Pedro Delgado maestro de fotógrafos

Cuando no había ni escuela de arte, su tienda se convirtió en una cátedra de la fotografía No solo era vender: la clave estaba en hacer amigos y aficionados que llegaron a ser profesionales

Pedro Delgado, en el callejón de la Plaza de Toros de la Merced, en la pasada feria taurina de 2015.
Pedro Delgado, en el callejón de la Plaza de Toros de la Merced, en la pasada feria taurina de 2015.
Eduardo J. Sugrañes / Huelva

07 de agosto 2016 - 01:00

LOS amigos al marcharse siempre merecen un recuerdo, y más cuando lo eran de muchos. Es el caso de Pedro Delgado Cabeza, del que podemos decir que la suya es una estela larga y fructífera. Nos dejó cuando nadie lo esperaba.

Recuerdo aquel sábado de hace décadas cuando llegué a casa con la Ricoh KR-5 manual que había adquirido en su pequeña tienda de la calle Rico. Mi primera cámara reflex, todo un mundo de sensaciones para un joven que empezaba a enamorarse de la fotografía, hasta tal punto de que raro es el día que no capto alguna imagen. Como yo, otros hacen lo mismo y, por eso, al hablar en primera persona, entiendo que recojo la cercanía de muchos que sintieron lo mismo al adquirir una cámara de la mano de Pedro.

Aquella mañana me ofreció todas las explicaciones posibles, no sólo para facilitar la decisión sobre el mejor modelo, sino para conocer algo más del mundo de la fotografía. Hoy, cuando se adquiere una cámara, la ofertan con un cursillo, que no es otra cosa que entrar en la web de la marca en cuestión y acceder a un vídeo poco útil. ¡Igualito que con Pedro!

No le preocupaba el tiempo dedicado a explicar los diferentes modelos de cámaras porque constituía una inversión para hacer amigos. Sabía que el cliente en cuestión se la iba a llevar con la garantía de lo que decía. Una ocasión para compartir conocimientos de fotografía que siempre regalaba. Tenía claro que había que ofrecer algo más: no sólo es cuestión de vender.

Estoy convencido de que muchos de los fotógrafos profesionales de hoy, y no pocos aficionados, tuvieron a Pedro como un maestro de la fotografía.

A su establecimiento llegaban todas las novedades en cámaras, carretes, líquidos para revelar, papel fotográfico... Y lo que el mercado iba ofreciendo de novedad; contaba con lo mejor, lo tenía todo. La suya, más que una tienda de fotografía, se convertía cada vez que la abría en una escuela para fotógrafos. Cuando aquí no había ni escuela de arte, ni mucho menos personal experto y generoso, estaba él para enseñar algo del mundo de la foto y de los avances que se sucedían de manera especialmente acelerada.

Junto a lo que es negocio, no hay que olvidar que en su inversión por tener surtida la tienda acercaba al alcance del amante de la fotografía la posibilidad de nuevos productos sin necesidad de ir a otra ciudad a comprarlo, donde de seguro no se encontraría la amabilidad de Pedro. De esta forma, cuando hasta entonces se carecía prácticamente de todo en Huelva, se convertía en la persona que traía los avances en fotografía, y con ello mejoraba la afición o la profesión.

Le gustaba probar todos los productos en su laboratorio particular. Así que ofrecía el mejor de los productos con todas las garantía, con certificación del AENOR de Pedro Delgado. Todo un lujo.

Muchas tertulias de fotógrafos. Los mejores se daban cita en su sede de la calle Rico, en Objetivo Uno. Profesionales y aficionados avanzados que intercambiaban ideas, proyectos, participaban en exposiciones, abrían nuevas posibilidades a Huelva en el campo de la fotografía.

Como persona inquieta promocionó concursos fotográficos de carácter internacional, para conocer lo que se hacía más allá de nuestras fronteras, y trajo exposiciones de interesantes artistas de la imagen. Además, puso en marcha asociaciones de fotógrafos onubenses.

No le faltó nada a Pedro en la fotografía ni en su primera profesión sanitaria como ATS, ni tampoco como onubense. Ni mucho menos en ser buena persona y alguien con magnífico humor. A veces no sabías si hablaba en serio o la conversación estaba inserta en uno de sus chistes. Lo mejor es vivir la vida con humor y también con un buen puro habano, a ser posible un Montecristo del número 4.

Su tienda se convirtió en una escuela de fotografía. Luego llegó lo nuevo, lo digital, que con tantos avances despersonalizó el mundo de la fotografía. Ahora todos creen saber hacer una foto con un móvil, colgarla en Facebook y enseñarnos dónde están comiendo o en qué playa toman el sol este verano. Con ello nació un nuevo negocio agresivo e impersonal. Eso es otra historia, difícil para el buen comercio que va más allá de un mostrador.

Pedro no se quedaba detrás ni mucho menos. Consiguió dar un saltó de acera en la misma calle Rico y montó una gran tienda, un palacio de la fotografía del que todos disfrutamos.

Quise elegir para hablar de Pedro Delgado este tiempo de la Feria Taurina de Colombinas. Su afición a la fotografía le llegó a la vez que la de los toros, por su primera profesión sanitaria. Se encargaba de llevar los plasmas de sangre para el quirófano de la plaza de toros, ya conocía el mundo de la imagen porque se dedicaba a revelar las placas de rayos X.

Como ATS estuvo en las operaciones de cirujanos tan renombrados en Huelva como los doctores Vázquez Limón, Félix Sanz de Frutos, Anselmo Botello, Emilio Haya... Prácticamente asistió a todos los mejores. Su trabajo le llevó a la Prisión Provincial, donde estuvo 22 años, no encerrado, sino como sanitario.

Una afición convertida en profesión que haría que se viera a Pedro con su puro y su teleobjetivo en el callejón de la plaza de toros. Buenas fotos y muchas horas de tauromaquia que fueron premiadas en numerosas ocasiones en concursos. Entre ellos, uno internacional por una verónica de Curro Romero, recogida posteriormente en una enciclopedia taurina.

Pero sobre todo destaca su magnífica amistad. Quienes tuvimos la suerte de gozar de ella hoy le echamos en falta.

Por eso le he querido brindar, con el permiso de todos los compañeros fotógrafos que estarán en La Merced, la mejor foto de la mejor faena de esta feria taurina.

A nuestro amigo Pedro, en ese callejón eterno de la Plaza de Toros de La Merced, con recuerdos de la calle Rico, donde más que una tienda tuvo una cátedra de fotografía: Gracias.

¡Va por usted!

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