Poderes paranormales
Por más que uno trate de recordar las películas de este director, Paul McGuigan, no es posible encontrar nada que acreciente su personalidad y mejore la sensación de soporífera pesadez que nos ha deparado su filmografía, ni siquiera El misterio de Wells (2004) o El caso Slevin (2006), que son las que más rápidamente se nos vienen a la memoria. En cuanto se inicia la película el espectador más avisado tiene conciencia que está ante una nueva recreación de los cómics clásicos y las fáciles rememoraciones de Héroes (2006), la conocida y aplaudida serie de televisión creada por Tim Kring, o películas como X-Men (2000), de Bryan Singer (incluidas sus secuelas) o Jumper (2008), de Doug Liman.
Todo ello propende a una serie de derivaciones muy similares a cuanto hemos visto en este tipo de películas de pretensiones única y exclusivamente comerciales. De ahí procede este historia de difícil encuadre o definición y claramente manida y de una simpleza evidente, que no va a convencer ni a los amantes de historias más relevantes como las citadas, pero sin su dinamismo y en algunos casos impacto visual ni a los que busquen un alivio a tanta acción desmedida y otros excesos de adrenalina a tope. Todo ello es lo que nos presentan estos jóvenes protagonistas de la historia que nos ocupa a través de sus poderes telequinéticos. No es la primera vez que el cine fantástico se sirve de ese poder de mover las cosas con la mente, que, en este caso, les sirve para deshacerse de sus enemigos más encarnizados a distancia.
Este grupo juvenil con este tipo de habilidades es perseguido por un organismo gubernamental que pretende controlarlos. Nick trata de ocultarse en Hong Kong tras el asesinato de su padre, alterado genéticamente por una agencia secreta, para convertirlo en el asesino perfecto. Pero Nick no está empeñado, precisamente, en hacer uso de sus poderes. Sin embargo los miembros de esta organización prefieren capturar a Kira, la joven con la que se ha realizado un decisivo experimento, pero que ha conseguido huir, librándose de sus enemigos y que logrará reunir al grupo de jóvenes dotados de un control mental que intentará vengarse de la organización. En este punto surge Cassie, una adolescente que adivina el futuro y que impulsa a Nick a encontrar a la chica y terminar con La División.
Aparte de advertirse una cierta saturación en este género de héroes con superpoderes, Push, no sólo es incapaz de aportar ninguna novedad digna de mención y una evidente falta de originalidad. El director, Paul McGuigan, ha dicho que no pretendía "deslumbrar al público sino provocar que se pregunten si es posible que existan a su alrededor personas como los protagonistas". Difícilmente los espectadores de Push podrán dar crédito a las absurdas argumentaciones que el realizador expone en su película, con una visión de Hong Kong de postal turística, que tal vez lo único que consiga es proporcionarle cierta vistosidad a esta aventura que se carga de pretendida sofisticación y se vacía de contenido con tan evidentes cargas de horteradas.
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