Historia

Cuando Hitler fue engañado en Huelva

  • Este sábado se cumplen 79 años de la aparición de un cadáver en aguas de Punta Umbría, señuelo del servicio de inteligencia británico que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial 

  • El último nombre de William Martin

Fotografía del cadáver con la falsa identidad de William Martin antes de ser trasladado a aguas de Huelva.

Fotografía del cadáver con la falsa identidad de William Martin antes de ser trasladado a aguas de Huelva.

Hitler cayó en la trampa. Picó el anzuelo. Se tragó entera la carne picada. “Mincemeat swallowed whole” ["Carne picada tragada entera"], leyó Churchill en un telegrama que recibió durante una visita a Nueva York. La frase en clave aludía al éxito de la Operación Mincemeat [Carne Picada]. Sólo el primer ministro británico y un grupo muy reducido de su servicio de inteligencia sabían de su existencia. Y de la importancia de que el mismísimo Hitler fuera víctima final de un engaño urdido en Londres y ejecutado en España, en Huelva. Es todavía hoy uno de los episodios más fascinantes de la historia del espionaje internacional, decisivo para cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial. La Alemania nazi empezó entonces a perder la guerra. Y no fue casualidad que lo hiciera en Huelva.

Este sábado, 30 de abril, se cumplen 79 años de la aparición de un misterioso cadáver en la playa de La Bota, en Punta Umbría. Un joven pescador, José Antonio Rey María, lo encontró a las nueve y media de la mañana mientras faenaba en un pequeño bote. Vio un bulto flotando en el agua y se lanzó a recuperarlo y subirlo a la embarcación.

Aquel bulto flotante resultó ser el cadáver de un oficial del Ejército británico que llevaba una valija esposada a su muñeca. Fue trasladado en burro al pueblo, primero, y en barco a la capital, después. Según la documentación que llevaba encima, era el mayor William Martin. Se cubría así la primera etapa del operativo.

Las potencias aliadas habían acordado en enero de ese mismo año 1943, durante una reunión en Casablanca, la invasión de Italia. Lo harían a través de Sicilia, en la denominada Operación Husky, para acabar con el principal apoyo de Hitler. Pero una acción militar de esa envergadura, la más importante hasta el desembarco de Normandía, requería de un factor sorpresa con el que, por el momento, no contaban.

Alemania sabía que un ataque desde el norte de África podría venir precisamente por ese punto. Por eso tenía un importantísimo contingente de tropas en la isla siciliana para persuadir al enemigo.

Y fue de esta forma que un oficial de inteligencia del Almirantazgo británico, Ewen Montagu, y Charles Cholmondeley, del Ministerio del Aire, se encargaron de idear un plan para hacer creer a los nazis que el ataque aliado se produciría en otro sitio distinto, a través de Grecia y Cerdeña, para que desviaran allí su ejército y dejara una defensa mínima en Sicilia. Era el momento de poner en marcha la Operación Mincemeat.

Lápida de la tumba de William Martin en el cementerio de Huelva. Lápida de la tumba de William Martin en el cementerio de Huelva.

Lápida de la tumba de William Martin en el cementerio de Huelva. / Alberto Domínguez

Esa referencia a la carne picada tenía mucho que ver con la utilización de un cadáver, al que le darían la identidad de un oficial británico inexistente pero con todos los detalles cuidados hasta el extremo para dar verosimilitud al personaje y, sobre todo, a los documentos que portaría en un maletín con documentación de alto secreto que mencionaría ese supuesto ataque aliado por dos flancos.

Así nació William Martin, bautizado por el propio Ewen Montagu como “el hombre que nunca existió”, y dejado a merced de la marea en aguas del Atlántico sur peninsular, como si hubiera sufrido un accidente aéreo frente a la costa de Huelva, que tampoco fue casual que estuviera en el objetivo de los estrategas de la inteligencia británica.

La riqueza generada por las minas de Riotinto y Tharsis en la segunda mitad del siglo XIX había convertido la provincia onubense en un importante foco de interés internacional. La comunidad británica era la más numerosa, pero también había franceses y, sobre todo, alemanes, que desarrollaron una importante industria en el lugar. Los primeros vaivenes políticos importantes en Europa, con la I Guerra Mundial de fondo, ya habían convertido a Huelva en un punto estratégico para las grandes potencias por su ubicación junto al Estrecho y por la importancia que la producción minera tenía para la economía y la industria militar.

Los investigadores onubenses Jesús Copeiro y Enrique Nielsen reflejaron ese contexto en el libro Huelva en la I Guerra Mundial (Niebla, 2017), tras revelar en él por primera vez la extraordinaria red de espionaje que unos y otros tenían en la capital onubense a primeros del siglo XX.

