Paisajes urbanos

La Plaza de las Monjas o el corazón dolido de la ciudad de Huelva

SEGURO que Diego Márquez y Ortiz no podía haber pensado nunca lo que se puede montar en Huelva con la Plaza de las Monjas, donde las fuentes que se ponen y se quitan, con las columnas que desaparecen o el Colón que viene. Don Diego era juez eclesiástico de San José de Juscarán, en Honduras, quien ofreció en 1772 una fuente para la plaza, entonces de San Juan o de abajo -la de las Monjas, como se le conoció siempre-, con "una primorosa pila de mármol o jaspón con saltadero y caños de bronce"; pretendía que la ciudad se surtiera de agua con comodidad y, además, contribuyera a "hermosear con tan beneficiosa obra pública esta población".

La Plaza de las Monjas fue ganando con el tiempo en importancia con respecto a la de San Pedro, donde estaba toda la oficialidad que se trasladó a la calle Puerto, pero será con su cambio en los años cincuenta del pasado siglo a la Gran Vía cuando empiece para ella los problemas estéticos, al abrirse hacia la nueva arteria que modernizó la ciudad.

En el siglo XVIII la plaza es el escenario público por antonomasia, lugar para toros, comedias y espectáculos de moros y cristianos. Pero aquella plaza terriza necesitó de una mayor atención municipal más allá para armar cada verano el tablado destinado a las actuaciones musicales que se montaban por 1882. Una plaza con hermoso candelabro farola adquirido en 1886, con bancos de mármol e hierro, rodeada de arboleda para mitigar los veranos. Sin duda, las postales de esa época son las más idílicas. En 1891 surge en el municipio los deseos de una reforma en la Plaza de las Monjas, incluso se elabora proyecto de Trinidad Gallego, quizás movido por la cercanía de la celebración del IV Centenario. Pero no se llega a efectuar, quizás porque el acto colombino principal se celebrará en la Plaza de San Pedro, hay que esperar al nuevo siglo XX cuando otra vez se plantea la necesidad de reforma.

El acuerdo de reforma llega el 17 de febrero de 1905, y se encarga el proyecto a Francisco Monís que le dará la impronta del siglo XX hasta su apertura a la Gran Vía, que es cuando empiezan las polémicas. Esta Plaza de las Monjas es la que va a tener más éxito. Se amplía con el corralón del Teatro Hércules y las antiguas caballerizas del palacio, estas propiedad Antonio García Ramos para el que diseñará el hotel París. Se construye un pavimento de cemento en el paseo central, luego vendrá la jardinería, las palmeras y también los kioscos en cada esquina, que estaban concluidos el 3 de abril de 1907, sustituyen a los de maderas los llamados aguaduchos. Unos kioscos que, de alguna forma, contribuirán a marcar el latir de la plaza. Allí estaban los kiosco-bar de Ramón López García y Antonio López Jarita; Manuel con el de prensa y chuches, y Paulino con sus patatas fritas.

El toque más hermoso se lo dará a la plaza la música. Su templete se inaugura el 15 de abril de 1922 y se anuncia con "unos magníficos urinarios, para señoras y caballeros, en debidas condiciones higiénicas". Aquello siempre se llamó El palacio de los pitos, pitos abajo y arriba.

Los problemas de esta plaza llegan con su apertura a la Gran Vía. Es el proyecto de Ángel Hernández con la incorporación de una fuente, de 1942. No tenía nombre, pero pronto en el desaparecido Odiel será El duende la Placeta quien la bautice y se le llamará Fuente Magna, no es un piropo sino una crítica en la que insistiría hasta que pasado mediados de los cincuenta desaparezca. Se podía escuchar "la fuentes es horrorosa, queremos otra cosa"; se le calificó de "engendro, tipo mausoleo", "pegote". Hay que decir que hubo también a quien le gusto y pensó en un arco triunfal a lo onubense a modo de puerta de Alcalá y más cuando vio pasear por la Gran Vía con este fondo al mismísimo general Franco. Hoy sólo queda de ella los tritones que están en la fuente del cementerio. A esta plaza llegaron las clásicas farolas de Morrison, que había realizado los bancos de hierro fundido, hoy en el parque de la Esperanza.

Muerto el perro -bueno, la fuente- no se acabó la rabia. Aquí la reforma de Alejandro Herrero de 1967 será más traumática y criticada, se eliminan incluso los kioscos y el templete de la música, llegan los bancos de piedra.

La plaza sólo volverá a tener un respiro con la elegante y moderna fuente de altos chorros de agua, aunque siempre con problemas en las luces de colores, que se instala en 1976 dentro de los actos del hermanamiento de Huelva y Cádiz; hoy en un vertedero.

Una década después Alfonso Martínez Chacón le vuelve a dar a la plaza el aspecto entrañable perdido para hacerla más humana, con sus kioscos y su música. Se inauguró el 28 de febrero de 1988 y no sólo se escuchó el Himno de Andalucía, sino también Mi Huelva tiene una ría.

Un nuevo intento de ataque a la Plaza de las Monjas se produce en 2005, con el proyecto aprobado en concurso de ideas donde se premia a Sebastián Cerrejón. Un diseño especialmente vanguardista que obtiene el rechazo generalizado, entre otras cosas, pretendía quitar la fuente para colocar un hito arquitectónico.

Posteriormente hay un encargo a dedo en la misma Gerencia de Urbanismo, se le señala al arquitecto municipal Francisco Vallejo la reforma que, aun bien recibida por la ampliación del espacio peatonal de la plaza, va a ser la más criticada un siglo después del proyecto de Monís. Para quitar, hasta eliminó el techo de azulejos vidriados del templete por otro de tejas de barro. Colocó la bañera más cursi que se pudiera poner de fuente y la consoló con dos obeliscos de aluminio, en recuerdo a columnas históricas o tubos de neón de casitas rosas.Para no acertar, no se hizo ni con el material de la solería; y es que se ha eliminado aquí la celebración de cualquier evento que haga la ciudad. La guinda, el bar, en 2008, llamado por unos nave de pollo y por otros panteón ilustre de mal gusto. A esto, el picudo rojo se come las palmeras.

Así las cosas, esta semana una grúa levantó las columnas y por lo pronto las dejaron en la vieja lonja, dicen que abrigadas para ser repuestas en otro lugar de la ciudad. Pero no esperen ustedes que todo haya acabado aquí, para el día de San Sebastián se inaugura el nuevo monumento a Colón, una escultura portentosa de Elías Rodríguez Picón que se verá asfixiada, mejor hubiese estado en la Plaza 12 de Octubre o en su avenida, al menos no parecería estar castigado dándole la espalda a América y mirando a la Gran Vía de Martín Alonso Pinzón.

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