crimen de matalascañas | la autopsia

Pedro Pérez murió asfixiado por sofocación después ser torturado

  • Los asesinos le rompieron las costillas y la mandíbula antes de asesinarlo

La víctima del crimen de Matalascañas, el madrileño jubilado de 77 años Pedro Pérez, sufrió una muerte agónica que se debió a "una posible asfixia mecánica por sofocación". Así consta en el informe preliminar de la autopsia que le realizaron los expertos del Servicio de Patología Forense del Instituto de Medicina Legal (IML) de Huelva el 16 de mayo de 2015, un día después de que su cadáver fuera localizado en el interior del chalé donde vivía solo, sito en la parcela 90 del Sector I de Matalascañas.

En el informe pericial, al que ha tenido acceso en exclusiva Huelva Información, se data el fallecimiento del anciano en torno a las 23:00 del 13 de mayo de 2015. Su cuerpo sin vida fue encontrado por la Guardia Civil dos días después, el 15 de mayo de hace tres años, cuando los vecinos dieron la voz de alarma y denunciaron la extraña desaparición de Pérez.

La data de la muerte se sitúa en torno a las 23:00 del 13 de mayo de 2015

De las conclusiones médico legales provisionales -se completarían después con los resultados de las muestras analizadas por el Instituto Nacional de Toxicología- se desprende que el hombre fue torturado antes de expirar. Las lesiones "compatibles con haber sido producidas en el curso de la citada violencia homicida" se distribuían por toda su anatomía, especialmente en brazos y piernas y "en los planos corporales anterior y posterior".

La víctima presentaba múltiples "fracturas costales" y le habían roto la mandíbula. El método para asfixiarlo lo encuentran los médicos en los "signos de compresión torácica y de obstrucción de vías respiratorias". Tenía sangre en los orificios nasales.

Durante el levantamiento del cadáver, el forense de guardia precisó que el domicilio presentaba un estado "de desorden muy marcado". En todas las habitaciones había cajones maltrechos y objetos desparramados. Pedro Pérez yacía en el suelo de su dormitorio, recostado sobre el lado izquierdo de su cuerpo.

Sobre sus piernas, un cajón de la mesilla de noche. Estaba completamente desnudo y lo habían amordazado con una tela de colores, anudada a la parte posterior del cuello. Sus verdugos le habían colocado las manos y los pies "atados y unidos entre sí", a la espalda. Para ello usaron toallas que habían cortado previamente.

Además, presentaba hasta tres cortes superficiales que formaron parte de la tortura a la que fue sometido antes de que lo mataran y le desvalijaran la casa: uno en el pectoral derecho de ocho centímetros de longitud, otro de tres centímetros en el tórax y uno más localizado en la zona derecha de las cervicales, de 2,5 centímetros.

Entre el esternón y el área abdominal, como se precisa en la autopsia, el cuerpo sin vida del jubilado presentaba un gran hematoma de "unos 25 centímetros de longitud vertical" con una anchura de entre tres y nueve centímetros a lo ancho. La presión que los asesinos llegaron a ejercer sobre su pecho le provocaron hemorragias en la pleura pulmonar. Fue una muerte agónica.

En una de las uñas de la mano izquierda los forenses hallaron un pelo, remitido a los expertos de Toxicología junto con las restantes muestras biológicas para su análisis en profundidad.

Por estos hechos que se investigan en el Juzgado de Instrucción 3 de La Palma del Condado están en prisión preventiva tres personas: C.R.M., M.C. y O.G.L., encausadas por el momento por los delitos de homicidio y robo con violencia e intimidación. La previsión es que el asunto se transforme en sumario y que lo juzgue un tribunal profesional.

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