguntar también se puede entrenar. Y es una habilidad muy responsable, una responsHabilidad de esas que nos hacen hábiles para responder. Me parece profundamente cierta esta paradoja: ser hábil preguntando te hace muy hábil respondiendo. Piénsenlo.
Así que lo que hoy les propongo son algunas preguntas que funcionan para impulsar el desarrollo de los jóvenes, y de los no tan jóvenes.
¿Cómo podrías decirlo de otra manera? Esta es una buena pregunta para evitar frases como "eso no se dice así". Me resulta muy útil cuando los chicos se hablan mal entre ellos o se hablan mal a sí mismos. Ahora mismo sonrío al recordar un momento del campamento. Pensábamos juntos las tareas del plan de acción que estamos construyendo para el evento final de clausura. Uno de los chicos dijo como tarea: no ir tan mal vestido. Y fue una compañera la que le recordó la pregunta: ¿cómo puedes decirlo de otra manera? A lo que él respondió rápido: arreglarnos bien. Objetivo conseguido.
¿Qué es lo que más te ha gustado de ti mismo? Ésta es otra gran pregunta. Genera toma de conciencia después de cualquier actividad o situación vivida, porque invita a reflexionar desde lo positivo y da una entrada perfecta a la siguiente pregunta: ¿y lo que te ha gustado menos? Ahí es donde se reubican, se inquietan, y entonces llega la pregunta más importante: ¿qué puedes hacer? Y siempre me sorprende lo certeros que son con sus propuestas de mejora cuando dejo de mirarles como polluelos con la boca abierta.
¿Qué harías tú? No parecen estar acostumbrados a recibir este reto en forma de pregunta, y me encanta verles las caras, sobre todo cuando eso que proponen hacer y hacen da un resultado, aunque sea tan simple como que les contesten un correo electrónico.
¿Qué le dirías a alguien en tu situación? Otra pregunta poderosa donde las haya. No sólo por la disociación en la que se ubica la persona para poder contestar con genuina autenticidad, también porque muchísimas veces con su respuesta la persona se contesta a sí misma, y ya no hacen falta más preguntas.
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