Ewen Montagu, artífice del engaño. Ewen Montagu, artífice del engaño.

Ewen Montagu, artífice del engaño.

Sobresalía ya entonces la figura de un alemán, Adolfo Clauss, imponente en físico y destreza, que había sido reclutado como agente de la inteligencia alemana, la famosa Abwehr, y que formó parte de operativos destacados en el resto de España. Era un valiosísimo activo al inicio de la Segunda Guerra Mundial en Huelva.

Cuando Montagu y Cholmondeley crearon a William Martin en Londres, realmente pensaban en Clauss. Debía ser el enlace con Berlín, para que transmitiera el contenido de esos documentos encontrados. Mincemeat dependía, entonces, de que el cadáver llegara, efectivamente, a Huelva, y de que el espía alemán accediera a él y sus pertenencias. Y así ocurrió. Aunque después debía cumplir una exigencia aún mayor: que la historia que en sí constituía el señuelo tuviera total verosimilitud, incluida la muerte del mayor Martin en ese hipotético accidente aéreo frente a la costa onubense, que no era un hecho aislado esos años.

La utilización de un cadáver entrañaba el riesgo de que no pasara los análisis forenses para sostener la historia del militar ahogado en el mar tras haber caído. Y es este punto uno de los que dejan incógnitas aún por despejar.

La historia oficial, que divulgó primero Montagu en 1953, en su libro El hombre que nunca existió, aseguraba que se trataba de un mendigo fallecido meses antes por neumonía. La segunda versión británica, tras desclasificarse documentos en 1996, le dio identidad al indigente, Glyndwr Michael, galés supuestamente suicidado con matarratas. Pero ni la neumonía ni un envenenamiento de ese tipo deja en un cadáver rasgos que pudieran confundirse con la asfixia por inmersión.

Adolfo Clauss, activo de la Abwehr en Huelva. Adolfo Clauss, activo de la Abwehr en Huelva.

Adolfo Clauss, activo de la Abwehr en Huelva.

Sostenía esta versión de los británicos que los análisis forenses no serían exhaustivos y que podrían dar por buena la hipótesis. ¿Pero cómo una operación de tal calibre, que había cuidado incluso detalles aparentemente insignificantes, quedaba a merced de la supuesta falta de profesionalidad o conocimientos de los médicos locales, y con todo el aparato nazi vigilante?

El informe de aquella autopsia se perdió en un incendio pero Copeiro y Nielsen han demostrado que los forenses no pasarían por alto ese engaño. Tampoco Alemania permitiría dejar a criterio de especialistas ajenos las conclusiones de un análisis del que dependía un operativo militar decisivo. Por eso Adolfo Clauss, defienden los investigadores, robó el cadáver para que médicos nazis le practicaran otra autopsia en Italia.

Está probada la intervención entonces de comandos itinerantes alemanes en España para operaciones de sabotaje, también en Huelva a las órdenes de Clauss. Uno de éstos se habría encargado de la sustracción de los restos y su entrega al submarino U-616 la madrugada del 3 de mayo. Cuatro días más tarde los traspasó al U-565 frente a las costas de Almería, para ser llevados a la base italiana de La Spezia, donde serían analizados por médicos alemanes para certificar la autenticidad del cadáver. Sólo así Hitler pudo dar credibilidad a la historia para aceptar los documentos encontrados, que ya habían sido convenientemente revelados a Berlín desde Huelva.

Ahí encaja también la tesis introducida por los investigadores escoceses Colin Gibbon y John Steele, compartida por Copeiro y Nielsen, de que el cadáver utilizado era una de las 379 víctimas del portaviones HMS Dasher, siniestrado el 27 de marzo de 1943 en la costa de Escocia. El cuerpo de John Melville sería utilizado para encarnar a William Martin, como llegó a admitir la Royal Navy a su familia en un homenaje en 2004, desmentido después.

Puede que el hecho de profanar el cadáver de un marino sea visto aún con sonrojo por las autoridades británicas, que mantienen una versión oficial inconsistente para algunos investigadores, con interrogantes que no encuentran respuesta, salvo las últimas teorías aportadas desde Escocia y España.

En cualquier caso, sea cual sea la verdadera identidad del cadáver, y esté o no bajo su lápida del cementerio de Huelva, el mayor William Martin es uno de los grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial pese a no haber existido realmente. Y por eso este sábado se le va a realizar un acto de homenaje ante su tumba. Es el único vestigio físico que queda de ese personaje ficticio, orgullo de Huelva por hacerle ocupar otro importante lugar en la historia. Porque, a fin de cuentas, aquí fue engañado Hitler y fue el principio de su fin.

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